De cara a la Semana Santa y Triduo Pascual, en este año 2021, «que por segunda vez se desarrollan estas circunstancias difíciles», la Comisión Episcopal para la Liturgia de la Conferencia Episcopal Española ha querido ofrecer algunas observaciones para vivir estas celebraciones en la realidad de la pandemia de la covid-19.
Con estas
recomendaciones que los obispos esperan «sean acogidas de buen grado en las
Iglesias particulares que peregrinan en España», siguen rezando por el fin de
la pandemia, por los difuntos, los enfermos y sus familias, «y por todos los
que dedican su esfuerzo a paliar las consecuencias de esta crisis que estamos
viviendo, esperando que la celebración de los días de la Pasión, Muerte y
Resurrección del Señor sean un auténtico encuentro con Él, que fortalezca la
fe, esperanza y caridad de todos los fieles».
Los obispos de la
comisión ha acogido las indicaciones de la Congregación para dichas
celebraciones, publicadas en la Nota para los Obispos y las conferencias episcopales sobre
la Semana Santa 2021, del pasado 17 de febrero. Después de
un año entero, nuestro mundo sigue afrontando la lucha contra
la pandemia de la covid-19 y sus consecuencias, «auténtico drama que ha
afectado a casi todas las dimensiones de la vida de las personas», la Congregación
para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos nos
recuerda que la pandemia también ha influido en la vida litúrgica de la
Iglesia, y que «las normas y directrices contenidas en los libros litúrgicos,
concebidas para tiempos normales, no son enteramente aplicables en tiempos
excepcionales de crisis como estos».
Por eso, desde
la Comisión «se ha hecho un esfuerzo para adaptarlas a la
realidad y circunstancias de nuestro país, y ofrecerlas a los obispos
de España, máximos responsables y moderadores de la vida
litúrgica en sus respectivas diócesis, como instrumento y orientación para
vivir el momento central del Año Litúrgico y de la vida de la Iglesia».
- Siempre que sea posible, desde un discernimiento responsable que ha de hacer cada fiel, se recomienda la participación presencial en la celebración, formando parte activa de la asamblea.
- Aquellos fieles que, por razón de edad, enfermedad, o de prudencia sanitaria, no puedan participar presencialmente en las celebraciones, síganlas por los medios de comunicación
- En todas las celebraciones se deberán respetar
las normas emanadas de las autoridades sanitarias en la lucha contra el
virus: el aforo de los templos, las recomendaciones sanitarias e
higiénicas para hacer de los lugares de culto espacios sanos y seguros, el
uso de la mascarilla, disponibilidad de gel hidroalcohólico, distancia
social, ventilación de los espacios, etc.
- Prepárense con sumo cuidado las celebraciones,
eligiendo bien las alternativas que propone la Liturgia y acogiendo de
buen grado las indicaciones para adaptarlas a este tiempo de pandemia.
- En las distintas celebraciones se ha de reducir
al mínimo necesario el número de ministros que intervienen –acólitos,
lectores, etc.–, sin que ello desdiga de la dignidad de la celebración.
- El canto no está prohibido, siempre y cuando no
exista alguna indicación expresa de las autoritarias sanitarias y se haga
con las medidas de precaución adecuadas –uso de mascarilla en todo momento
y distancia de seguridad entre las personas–. No es aconsejable el canto o
la música grabados.
- Evítese la distribución de subsidios para el
canto en soporte de papel, o cualquier tipo de folleto explicativo de la
celebración, por el riesgo que conllevan ante un posible contagio.
- Instrúyase a los fieles para recibir la comunión
de manera segura y ordenada, atendiendo a las disposiciones del Obispo
diocesano, procurando que este gesto central de la celebración se haga de
la mejor manera posible.
- Para el bien de los fieles, en el caso de que los
aforos permitidos en las iglesias sean un grave problema para la
participación, el Obispo diocesano puede autorizar a que se hagan varias
celebraciones en el mismo templo en horas sucesivas, siempre y cuando esto
se haga verdaderamente para utilidad de los fieles y en circunstancias de
real necesidad.
- De cara a que los enfermos y las personas en
confinamiento o de alto riesgo puedan seguir las celebraciones desde sus
casas, se anima a que sean retransmitidas las presididas por el Obispo en
la catedral, como signo de unidad de la diócesis. Procúrese que estas
celebraciones sean verdaderamente ejemplares en su preparación y
desarrollo. Se excluyen, en cualquier caso, las grabaciones en diferido de
las mismas.
