¿Por qué la primera versión de la Biblia “Nácar-Colunga” hablaba de "alienígenas"?
Una anécdota
sucedida en Facebook puede servirnos para ir más allá y conocer mejor la
Sagrada Escritura. Recientemente publiqué en esta red social una fotografía de
una página de la Biblia. Se trataba del Salmo 144, y en sus versículos 7-8 se
podía leer:
“Tiende tus
manos desde lo alto y líbrame de la muchedumbre de las aguas, de mano de los
alienígenas, cuya boca habla dolosamente y cuya diestra es diestra de
perfidia”.
¿Alienígenas?
La sorpresa de casi todos se hacía evidente.
No podía
tratarse de algún corrector automático malvado que hubiera dañado así el texto
bíblico, dada la antigüedad del texto impreso: la Biblia “Nácar-Colunga”.
La primera
edición de esta Biblia data de 1944. Supuso un importante avance en la lectura
de la Biblia en España, al ser publicada y divulgada enormemente por la
Biblioteca de Autores Cristianos (BAC).
Algunos amigos
avispados dieron enseguida con la razón de tal palabra en el versículo, que no
sorprendería en aquellos años.
La primera:
que “alienígena” significa, en su primera acepción, según el Diccionario
de la Real Academia Española, “extranjero” (y sólo la segunda se refiere a
“extraterrestre”).
La segunda y
más importante: el texto latino de la Vulgata, donde se lee “de manu filiorum
alienigenarum”… luego “alienígenas” era la traducción más literal, se mire por
donde se mire.
En la última
traducción española, la de la Conferencia Episcopal, pone “de la mano de los
extranjeros”.
Una reacción
curiosa que suscitó compartir esta página bíblica fue la de varias personas que
se interesaron por la presencia o no de extraterrestres y OVNIs (objetos
volantes no identificados) en la Escritura. Vamos allá.
¿De dónde viene
esto? El imaginario esotérico
En la
producción cultural de tipo esotérico-mistérico-paranormal, que engloba
programas de radio y televisión, libros, revistas y páginas de Internet, uno de
los temas que aparece con cierta frecuencia es el de identificar los personajes
y hechos sobrenaturales de la Biblia con los extraterrestres.
Se viene a decir,
en resumen, que lo que a ojos de los antiguos parecían ángeles, hoy
“sabemos” que son alienígenas.
Como señaló en
una ocasión el popular escritor español J.J.
Benítez, creador de la saga novelesca Caballo de Troya, “la Biblia es
el mejor libro de ovnis que existe”. Y muchos se lo creen.
Aquí el
problema ya no está en la historicidad de lo que se cuenta ni en la crítica
textual. Para ellos no es un problema exegético ni hermenéutico.
Por el filón
“misterioso” que tiene en sí misma la Sagrada Escritura, en este contexto esotérico se
da por hecho que lo que se ha puesto por escrito es cierto.
Pero se le
aplica el criterio de la ignorancia.
Los hagiógrafos
–las personas concretas que escribieron la Biblia– no poseían los conocimientos
actuales ni sabían que existían seres inteligentes en otros planetas.
Por ello daban
una explicación religiosa a todo aquel hecho extraordinario del que eran
testigos.
Algunos
ejemplos del Antiguo Testamento
Un ejemplo
podemos verlo en el episodio de la zarza ardiente que vio Moisés, una
zarza que inexplicablemente ardía sin consumirse.
¿Cómo lo
explican? Diciendo que se trataba de un caso de utilización de la luz
artificial, desconocida entonces en la Tierra pero empleada en otras culturas
más avanzadas tecnológicamente.
De la misma
manera, lo que había detrás de aquella presencia divina que guiaba al pueblo de
Israel por el desierto (en forma de columna de nube durante el día y de fuego
por la noche) no sería otra cosa que “una aeronave que se mantenía a cierta
altura”.
Está claro que todo
contacto humano con ángeles o con el mismo Dios –de los que está repleta la
Biblia entera, no sólo el Antiguo Testamento– no sería otra cosa que un
“encuentro en la tercera fase”, empleando el lenguaje cinematográfico de
la ciencia-ficción.
Como resumíamos
antes, los ángeles eran extraterrestres. Grandes acontecimientos como el
diluvio universal o la destrucción de Sodoma y Gomorra, debidos ambos a un
fenómeno que vino “de lo alto”, habrían sido causados por esos seres superiores
venidos de otros planetas o galaxias.
Como “prueba
irrefutable” de esta presencia alienígena en la primera mitad de la Biblia los
autores de este subgénero presentan la ascensión del profeta Elías al
cielo, que tuvo lugar en un carro de fuego (también se asemejaría el rapto del
patriarca Enoc).
La escena les
sirve a los defensores de estas teorías para afirmar sin duda alguna que nos
encontramos ante un episodio de “abducción” o secuestro extraterrestre.
