Regresaba de Vistalegre tras el multitudinario concierto de los Hakuna mascando un titular para este texto y al llegar a casa estaba ya decidido: "Huracán Hakuna" hubiese sido el más apropiado y el más descriptivo.
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Grupo Musical Hakuna en concierto. Dominio público |
Sin
embargo, la mañana del domingo, mi hija Lucía, de seis años, me cambió el
titular. Me dio sin saberlo la mejor noticia que un padre puede recibir. No me
lo dijo a mí, sino a su madre, mi esposa, que es quien todos los días la brea a
ella y a los demás niños en la furgoneta, camino del colegio, con las pegadizas y armónicas canciones de Hakuna
Music Group. Se las salpica con U2, Picapica, alguna de Coldplay y muchas del tío Bruce. Y entre medias, pues que si "Enciéndeme",
que si la de la misericordia, que aquella de los "fósforos"..., sí
hombre, la de que seamos todos uno.... "Se dice foroooofos"... ¡Pues
esa!
Lucía,
como digo, tiene seis años. Le ofrecimos venir al concierto tanto a ella como a
su hermano Santi, de 7. Pero Santi pasa. Su madre dice de él que es un poco
despistado. Yo creo que lo que pasa es que es, como yo, un poco bohemio y
necesitamos nuestros tiempos... Pero Lucía se apuntó desde el primer momento. Es una lanzada. Para
ella, ir con sus padres a un concierto de los Hakuna, los de verdad, era una
aventura. Yo dudaba porque la veía un poco pequeña para aguantar un evento de
unas dos horas y no querer irse antes de que acabara. La parte del medio del
espectáculo se le hizo un poco bola, pero al final se recuperó con algunas de
las canciones que mejor se sabía. Yo le comenté a mi mujer que, al menos, lo recordaría siempre: su
primer concierto, con papá y mamá, el de Hakuna. Ya solo eso merecería este
texto, pero hay más... mucho más.
La
sorpresa fue mayúscula cuando el domingo en la mañana, ya descansada y habiendo
digerido el fiestón que le habíamos metido, con los ojos como luciérnagas y la
sonrisa de una niña absolutamente feliz, dijo: "Mamá, yo quiero ir a todos lo conciertos de
Hakuna que haya". No dijo yo quiero ir a todos los conciertos de
Rosalía que haya, o a todos los conciertos de Dua Lipa que haya. No. Dijo
"a todos los conciertos de Hakuna que haya", y yo se lo recordaré
toda su vida. Los que no tenéis hijos no tenéis ni idea de qué significa el
deseo de tu hija de seis años, pero yo podría arrancarme un brazo por ella,
morder a un caballo vivo para darle de comer. Quitarme un riñón, el hígado y lo
que haga falta con tal de
verla sonreír, contenta, alegre y cerca de Dios. Disfrutando a Dios.
Gracias a vosotros cumplir su deseo va a ser menos dramático que arrancarme los
ojos. Bastará con sacar otra vez las entradas.
Ayer,
a ratos, por la mañana, la oía cantar letritas por casa sobre la Misericordia y
cosas así. Y ahora es cuando voy al meollo de lo que hemos vivido María, Lucía y yo el
pasado sábado. Queridos chicos de Hakuna: Cuando eres padre y oyes cantar a tu
hija de seis años "Enciéndeme y déjame ser tu luz", el corazón te estalla.
Te explota en silencio, como una carga de profundidad que aparentemente no
ilumina nada, pero lo ilumina todo. Te da esperanza, te da consuelo y te da ganas de seguir
batallando esta guerra que vivimos en este mundo, porque te das cuenta de que
has conocido y encontrado a unos aliados.
