A veces antes de celebrar la Eucaristía, los sacerdotes entran en procesión desde la entrada de la iglesia, precedidos de una gran cruz cargada por un monaguillo
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M.MIGLIORATO/CPP/CIRIC |
Cristo se representa
además siempre en esta cruz porque Él está a la cabeza de su pueblo. Como el
buen pastor, orienta el sentido de la marcha.
Esta famosa cruz, muy alta
para que sea visible por todos, es portada por una persona a la que se llama
cruciferario, crucífero o crucero.
Cuando el número de
monaguillos lo permite, viene precedida del incensario, llevado en este caso
por el turiferario para purificar la iglesia.
Los ceroferarios, que
llevan cirios encendidos,
acompañan la cruz para mostrar a la asamblea que Cristo es la luz del
mundo.
A la llegada al altar, la
cruz procesional se coloca en su lugar correspondiente, en el tripié,
en el coro, previsto para tal efecto.
Tras la celebración, durante la procesión de salida, la cruz se coloca siempre en primer lugar porque ya no es necesario purificar la iglesia.
De la cruz de procesión a la cruz fija
Esta gran cruz puede utilizarse para otras procesiones distintas de la de la misa, pero la presencia de un sacerdote o de un miembro del clero es siempre obligatoria.
Las primeras cruces empleadas en las iglesias eran únicamente cruces de procesión, también llamadas cruces estacionales.
Se remontan a los primerísimos siglos, cuando los cristianos reconocieron en la cruz el signo de su Salvación.
Algunas cruces procesionales podían despegarse del asta para colocarse sobre el altar. Más tarde, durante la Edad Media, se instalaría otra cruz, esta vez fija, para que permaneciera en el altar.
La riqueza de las cruces de procesión varía según las épocas y la riqueza de los patrocinadores.
Algunas están decoradas con piedras preciosas o camafeos, mientras que otras presentan un trabajo de orfebrería.
La más conocida de todas es la cruz de Lotario, que se conserva en la catedral de Aquisgrán, en Alemania.
Esta cruz fue realizada por orfebres en torno al año 1000 y utiliza un camafeo del emperador romano Augusto del siglo I para legitimar el poder imperial.
Debajo, un sello de cuarzo representa a Lotario con la inscripción latina “Cristo, ayuda al rey Lotario”.
Sophie Roubertie
Fuente: Aleteia