Una de
las obras maestras de la Capilla Sixtina. Todo el mundo la conoce, pero... ¿te
has parado a pensarlo?
Entre todas las obras maestras de la
Capilla Sixtina, sin duda, una de las más famosas es la Creación de Adán.
El particular de
las manos, la escena central, donde el soplo de la vida por la cual Dios crea
el hombre ha sido tantas veces replicado en obras de arte, publicidad y cine.
Cuando hablamos de Dios y la creación, creo
que nos viene casi instantánea la imponente obra de Miguel Ángel
Dos
curiosidades que seguro no conoces:
Durante una
reciente restauración se advirtió que en pasado se había producido una grieta
en el punto de «contacto».
Esto había
provocado que un pedazo de la obra se despegara con la perdida de tres falanges
de los dedos de Adán.
Este
desprendimiento se produjo cuando Miguel Ángel ya había fallecido, por lo que
fue necesario recurrir a otro artista para la reconstrucción.
Por lo tanto una
pequeñísima parte de la pintura, digamos que es obra de Domenico Carnevali,
pintor italiano del siglo XVI, que tuvo el importante encargo de restaurar,
varias partes de la Capilla Sixtina.
Los dedos que alguna vez
se tocaron
Otra curiosidad
llena de significado teológico, nos lo cuenta el sacerdote, artista y teólogo
jesuita, Marko Ivan Rupnik, famoso por los mosaicos de la capilla Redemptoris
Mater en el Vaticano, la Basílica dedicada a Padre Pío en san Giovanni Rotondo,
los santuarios de Fátima y Lourdes, la catedral de la Almudena, entre tantas
otras obras.
Así comentó en el
onceavo Encuentro Nacional de Arquitectura y Arte Sacra (ENAAS) en Brasil:
Cuando,
en 1512, Miguel Ángel finalmente completó el fresco en el techo de la Capilla
Sixtina, que es considerada una de las obras más famosas de la historia del
arte, los cardenales responsables del cuidado de las obras permanecieron
durante horas para mirar y admirar el magnífico fresco. Tras el análisis, se
reunieron con el maestro, Miguel Ángel y, sin vergüenza, dispararon: ¡hazlo de
nuevo! El descontento, por supuesto, no fue por todo el trabajo, sino por un
detalle aparentemente sin importancia.
Miguel Ángel había dibujado el panel de
la creación del hombre con los dedos de Dios y Adán, tocándose. Los cardenales
pidieron que no se tocaran, sino que los dedos de ambos se mantuvieran
separados y más: que el dedo de Dios siempre esté estirado al máximo, pero que
el dedo de Adán se contrajera en la última falange. Un detalle simple pero con
un significado sorprendente: Dios está ahí, pero la decisión de buscarlo
depende del hombre. Si quiere, estirará el dedo, lo tocará, pero si no quiere,
puede pasar toda su vida sin buscarlo. La última falange del dedo contraído de
Adán representa así el libre albedrío.
Interesante ¿No es
así?
Maria
Paola Daud
Fuente: donale.it; A Arte Como Expressão
da Vida Litúrgica; Viaggio nella cappella Sistina
Fuente: Aleteia