Ya
sabéis, seguramente, que en mi casa el sursum corda de la música es
Bruce Springsteen. Mi sueño musical, desde que soy padre, es...
era... que el primer concierto de mis hijos, al que irían conmigo, fuese alguno
de El Boss, difícil objetivo
porque el músico de New Jersey tiene 72 años y no sé si llegaremos a cuadrar
sus fechas y las nuestras... Pero he de deciros que ese sueño, al menos con
Lucía, no se ha truncado, sino que se ha superado. Ver sus ojos de pasmo, su ritmo bailando,
sus labios moverse canturreando vuestras letras y dando palmas, y, sobre todo,
su alegría mientras recibía versos inspirados por el Espíritu Santo, para unos
padres como nosotros que ya hemos conocido al Señor y que nuestro único
objetivo en esta vida es facilitar ese encuentro único de nuestros hijos y
Dios, ver eso que os he dicho, es la mayor de las alegrías, la mejor de las sorpresas, la más
nueva de las ilusiones. De modo que, gracias. Por vuestro sí, por vuestro
valor, por vuestra presencia.
Como Juan Cadarso ya ha dejado una exacta y brillante crónica, ahora prefiero dejar de lado los hechos para centrarme en lo intangible, en lo de más adentro. Y para ello voy a hablar de dos canciones. He oído gran parte del repertorio de Hakuna y está plagado de buenas canciones, algunas muy buenas; digamos que pocos son los descartes. Pero hay dos canciones que se desmarcan del adjetivo de buenas y que en su composición y autoría ha entrado de lleno algo que marca la diferencia, lo que distingue algo muy bueno de una obra magistral: la genialidad... Tomando de ejemplo mis ídolos, y perdonad por la diferencia de edad, en la discografía de Dire Straits, por ejemplo, hay decenas de buenísimas canciones: Sultans of swing, Tunnel of love, Solid rock, Brothers in arms...
Sin embargo, entre medias de una discografía amplia
y variada, en el disco Love over Gold de 1983, Mark Knopfler, alma mater del
grupo, se descuelga con un tema de más de 10 minutos de duración que no pega
con nada: ritmos cambiantes, punteos sueltos de guitarra, solos de flauta... Se
llama Telegraph
road y es una obra maestra, la mejor canción de entre
todas las de los Dire Straits. Lo mismo pasa con Bruce Springsteen. Sus más de
100 canciones registradas son todas muy buenas, pero hay una que es magistral,
eterna, que nunca pasará de moda. Se encuentra en el disco Born
to run, de 1978, y se titula Thunder Road. Esta
canción es la historia de América. El sueño buscado de la mano de tu chica. Su
estrofa final, "este es un pueblo de perdedores, y nosotros nos largamos
de aquí para ganar", es el grito que todo joven del mundo lleva dentro.
Pues
bien, Hakuna tiene su Telegraph road y su Thunder
road. Esa
canción es Noche. Noche es
todo. Noche contiene todo. Mi todo y el tuyo. Noche contiene al Todo. Noche
contiene El Antiguo Testamento. La sorpresa y el drama del Génesis, alma y
pecado; El desconcierto de Abraham -sal de tu tierra-. La Sabiduría de los
Proverbios, la alabanza de Los Salmos, el llanto de Los Lamentos, la debilidad de los profetas -sólo
soy un muchacho- junto a su fe y su fuerza. El valor de los reyes como David
mezclado con su pecado con Betsabé, la intuición de las mujeres como Débora, la determinación de Judit al
matar a Olofernes de un espadazo. Todo eso contiene Noche, pero con música y en
seis minutos. Cualquier Biblista me sacudirá por haber escrito esto, y en su
derecho está, pero la inmensa mayoría del mundo de hoy no lee jamas la Biblia y
sin embrago sí tiene una suscripción premium a Spotify.
Noche contiene el Nuevo
Testamento cantado al ritmo de batería y bajo y al son de guitarras eléctricas. Noche contiene
a ese Dios, todo un Dios, que se hace hombre, solo un hombre. Su
nacimiento, su persecución, su Noticia, Buena, su tortura y asesinato cantados
en los pecados y miserias de cada hombre de hoy, de cada pueblo, de cada
barrio, de mi ciudad y de la tuya y de todas las demás. Si san Juan de la Cruz
le cantó versos a la oscuridad de su noche, la Noche de Hakuna
le canta a la luz escondida en el corazón de cada hombre, allí donde
sus miserias, mis miserias, solo pueden ser amadas por Dios: que el Kyrie
Eleison sea voceado por un coro de 8000 personas, es la
constatación más palpable de que Dios sigue clamando a sus hijos porque muere de amor.
