Capítulo 3: DE LA DOCTRINA DE LA VERDAD
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Dominio público |
Gran locura es que, dejadas las cosas útiles y
necesarias, entendemos con gusto en las curiosas y dañosas. Verdaderamente,
teniendo ojos, no vemos. ¿Qué se nos da de los géneros y especies de los
lógicos. Aquel a quien habla el Verbo Eterno, de muchas opiniones se
desembaraza. De este Verbo salen todas las cosas, y todas predican este Uno, y
éste es el Principio que nos habla ( Je., 8, 25).
Ninguno entiende o juzga sin
él rectamente. Aquel a quien todas las cosas le fueren uno, y las trajere a
uno, y las viere en uno, podrá ser estable y firme de corazón y permanecer
pacífico en Dios. ¡Oh Dios, que eres la Verdad! Hazme permanecer uno contigo en
caridad perpetua. Enójame muchas veces leer y oír muchas cosas; en Ti está todo
lo que quiero y deseo. Callen todos los doctores; callen las criaturas en tu
presencia: háblame Tú solo.
2. Cuanto alguno fuere más unido contigo, y más
sencillo en su corazón, tanto más y mayores cosas entiende sin trabajo, porque
de arriba recibe la luz de la inteligencia. El espíritu puro, sencillo y
constante no se distrae, aunque entienda en muchas cosas, porque todo lo hace a
honra de Dios; y esfuérzase en estar desocupado en sí de toda curiosidad.
¿Quién más te impide y molesta que la afición de tu corazón no mortificada?
3. Toda la perfección de esta vida tiene
consigo cierta imperfección; y toda nuestra especulación no carece de alguna
oscuridad El humilde conocimiento de ti mismo es más cierto camino para Dios
que escudriñar la profundidad de la ciencia. No es de culpar la ciencia, ni
cualquier otro conocimiento de lo que, en sí considerado, es bueno y ordenado
por Dios; mas siempre se ha de anteponer la buena conciencia y la vida
virtuosa. Pero porque muchos estudian más para, saber que para bien vivir, por
eso yerran muchas veces, y poco o ningún fruto hacen.
4. Si tanta, diligencia pusiesen en desarraigar
los vicios y sembrar las virtudes como en mover cuestiones, no se harían tantos
males y escándalos en el pueblo, ni habría tanta. disolución en los monasterios;
Ciertamente, en el día del Juicio no nos preguntarán qué leímos, sino qué
hicimos; ni cuán bien hablamos, sino cuán religiosamente vivimos. Dime: ¿dónde
están ahora todos aquellos señores y maestros que tú conociste cuando vivían y
florecían en los estudios? Ya poseen otros sus rentas, y por ventura no hay
quien de ellos se acuerde. En su vida parecían algo; ya no hay de ellos memoria.
5. ¡Oh, cuán presto se pasa la gloria del
mundo! Pluguiera a Dios que su vida concordara con su ciencia, y entonces
hubieran estudiado y leído bien. ¡Cuántos perecen en este siglo por su vana
ciencia, que cuidan poco del servicio de Dios! Y porque eligen ser más grandes
que humildes, por eso se hacen vanos en sus pensamientos.
Verdaderamente es grande el que tiene gran
caridad. Verdaderamente es grande el que se tiene por pequeño y tiene en nada
la más encumbrada honra. Verdaderamente es prudente el que todo lo terreno
tiene por estiércol l (Phil., 3, 8) para ganar a Cristo. Y verdaderamente es
sabio el que hace la voluntad de Dios y deja la suya.
Fuente: Catholic.net