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Sonia Garrido en la catedral de Córdoba con su pareja |
Una familia lejos de Dios
"Nunca tuve relación con la fe cristiana, mis padres no eran creyentes. Crecí en la convicción de que Dios era un invento humano creado para superar los miedos. Así que me preparé para cargar yo con todas mis dificultades y aprendí a ser feliz por mí misma", explica Sonia.
"Durante la etapa escolar no fui a clase de religión sino a ética y nunca escuché hablar de la Iglesia
ni de Dios de forma positiva en casa".
Sus
padres la apuntaron a un colegio religioso en la adolescencia por razones
académicas. Allí, sin embargo, "no aprendí el mensaje cristiano, más bien recuerdo que
aprendimos sobre diferentes religiones y también sobre Jesús, al que
consideré como un personaje increíble pero nunca como Dios".
Toques de "algo más"
Sonia
tenía una sensibilidad espiritual que ahora empieza a reconocer como toques de
Dios. "Mirando atrás, pienso que Dios vino a buscarme muchas veces. Cuando iba a la naturaleza, a
veces en silencio, me quedaba inmóvil y de alguna forma transcendía, pero
nunca lo relacioné con Dios, porque para mí no era una opción. También en los
voluntariados que he llevado a cabo a lo largo de mi vida... ahora veo a Dios a través del amor que
sentía ayudando a los demás".
Dios la invadió por sorpresa
La
vida de Sonia ha dado una vuelta completa en 2020, el año de la pandemia. Y
ella no tomó la iniciativa, al contrario, la pilló desprevenida.
"Fue
una noche del verano de 2020 cuando sentí
la presencia de Dios de una forma totalmente sobrecogedora, como si ocurriera
fuera del tiempo. Me pilló totalmente de improviso, no estaba dentro de mis planes.
Estaba amaneciendo y sin darme casi cuenta abrí mi corazón y entonces me invadió un amor tan intenso que
no tengo palabras para describirlo. Solo puedo decir que sentí un amor tan
grande que pensé que me
iba a morir. Tras eso, me invadió una paz y un sosiego que no conocía", describe con
precisión y detalle.
"Yo,
que me consideraba una persona plenamente feliz, con una familia perfecta,
salud y trabajo, me di cuenta de que por primera vez en mi vida sentía una
felicidad como nunca había conocido. Desde ese día siento la presencia de Dios, y me considero muy
afortunada con este regalo, pues si no, me habría perdido lo más
grande de la vida. Si no hubiese sido por este acontecimiento, mi mente
racional y mi soberbia nunca me hubiesen dejado ver a Dios", considera.
Todo cambió de repente
Después
de esa experiencia, señala, "todo mi mundo cambió. Empecé a verme de forma
diferente, empecé a ver
mis pecados, que hasta ese momento no me habían parecido como tales. Empecé
a ver mis imperfecciones, mis defectos, pero todo visto desde el amor, desde la
transformación hacia el encuentro con el Señor. Mi mirada también se limpió con respecto a los demás, viéndolos
desde el amor y no desde los prejuicios que siempre me habían venido a
la cabeza al encontrarme con diferentes personas".
"También al leer el Evangelio, mi mente
quedaba transformada. Realmente las palabras eran para mí y tenían un
auténtico significado. Me aprendí el Padre Nuestro y la Salve y experimenté un
efecto sanador al recitarlas. Empecé
a hablar con el Señor, por primera vez en mi vida, y pude ver como él me
escuchaba y me daba señales cada vez que le preguntaba".
Otro
efecto de ese cambio radical fue un gran deseo de saber más de Dios.
"Desde el momento que me encontré con el Señor, me sentí ávida de conocer más sobre
Él. Yo que no conocía prácticamente nada del cristianismo, así que comencé
a formarme. No podía dejar de pensar en el Señor en todo el día y no tenía otro
tema de conversación que no fuera ese".
Una familia en marcha con Dios
Sonia
tuvo una gran ayuda en su paso hacia la Iglesia: su madre, que diez años antes se había convertido. Ella
fue la que la animó a acercarse a misa, a la parroquia.
"Su
conversión nos supuso muchas peleas y discusiones durante años. Pero tras mi
encuentro con el Señor, ha sido un regalo que ella estuviese ahí", explica
Sonia, perpleja y contenta.
Más
aún, su pareja tenía su propio camino hacia Dios y ella ni siquiera lo había
notado.
"Sin
yo saberlo, él ya había
hablado con Dios anteriormente. Con sus comportamientos cristianos me
ha ido guiando en estos años en los que yo no he tenido la ayuda de Dios. Y
ahora me ha acompañado en mi acercamiento a la Iglesia y también ha sentido la llamada del Señor de una forma más
intensa. Él también ha tenido una transformación radical y las
oraciones conyugales por las noches son el momento más restaurador del
día", explica.
Misa, rezar, comunidad... ¡todo es novedoso!
