En palabras del Patriarca Sako la
conciencia de que el destino de los cristianos no debe separarse de aquel de
los demás iraquíes, porque todos han sufrido las consecuencias de las guerras y
del terrorismo
"Esta visita es como un sueño que
se convierte en realidad. Y nosotros somos como niños que se preparan para una
fiesta. Del más grande al más más pequeño entre nosotros". Las palabras
del cardenal Luis Raphael Sako, patriarca de Babilonia de los Caldeos,
confiadas a la agencia Fides, describen simplemente la realidad de un viaje
soñado por mucho tiempo por Juan Pablo II y hoy realizado por Francisco. Los
rostros felices y agradecidos de quienes esperan al Obispo de Roma documentan
que este viaje está desde hace tiempo en el corazón del Papa y en el de los
iraquíes, no sólo de los cristianos.
Muchas veces, durante los años de su
pontificado, Francisco ha hablado de las comunidades cristianas que sufren en
diversas partes del mundo, y su peregrinación a la tierra de Abraham, a pesar
de la pandemia y de las preocupaciones por la seguridad, les testimonia la
cercanía del Sucesor de Pedro. Pero la suerte de los cristianos en Iraq, así
como sus sufrimientos, no deben separarse de aquellos de los pertenecientes a
otras confesiones religiosas, en un país donde todos han sufrido las
consecuencias de guerras, terrorismo, violencias, divisiones y el abuso del
nombre de Dios para justificar el odio.
"Nosotros hemos decorado nuestras
iglesias", ha dicho Sako, "pero todos los iraquíes han decorado todas
sus ciudades.... Hay banderas del Vaticano y carteles de bienvenida por todas
partes, incluso en Nayaf, incluso en Nassiriya... Y en Mosul, la ciudad que se
presenta aún con todas sus heridas. Los musulmanes han compuesto canciones para
recibir al Papa".
Hay
una frase del Ayatolá Ali al Sistani que resalta en los carteles en los que la
foto de la máxima autoridad chiíta del país está al lado de la del Papa:
"Ustedes son una parte de nosotros, y nosotros somos una parte de
ustedes". Otra modo de decir que todos somos hermanos. Las palabras del
cardenal que guía la antigua Iglesia caldea ayudan a comprender que la
esperanza para el futuro de Iraq no vendrá del fortalecimiento de una comunidad
religiosa a expensas de las demás, ni de la creación de "reservas" protegidas
y separadas en las que poner a salvo a las llamadas minorías, sino del
redescubrimiento de las raíces profundas de una convivencia que coincide con la
identidad de un país. Una esperanza que se reanima en Ur, tras las huellas de
Abraham: ustedes son parte de nosotros, y nosotros somos parte de ustedes.
Andrea Tornielli
Vatican News