Para hablar a los hombres sobre Dios, hay que hablar mucho a Dios de los hombres. En todo momento, la oración es el punto de partida. Recuerda que en ella nos encontramos
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Si nos
permitimos estudiar un poco la historia de la humanidad, descubriremos que en
todo momento el hombre ha sido un ser en busca de lo trascendente. Como dice
Aristóteles, «el hombre es un ser religioso por naturaleza».
Esto es algo
inherente a la existencia humana. Ahora bien, el cómo realiza esta búsqueda o
el cómo lucha por relacionarse con la trascendencia, ha variado y lo sigue
haciendo.
Es bien
particular que ante el avance tecnológico científico que estamos viviendo en
los últimos dos siglos, también vivimos un acrecentamiento de la necesidad de
Dios directamente proporcional a un deseo de suplantarle por otras
realidades.
Paradójicamente
somos la generación de la comunicación inmediata. Las conversaciones, tanto
presenciales como virtuales, se han convertido paulatinamente en momentos
efímeros y repentinos. Pensemos por ejemplo en un chat en redes sociales donde
ante 140 caracteres, se puede responder con 2 caracteres («ok»), respuesta que
por lo demás es absolutamente ambigua.
Ante una
realidad como esta, ¿cómo se puede pensar en hablar de Dios? Aún más
complejo, ¿cómo es posible pensar en hablar con un Dios que responde con
el silencio del amor y no con la inmediatez de un byte?
Juan
Manuel Cotelo, en infinito más uno, nos explica brevemente la necesidad que
el mundo tiene de Dios y nos regala unos pequeños tips para saber cómo hablar
sobre Dios con aquellos que no lo conocen o no creen en Él.
Te invito a
verlo hasta el final, y preguntarte ¿cómo hablas de Dios cuando conversas con
quien no cree en Él?
Aquí te dejo algunos consejos concretos para hablar sobre Dios a tiempo y a destiempo.
Es necesario
abstenerse de discutir
El principio
fundamental a la hora de entablar un diálogo es la búsqueda de caminos que
lleven no a la discusión, sino a la unión (comunión). El rechazo absoluto a
cualquier discusión es una premisa categórica a la hora de hablar sobre Dios.
Pintorescamente,
el hombre de hoy que ha logrado sortear los imposibles, traspasando cualquier
frontera que se le presente, creando puentes tanto físicos como tecnológicos o
virtuales, construyendo vías que abren caminos por los lugares más inhóspitos
de la tierra, ante el verdadero diálogo se ve sumamente desafiado y algunas
veces, superado.
En el diálogo
inter-religioso, el diálogo cultural o el ecumenismo, es necesario tener
presente que no basta con hablar de Dios, es
necesario darlo a conocer aun sin el uso de las palabras, y que es
siempre fundamental no usarlo para atacar a nadie.
Hablar de Dios
no es hacer proselitismo
A la hora de
entablar un diálogo sobre Dios, es necesario comprender que no buscamos hacer
seguidores, no tenemos como intención o como misión el convencer a los demás
para que crean o profesen aquello que creemos.
Nuestra tarea
es más profunda, estamos llamados a mostrar la fe y el misterio, sin tratar de
convencer con conceptos o ideas, sino anunciando el amor que transforma toda
realidad circundante y que permite al hombre hallar el sentido de la
vida.
Quien está
convencido hoy, mañana puede no estarlo, quien está enamorado verdaderamente,
se enamora más cada día, y quien se siente amado por Dios, sabe que en todo
momento hallará nuevos motivos para amar más profundamente. Este amor
garantizará un discipulado hecho en total libertad, lo que además, se traducirá
en fidelidad.
El verdadero
creyente renuncia a la agresividad
En todo
diálogo, escuchar es la clave absolutamente necesaria, el anuncio del amor del
que hablábamos en el punto anterior, se funda sobre la escucha compasiva.
Aquella capacidad de prestar atención al otro sin ningún tipo de juicio, sino
con la apertura del corazón desarmado.
Esta es la
clave para hablar de Dios, Él es amor absoluto. Por tanto, sería totalmente
ilógico hablar sobre Él desde la agresividad. La ternura, la comprensión y
el amor derriban toda clase de muros, aun el muro de la más grande indiferencia,
este es el único camino para anunciar al mundo que Dios es lo que más necesita
en todo momento.
Para que este
camino sea firme y seguro, es necesario recurrir siempre al testimonio, vano
sería el diálogo que se funda sobre la arena movediza de la incoherencia. Es
necesario construir sobre la solidez del testimonio, aquel testimonio que es
consciente de su debilidad y de sus miserias, pero que se solidifica con la fe
en la misericordia.
Hablar sobre
Dios siempre será un reto, pero además es una aventura fascinante, siempre y
cuando parta de los puertos del amor y la comprensión mutua, alejada de toda
agresividad, fanatismo, rivalidad. A quién es el Amor no se le anuncia sino
desde el amor.
Para hablar a
los hombres sobre Dios, hay que hablar mucho a Dios de los hombres. En todo
momento, la oración es el punto de partida. Recuerda que en ella nos
encontramos.
¡Nos vemos en
la oración!
Mauricio
Montoya
Fuente: Catholic
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