Jesucristo: ¿un
mesías extraterrestre?
Después de todo
lo visto hasta ahora, casi parece lógico pensar que Jesús de Nazaret, nacido en
circunstancias tan especiales, sería claramente un extraterrestre.
Comenzando con
su concepción virginal, que no rechazan –dado que está clara en el texto
evangélico–, sino que reinterpretan en clave de “operación de inseminación
artificial” realizada en el cuerpo de María gracias a lo avanzado de la ciencia
y de la técnica alienígenas.
De esta manera,
como Superman, Cristo sería el enviado de una civilización extraterrestre
con la misión de salvar a la humanidad.
Y si hay que
reconocer que es el Hijo de Dios, no hay problema. Ningún atisbo de herejía,
como puede verse.
Sin embargo, lo
importante es el cambio de significado que se le está dando a los términos
cristianos: sería el hijo del líder de una raza de seres de otro planeta.
Todos los
hechos de la vida de Jesús son, de este modo, interpretados a la luz de lo
ufológico.
Por ejemplo,
esa estrella que guía a los magos de Oriente, estrella que aparece,
desaparece, reaparece y acaba quedándose quieta en el lugar donde está el Niño…
¡es una nave espacial!
Los anuncios y
apariciones de los ángeles en torno a su nacimiento… ¡contactos con
extraterrestres!
El bautismo en
el Jordán… ¡la designación interplanetaria del enviado especial! La entrada en
la nube que tuvo lugar en la transfiguración… ¡una visita a la nave espacial
luminosa!
Yendo al
misterio pascual, momento culminante de la vida de Jesús, también tiene su
interpretación extraterrestre.
La Resurrección
es el inicio del regreso del Cristo alienígena a su civilización originaria,
dejando a unos humanoides como recaderos del asunto, que serían los ángeles con
vestidos refulgentes que vieron María Magdalena y los apóstoles.
Como
acontecimiento definitivo, la Ascensión, que vuelve a ser una abducción en una
nave espacial que se lleva a Jesús a su lugar.
Relativismo
Es muy
significativa esta afirmación que he encontrado en una web dedicada a divulgar
estos disparates: “la referencia a ovnis en los tiempos bíblicos es constante,
cuando se lee la Biblia con la predisposición favorable para ello”. Esta es la
cuestión: el relativismo.
La exégesis
bíblica es un saber contrastado, con sus métodos y su rigor.
La lectura
creyente de los textos sagrados tiene en cuenta las aportaciones de la
interpretación académica y, además, lee la Biblia con la perspectiva de la fe,
como un libro en el que Dios se está revelando.
Ahora algunos
quieren demostrar que es más moderna y más racional la interpretación
extraterrestre, que se establecería como un nuevo criterio de lectura de la
Sagrada Escritura.
Hallamos así
los efectos devastadores de un positivismo que llegó a erigirse en cosmovisión
religiosa: el ser humano, en su evolución cultural, vive una transición de
la mitología religiosa a la explicación filosófica, para terminar, en el cúlmen
de su intelectualidad, en un pleno saber científico, lo más racional del mundo,
desterrada ya toda religión y toda metafísica.
Y al final,
pienso yo, hemos pasado de creer en Dios con unos fundamentos racionales a
creer en los extraterrestres –quiénes son, cuántos, de dónde vienen… no lo sabemos–,
sobre multitud de fundamentos irracionales.
Porque para el
hombre postmoderno da igual creer en uno o en otros.
La importancia
del origen
Tiene razón
Benedicto XVI cuando inicia La infancia de Jesús con la pregunta “¿De
dónde eres tú?”.
La cuestión acerca
del origen de Jesús tiene mucho que decirnos sobre su identidad y su misión,
quién es y para qué ha venido.
La Biblia
muestra claramente la naturaleza especial –y no “espacial”– del Dios que se
hace hombre para salvar a los hombres.
Si bien es
verdad que se trató de una intervención sobrenatural del Eterno en el tiempo,
lo hizo de manera totalmente histórica, y así el Verbo de Dios nació como
hombre, vivió como hombre y murió como hombre. Y por el poder divino, resucitó
de la muerte.
Un Dios cercano
¿Por qué será
que muchos prefieren un Dios algo más lejano (o unos dioses varios igual de
alejados) que de forma condescendiente y paternalista nos mande un recadero en
un platillo volante, con cosmonautas de apoyo y luces fluorescentes?
No, no es
ése el Dios revelado en la Biblia y encarnado en Palestina.
El misterio de
su persona lo resumieron bien sus escépticos paisanos cuando decían:
“¿No es éste
Jesús, el hijo de José? ¿No conocemos a su padre y a su madre? ¿Cómo dice ahora
que ha bajado del cielo?” (Jn 6,42).
Del cielo, que
es la morada de Dios. No del cielo estrellado de los ovnis.
Luís Santamaría
Fuente: Aleteia