Jean-Luc aceptó y contraatacó con la suya: que la respuesta podía ser «No existe»
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Jean-Luc no creía en Dios |
Cuando Jean-Luc conoció a la que acabaría convirtiéndose en su esposa,
ella le dijo que era creyente. Él, no: “En aquel momento no me importaba en
absoluto la cuestión de Dios”, declara a Découvrir Dieu.
Luego llegó el momento de pensar en el matrimonio y la chica apretó un
poco más antes de dar el sí: “Mi novia me preguntó si estaba dispuesto a
plantearme la cuestión de Dios. Le dije que sí, si ella aceptaba también que mi respuesta pudiese ser: ‘Dios no
existe’. ‘Sí, siempre que aceptes hacerte preguntas’, respondió ella”. Se casaron.
Unas cenas cada vez más
agradables
Al cabo de un tiempo, les invitaron a conocer a algunas personas
cristianas con las que reunirse
una vez al mes para hablar de Dios en torno a una cena. Jean-Luc no lo
menciona, pero todo apunta a que se trata de unas cenas Alpha, cuya dinámica
consiste precisamente en un encuentro en confianza y apertura al debate sobre
los grandes temas existenciales.
“Al principio me sentía a disgusto”, confiesa Jean-Luc, “compartiendo mesa con gente a la
que prejuzgaba”: “Me preguntaba qué hacía yo con aquellas personas: no
tenía nada que ver con ellas, no teníamos la misma profesión, ni proveníamos
del mismo medio, ni compartíamos opiniones políticas ni la forma de entender la
vida. ¡No entendía qué hacíamos juntos! Pero a medida que vas frecuentando a
alguien, vas aprendiendo a mirarla de distinta manera y valoras estar con ella.
Comienzas a apreciarla, incluso a apreciar las diferencias”.
En esas cenas iba saliendo la cuestión de Dios y se comentaban las
respuestas, y Jean-Luc empezó a mirar de otra manera aspectos que nunca había considerado.
Al llegar el verano, él y su mujer decidieron hacer un retiro para compartir
esas mismas cosas, pero “en pareja, en familia”. Jean-Luc atravesaba un momento
complicado, en el trabajo y en el hogar: “Me sentía cansado y preocupado. Me
estaba resultando complicado conciliar
el ritmo de vida profesional y la vida de familia, y además tenía que ir a
ver a mis padres, que se habían divorciado, y con quienes mantenía una relación tensa”.
Lo dejo en tus manos...
Y entonces, durante
una misa del retiro, Jean-Luc hizo “un acto de fe”: “Supe que, solo con mis
propias fuerzas, me resultaría imposible pasar aquel verano y volver al trabajo
con serenidad. Le entregué
a Jesús todo lo que me pesaba y me impedía avanzar. ‘Todo te lo entrego,
¡tienes que ayudarme!’, le dije”.
“Aquel día viví un encuentro personal con Jesús”, evoca ahora: “La paz interior que recibí
me permitió abordar mis dificultades con mayor serenidad. Me costó mucho
esfuerzo, porque esto no es magia. Y con esa paz interior pude abordar la
relación con mis padres y también tomar decisiones profesionales".
Pero la transformación de verdad fue espiritual: "Cambié mi
mirada sobre mí mismo y sentí
la mirada de Jesús, la mirada de Alguien que me ama. Una vez que experimenté
el amor de Dios, conseguí amarme a pesar de mis debilidades, de mis cobardías,
de mis oscuridades, de mis suciedades. Pude mirarlas como Jesús las mira y ver también lo que hay
de bueno en mí y en los demás”.
C.L.
Fuente: ReL