"Tanto
yo como mi marido y mis tres hijos, empezamos a ir a misa y fuimos acogidos por
D. Leopoldo, el cura de nuestra parroquia de Nuestra Señora de la Esperanza. Yo me sentía indigna de estar allí
tras tantos años rechazando y criticando tanto a Dios como a la Iglesia y,
sin embargo, fuimos totalmente acogidos y acompañados tanto por los sacerdotes
como por la comunidad cristiana".
Por
un lado, Sonia se ha volcado en "ocho meses de formación intensiva, en la
que prácticamente he dedicado todo mi tiempo a formarme estudiando el Catecismo de
la Iglesia Católica, escuchando
Radio María, leyendo libros de espiritualidad y experimentando el
testimonio de otros cristianos. He partido de cero, por lo que he tenido que aprender hasta a
rezar".
Por
otro lado, la acogida de la parroquia y de un grupo de Proyecto Amor Conyugal,
junto con el "ejemplo de cristianos tan auténticos", y el apoyo de
sus catequistas, enseñaron a Sonia y su familia la importancia de la comunidad
para los cristianos.
Las amistades sin fe: "no lo entienden"
Sonia
detalla que le cuesta explicar lo que le ha sucedido como a ella le gustaría.
"Al principio no era capaz de contárselo a nadie pues ni yo misma me podía
creer lo que me había pasado. Cuando el Espíritu Santo me fue invadiendo día tras día, fui
sintiendo la necesidad de contarle a todo el mundo lo que me hacía tan feliz.
De hecho, mi deseo era que todos pudiesen sentir lo mismo".
Sus
conocidos, muy alejados de la fe, notaban algo. "Algunos me decían que me
veían rara, como más feliz antes de saberlo. Pero mi entorno está totalmente alejado de la Iglesia y con un
gran porcentaje de ateos, así que les cuesta entender lo que me ha
pasado".
Algunos
incluso ha reaccionado con cierta hostilidad. "He tenido varias
situaciones incómodas que me han hecho sufrir, tras las cuales he decidido ir
poco a poco y contarlo de uno en uno, evitando los grupos que puedan crear
situaciones de ataque conjunto hacia mí. Incluso dentro de la familia, no he tenido muy buena acogida y
no se lo he contado a casi nadie. Soy consciente de que muchos no conocen el
mensaje de Jesús y por lo tanto no pueden entenderme. ¡Yo misma estaba en esa situación hace un año!", explica
ella, con la comprensión de quien conoce la otra orilla.
"Algunos me dicen que pueden entender
que crea en Dios pero que lo de la Iglesia ya es otro tema. Al igual que lo
de bautizar a mis hijas, que lo ven como quitarles la libertad de elección, o
lo del cambio de colegio para recibir formación cristiana que tampoco lo pueden
entender. Por suerte mis dos niñas mayores que tienen 3 y 5 años ya son capaces
de expresar que ellas también quieren acercarse a Jesús".
"Aún
así, también tengo amigos y familiares que han agradecido mi testimonio y les
ha servido para reafirmar o iniciar su fe. Dentro de la comunidad cristiana de
la que ahora formo parte ha sido un motivo de júbilo".
Alegría en Pascua con los sacramentos
Miran
a Pascua con gran alegría. "Aún no me puedo creer que el bautismo me
llenará del Espíritu Santo y supone el perdón de todos mis pecados anteriores.
Tendré entonces la gracia de Dios para que me ayude en el cambio de vida que
hemos llevado a cabo. Me siento verdaderamente afortunada de poder tener,
después de tantos años, a Jesús conmigo y me impresiona que al recibir la comunión Jesús este en mí y yo
en Él. Lo veo algo demasiado grande para que yo pueda merecerlo".
Les
consta además que va a cambiar su vida de pareja y familiar. "Con respecto al matrimonio, me siento
feliz de poder unirnos con el Señor. Se cómo nos ayuda estar los tres, porque
ya lo hemos experimentado a través de esos momentos de oración conyugal".
Y
el bautizo de las niñas, dice hoy, "significa darles el mayor regalo, lo
más importante de la vida, la Gracia de Dios para que les ayude y que
pertenezcan ya a Jesús y formen parte de la gran familia de la Iglesia. Me
siento como madre más tranquila".
Sonia
no podría imaginar hace un año lo que está pensando y diciendo hoy. Hace poco
que conoce a Dios y ya sabe lo que es experimentar incomprensión y hostilidad
por ello.
Por
eso, quiere dar un mensaje para "agradecer a todos los cristianos que en silencio siguen a
Jesús y que son ejemplos de santidad dentro de la Iglesia. Siento no haber sido capaz de
verlos y de que su solo testimonio me sirviera para mi conversión. Mis prejuicios me impedían ver la
realidad aunque ahora los reconozco a lo largo de mi vida. Mil gracias
a todos ellos por lo que hacen por los demás".
P. J. G.
Fuente: ReL