Porque vive de amor. Porque "te ama sin que tú puedas hacer nada tan grave
como para que te ame menos", dice Lola, la chica que la canta.
Dios
me ama en mi miseria. En mi noche. En mi pecado. Y amándome, como me enseña
esta canción, hay una esperanza, una luz y un camino para hacer nuevas todas la
peores situaciones imaginables y reales no que puedan existir, sino que
existen: La misericordia de Dios. Kyrie Eleyson. Ten piedad. ¿De quién? ¡De mí! Que no soy capaz de
mejorar sin tu ayuda, sin tu mirada, sin tu aliento, sin tu gracia... y sin tu
música.
La otra canción de la que quiero hablar es con la que iba a titular: Huracán. La puso mi mujer en la furgo hace unas semanas. Le pedí que la pusiera de nuevo unas tres veces seguidas. Si Noche es La Biblia en formato canción pop, Huracán soy yo y mi primer encuentro con el Señor. Pero fundamentalmente, soy yo. Me pasé años buscando a Dios, dando palos de ciego, desencantando y acudiendo, por tanto, donde mi alma no se podía saciar.
No voy a contaros mi vida aquí,
pero recuerdo el día en que un huracán rompió el Cielo desde mi garganta
gritándole donde estaba cuando me hacía falta. Yo iba andando por la calle y
pasé al lado de la parroquia de Santa Paula, en el barrio de Canillas. Entré y
había adoración, el Santísimo estaba expuesto en la custodia, en medio del
altar. Me arrodillé y le
grité desde dentro: "¿De qué vas? Si tuvieses la cara de verdad, el
cuerpo de verdad, te cogería ahora mismo por la pechera de la túnica y te la
arrancaría gritándote a la cara: ¿De qué vas? ¿Por qué no haces algo ya?".
Esa misma noche, de la forma más imprevisible, Dios aconteció. Por eso, Huracán me habla de mí, y lo sé, de
todos vosotros también. Me habla de un Dios que está muy lejos del que me
enseñaron de niño y, por tanto, que está muy, muy cerca de mí.
Mis
hijos me protestan. Lloran y patalean cuando no obtienen de mí lo que
consideran necesario. Huracán me confirma que yo tengo a quien patalear. Que
puedo gritarle a mi Padre
del Cielo porque Él sabe de mi necesidad y de mi dolor, de mis
sufrimientos y de mi límite. Si Noche es
toda una catequesis en sí misma, Huracán es
liberadora. Y por tanto, necesaria.
Huracán es tan verdad que sana sin pretenderlo, tan solo
siéndolo. Me hace gracia, porque hace poco le decía a un grupo de personas:
"Dios me lo ha dado todo en la vida. Todo, salvo una cosa:
Explicaciones". Y es verdad, Dios no da explicaciones. Sí que da pistas, y tú las tienes que seguir. Yo, que no pertenezco a Hakuna, que
no tengo ni idea de quién escribió esta letra y seguramente no haya hablado con
él jamás en nuestras vida, vi en esta canción precisamente esta misma idea. Que
ellos y yo -¡nosotros!- hemos prometido seguir sin entender, porque tenemos el
mismo eco en lo hondo, que nos empuja hacia Él.
A
todos los lectores de este texto, no dejéis de escuchar las canciones de
Hakuna. Dadles una oportunidad y recibiréis un vendaval de gracia, estoy
seguro. Y a los chicos de Hakuna, no dejéis de cantar. No dejéis de bailar. No dejéis nunca,
nunca, nunca, nunca, de
adorar. Yo ya doy gracias por vosotros. Nos volveremos a ver, porque mi
hija Lucía, de seis años, quiere ir "a todos los conciertos de Hakuna que
haya". Aunque me costara un brazo.
Jesús García
Fuente: ReL