El joven fue interrogado y metido en la cárcel, a pocos metros donde se encontraba este sacerdote.
Imagen referencial. Crédito: Pixabay |
El lema de la beatificación es “Tu Gracia vale más que la vida”.
El grupo de mártires está compuesto por 14 sacerdotes, un seminarista y un
laico. Uno de estos sacerdotes fue el P. José Becerra.
Durante la persecución religiosa del siglo XX, que fue especialmente
cruenta en los años de la Guerra Civil española (1936-1939), se devastaron
muchas iglesias y parroquias en España. También en la localidad de Alhama,
Granada (España) en donde era párroco el P. José Becerra, que entonces tenía 61
años.
En el verano de 1936, cuando comenzó la Guerra Civil, el P.
Becerra fue apresado. Días más tarde también capturaron a un joven de 15 años,
se llamaba Eduardo Raya, que había sido detenido por los milicianos
republicanos mientras se dirigía a Alhama para hacerse con provisiones que
debía llevar al cortijo familiar.
El joven fue interrogado y metido en la cárcel, a pocos metros
donde se encontraba este sacerdote.
Según informan desde la Archidiócesis de Granada, “al amanecer del
día siguiente, abrieron la puerta del habitáculo en el que se encontraba este
joven. Aquella era la señal de que iban a darle “el paseo”, una fórmula
empleada para disimular que el preso iba a ser asesinado”.
El joven Eduardo Raya recordó emocionado lo que aquel
sacerdote desconocido dijo a los milicianos: “No os llevéis a ese muchacho, que
es muy joven todavía. Llevadme a mí, que ya soy un viejo”.
El P. José Becerra se ofreció a intercambiar su vida por la de
aquel joven.
Los captores aceptaron la proposición del P. Becerra “pero,
queriendo burlarse de él, se lo llevaron a la ciudad de Málaga, más
concretamente, al convento de La Merced que ya había sido saqueado e incendiado
unos años antes”, recuerdan desde la Archidiócesis de Granada.
Además, ya en Málaga condujeron al sacerdote a un burdel para ponerlo a prueba
y que rompiera su celibato sacerdotal. Pero el P. Becerra se mantuvo
fiel.
Después pusieron frente a él una cruz en el suelo para que la
pisara, prometiéndole la libertad si lo hacía. El P. José Becerra se negó y
pronunció una jaculatoria en vez de una blasfemia.
Cuando terminó esta prueba, los milicianos le pusieron una soga al
cuello y fue arrastrado hasta uno de los muelles del puerto de Málaga. Allí fue
arrojado al mar y sus restos permanecen desaparecidos desde entonces.
POR BLANCA RUIZ
Fuente: ACI