- Cuando no se puedan realizar las celebraciones
con participación del pueblo, ofrézcase a los fieles la posibilidad de
celebrar la Liturgia de las Horas, especialmente las Laudes y las Vísperas
de cada día y el Oficio de Lectura. A tal efecto el subsidio La
Hora de Jesús, que contiene los textos de las celebraciones de la
Semana Santa y que incluye también la Liturgia de las Horas para estos
días, puede ser un instrumento muy útil. También se recuerda que se puede
hacer uso de la aplicación oficial de la Liturgia de las Horas para
dispositivos móviles, recientemente publicada por la Conferencia
Episcopal.
- Los sacerdotes que estén afectados por el virus y
estén confinados procuren también celebrar los distintos ritos, en la
medida de lo posible y si su salud se lo permite.
- Se recomienda vivamente que se cuide y fomente el
Sacramento de la Penitencia. Se ruega a los sacerdotes una mayor
disponibilidad para que los fieles puedan celebrar este Sacramento, con
todas las medidas de precaución, distancia social y discreción.
- Para la conmemoración de la entrada del Señor en
Jerusalén se evitará la forma primera descrita por el Misal –procesión–.
- En las catedrales se utilizará la forma segunda
–entrada solemne–, al menos en la misa principal. Los fieles permanecerán
en sus lugares y se hará la bendición y la proclamación del evangelio
desde un lugar, dentro de la iglesia, en el que los fieles puedan ver el
rito. En la procesión al altar puede participar una representación de los
fieles junto con el Obispo y los ministros.
- En las parroquias y demás lugares de culto se utilizará la forma tercera –entrada simple–.
- A juicio del Obispo la fecha de la Misa crismal
puede trasladarse al día que parezca más adecuado.
- Si las normas sobre aforos no permiten la
asistencia de todos los sacerdotes de la diócesis y es necesario también
limitar el número de fieles, procure el Obispo que al menos pueda hacerlo
una representación del presbiterio –por ejemplo, el consejo episcopal, o
el consejo presbiteral, o los arciprestes– y un grupo de fieles, y que la
celebración sea retransmitida, de modo que quienes hubiesen querido
asistir, muy en particularmente el resto del clero, puedan al menos
seguirla por estos medios.
- De forma excepcional, al igual que el año pasado,
los sacerdotes tienen la facultad de celebrar este día la Misa sin el
pueblo, si concurren circunstancias que así lo aconsejen –por ejemplo, el
contagio con el virus del propio sacerdote o el confinamiento de una
población–. Quienes no tengan la posibilidad de celebrar la Misa rezarán
preferentemente las Vísperas.
- Ha de omitirse el rito del lavatorio de los pies.
- Dado que este año la celebración se hará, en la
mayor parte de los casos, con alguna participación del pueblo, no se omita
la procesión y la reserva del Santísimo Sacramento para la adoración y la
comunión al día siguiente. Facilítese, en la medida de lo posible, que los
fieles puedan dedicar un tiempo de adoración, respetando siempre los
horarios de restricción de la libre circulación de los ciudadanos que se
establezcan en cada lugar.
- Si se van a celebrar varias Misas de la Cena del
Señor en la misma iglesia, háganse siempre por la tarde, y omítase, salvo
en la última, la reserva solemne del Santísimo.
- Si no se va a celebrar el Triduo completo en
alguna iglesia, no se haga la reserva eucarística solemne. Además, si no
se ha celebrado la Misa vespertina de la Cena del Señor, evítese una
adoración eucarística desvinculada de dicha celebración.
- Si la celebración es sin participación del
pueblo, se omite la procesión, y la reserva se hace en el sagrario
habitual.
- Se ha de asegurar la celebración de la Pasión del
Señor, por lo menos, en la Catedral, en los templos parroquiales, al menos
en los principales, y en aquellos de mayor capacidad dentro de las zonas
pastorales establecidas en cada Diócesis.
