En su alocución antes del Ángelus, el Papa advirtió que si anteponemos nuestras ideas y posiciones acabaremos adorando a alguien o algo que no será el Señor
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De allí la
invitación a imitar la humildad de los Reyes Magos que ricos, sabios y cultos
se postraron ante el Niño de Belén para acoger la grandeza de Dios manifestada
en la pequeñez.
“¿Todo
un largo camino y tantos sacrificios para ver a un niño pobre?”. Una pregunta
provocadora la del Papa Francisco que en su alocución antes del Ángelus, en
esta Solemnidad de la Epifanía, recuerda que a pesar del extenuante viaje de
los sabios, ricos y famosos Reyes Magos para adorar al “Rey de los Judíos”,
cuando llegan a la esperada meta y ven a un niño con su madre, “no se escandalizan
ni se sienten defraudados”, “no se quejan, se postran”, “se inclinan hasta el
suelo” para adorarlo. Un gesto tan humilde que “sorprende” – prosiguió el Santo
Padre - pues se trata de hombres ilustres acostumbrados en aquel entonces, y
quizás ahora también, a postrarse ante la autoridad o el poder, “pero frente al
Niño de Belén, no es fácil”.
“No es fácil adorar a este Dios, cuya divinidad
permanece oculta y no parece triunfante. Significa acoger la grandeza de Dios,
que se manifiesta en la pequeñez. Los magos se rebajan ante la inaudita lógica
de Dios, acogen al Señor no como lo imaginaban, sino como es, pequeño y pobre.
Su postración es el signo de quienes dejan de lado sus ideas y dan espacio a
Dios”
La verdadera riqueza está en la humildad
Volviendo
al episodio de los Reyes Magos que, como relata el Evangelio según San Mateo
(Mt 2,1-12), se postran y adoran al Señor, el Papa se centró en la palabra
adoración: “Los magos demuestran que acogen con humildad a Aquel que se
presenta en la humildad” y se abren a la adoración de Dios, es decir, explicó
el Pontífice, que los “cofres que abren” los Reyes Magos” son sus propios
corazones, porque su “verdadera riqueza no consiste en la fama y el éxito, sino
en la humildad, en el hecho de considerarse necesitados de salvación”.
“Si en la base de todo nos ponemos siempre a nosotros
con nuestras ideas y presumimos de tener algo de qué jactarnos antes Dios,
nunca lo encontraremos plenamente, no llegaremos a adorarlo. Si no caen
nuestras pretensiones y vanidades, nuestro pundonor y deseo de sobresalir, es
posible que acabemos adorando a alguien o algo en la vida, ¡pero no será el
Señor!”
¿Cómo está mi humildad?
Francisco
reiteró que, “si abandonamos nuestra pretensión de autosuficiencia, si nos hacemos
pequeños por dentro” podremos redescubrir a “el asombro de adorar a Jesús”, una
adoración que nace en la humildad de corazón, para notar la presencia del Señor
y que no sea ignorado, mientras se vive el “afán de avanzar”. Para ello,
el Papa invitó a los fieles a plantearse algunas interrogantes:
“¿Cómo está mi humildad? ¿Estoy convencido de que el
orgullo impide mi progreso espiritual? ¿Estoy convencido que el orgullo impide
mi progreso personal? ¿Qué el orgullo manifiesto u oculto, ese orgullo, detiene
el impulso hacia Dios? ¿Trabajo sobre mi docilidad, para estar disponible para
Dios y los demás, o estoy siempre centrado en mí mismo y en mis exigencias? ¿Sé
dejar de lado mi punto de vista para abrazar el de Dios y el de los demás? Y
finalmente, ¿rezo y adoro solo cuando necesito algo, o lo hago constantemente
porque creo que siempre necesito a Jesús?”
Mira la estrella y camina
Una
reflexión que el Pontífice dejó en manos de la Virgen María, antes del rezo
mariano, para que nos enseñe a redescubrir la necesidad vital de la humildad y
el ardiente deseo de la adoración, para que nos enseñe a mirar la estrella y a
caminar como los Reyes Magos que comenzaron su viaje mirando una estrella y
encontraron a Jesús.
“Hoy podemos seguir este consejo: mira la estrella y
camina. Nunca dejes de caminar, pero nunca dejes de mirar la estrella. Este es
el consejo fuerte de hoy: mira la estrella y camina, mira la estrella y
camina.”
Alina Tufani - Ciudad del Vaticano
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