- En la oración universal se utilizará el
formulario habitual con el añadido de la intención especial que la
Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos
publicó el pasado año (Decreto Prot. N. 155/20). El texto de la intención,
que se añade entre la IX y la X, es el siguiente:
Oremos también
por todos los que sufren las consecuencias de la pandemia actual: Para que Dios
Padre conceda la salud a los enfermos, fortaleza al personal sanitario,
consuelo a las familias y la salvación a todas las víctimas que han muerto.
Oración en
silencio.
Prosigue el
sacerdote:
Dios
todopoderoso y eterno,
singular
protector en la enfermedad humana,
mira compasivo
la aflicción de tus hijos
que padecen
esta pandemia;
alivia el dolor
de los enfermos,
da fuerza a
quienes los cuidan,
acoge en tu paz
a los que han muerto
y, mientras
dura esta tribulación,
haz que todos
puedan
encontrar alivio en tu misericordia.
Por Jesucristo,
nuestro Señor.
R. Amén.
3. En el
momento de la adoración de la cruz el celebrante lo hará con una genuflexión o
una inclinación profunda.
El resto de la
asamblea lo hará por medio de una genuflexión o inclinación profunda cuando la
cruz sea mostrada, y lo harán cada uno sin moverse de su lugar. Se podría
invitar, también, a todos los participantes a la liturgia a que hagan un
momento de oración, en silencio, mientras se contempla la cruz. Se evitará, en
cualquier caso, la procesión de los fieles en este momento de la celebración.
- Se procurará su celebración al menos en la
catedral y en las iglesias parroquiales principales, que posean un aforo
suficiente para que puedan participar los fieles con seguridad.
- Dependiendo de las normas civiles que se hayan
establecido en cada lugar sobre restricción de la libre circulación de los
ciudadanos, elíjase una hora adecuada para el comienzo de la celebración
que facilite a los fieles la participación en la misma y el regreso a sus
casas al finalizar.
- El «inicio de la vigilia o lucernario» se puede
hacer a la entrada del templo. El celebrante principal deberá estar
acompañado por un número limitado de ministros, mientras todos los fieles
se mantendrán en sus lugares. Se bendice el fuego, se hacen los ritos de
preparación y se enciende el cirio tal como indica el Misal. El sacerdote
y los ministros, manteniendo la distancia de seguridad, hacen la procesión
por el pasillo central y se cantan las tres invocaciones «Luz de
Cristo». No es recomendable repartir entre los fieles las velas y
que las vayan encendido del cirio y luego pasen la luz unos a otros.
Después de las invocaciones se canta el Pregón Pascual.
- Sigue la «Liturgia de la palabra». Por razones de
brevedad puede acortarse el número de las lecturas, pero procúrese darle
la relevancia adecuada a este momento de la celebración. En ningún caso se
debería reducir a una Liturgia de la Palabra normal de un domingo,
únicamente con tres lecturas.
- La «Liturgia bautismal» se celebra tal y como
viene indicada en el Misal. La presencia de la asamblea aconseja no omitir
el rito de la aspersión después de la renovación de las promesas
bautismales. Tómese la precaución, sin embargo, de evitar el contacto con
el agua que se va a bendecir cuando esta se prepare, y que el sacerdote
higienice las manos con gel hidroalcohólico antes de la aspersión.
- No parece aconsejable, dadas las circunstancias,
celebrar el bautismo de niños durante la Vigilia Pascual. Si se han de
administrar los sacramentos de la Iniciación Cristiana a adultos o si al
final se celebra el bautismo de algún niño, hágase con todas las medidas
higiénicas y sanitarias que garanticen que los signos y ritos se hagan
adecuadamente, pero de forma segura, especialmente los que implican el
contacto, como las unciones.
- Quienes no puedan participar en la solemne Vigilia Pascual pueden rezar el Oficio de lectura indicado para el Domingo de Pascua en la resurrección del Señor, con el deseo de unirse a toda la Iglesia en la celebración del misterio pascual.
+ José
Leonardo Lemos, obispo de Ourense y presidente de la Comisión Episcopal
para la Liturgia
+ Antonio
Cañizares, cardenal arzobispo de Valencia
+ Ángel
Fernández, obispo de Albacete
+ Jesús
Murgui, obispo de Orihuela-Alicante
+ Manuel
Sánchez, obispo de Santander
+ Juan
Antonio Aznárez, obispo auxiliar de Pamplona y Tudela
+ Julián
López, obispo emérito de León
+ Ángel
Rubio, obispo emérito de Segovia