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Foto: Captura de RT Francia |
"¿Quién es ese hombre que hace gimnasia colgado en una cruz a la entrada del pueblo?". Cuando Matthieu Faucher, de 40 años, oyó en 2016 que uno de sus alumnos de la escuela primaria le hacía esta pregunta, comprendió que había llegado el momento de hacer algo.
En esa
asamblea estaba presente el 80% de las familias y nadie puso objeciones. Aun en
pleno respeto de la ley francesa, que prevé la enseñanza laica del hecho
religioso, en enero de 2017 Faucher tuvo que interrumpir su minicurso de diez
horas (el 0,6% del total) porque a los responsables de la academia de
Orléans-Tours, bajo cuya jurisdicción se encuentra la escuela de Malicornay,
les llegó una carta
anónima en la que se acusaba al maestro de "proselitismo" y de haber
utilizado una "gran cantidad" de textos bíblicos para un
número de horas totalmente desproporcionado al objetivo. En resumen, Faucher
fue acusado de querer convertir al cristianismo a sus jóvenes alumnos de
Malicornay.
Tras el
inicio de la investigación administrativa, el maestro fue, primero, suspendido durante cuatro
meses a causa de "faltas evidentes y múltiples respecto a los principios
fundamentales de la neutralidad y la laicidad" y, después, trasladado a otra
escuela.
Faucher
nunca aceptó la sanción "injusta" y recurrió. En julio de 2019 el
tribunal administrativo de Limoges anuló la sanción, que juzgó
"desproporcionada", pero el gabinete del ministro de Educación, Jean-Michel Blanquer, presentó
un recurso.
Tras un año
de incertidumbre, el 21 de diciembre de 2020 llegó la "victoria total" del profesor francés: según el
Tribunal administrativo de apelación de Burdeos, "Faucher nunca, en ningún
momento, ha manifestado cualquier tipo de creencia religiosa en sus funciones
como docente". Es más, su curso permitió profundizar el tema de la laicidad
y su significado real.
"No
soy yo el que tengo prejuicios"
Ahora, el
ministerio de Educación tiene "un mes de tiempo" para restituirle su
lugar de trabajo en la pequeña escuela de Malicornay. Faucher, hablando con Tempi,
puede por fin desahogarse: "Parece que no era yo el que 'hacía un
proselitismo peligroso', ni he sido un 'perfecto imbécil'. Ni siquiera 'me
falta discernimiento'. Mi curso no ha sido ni demasiado largo ni inadecuado
para la edad de mis alumnos. ¿Se disculparán conmigo el ex director de la
academia de Indre, la rectora de la academia de Orléans-Tours y el ministro? Es
evidente que son otros, no
yo, los que tienen problemas con la religión católica".
Los
periódicos franceses han descrito a Faucher como un profesor a la antigua: va bien vestido y cuando entra en
clase hace que sus alumnos se pongan de pie y canten con orgullo La
Marsellesa. Su enfoque clásico tal vez haya suscitado celos en algunos
y que otros fruncieran el ceño, si bien "desde que me licencié en 2002, y
hasta 2017, nunca había tenido problemas de ningún tipo". Más bien al
contrario, los estudiantes y las familias siempre habían apreciado sus métodos
de enseñanza, y la lectura
de la Biblia tenía solo un objetivo didáctico.
Faucher se
limitó a las lecturas
fundamentales: el paso del Mar Rojo, la multiplicación de los panes y los
peces, el perdón de la adúltera. Y alguna escena de la película El Evangelio
según Mateo de Pasolini y de la película de animación El
príncipe de Egipto.
"En mi
familia nos transmitimos el trabajo de profesor en la escuela pública de padre
a hijo desde hace cuatro
generaciones", explica Faucher. "Pero cuando mi abuelo abordaba
en clase el tema del bautismo de los reyes de Francia, ninguno de sus alumnos
habría levantado la mano para preguntar: '¿Qué es un bautismo?'. Hoy en día los jóvenes han perdido totalmente
esta cultura y estas referencias".
Y mientras
en toda Europa, y no solo en Francia, demasiados intelectuales hacen creer que
la "descristianización" de la sociedad es un problema que atañe solo
a la Iglesia, Faucher se ha dado cuenta, desde un punto de vista laico, que no
puede enseñar la historia y la literatura de su país, embebidas de
cristianismo, sin que sus alumnos tengan, por lo menos, conocimiento de lo que
sucedió hace dos mil años. "La
'descristianización' ha llegado a niveles impensables", continúa.
"Algunos se sienten satisfechos, otros se quejan; en cualquier caso, nadie
puede negar que nuestros hijos ya no tienen las claves para comprender el mundo
que los rodea, la literatura de su país, los 1.500 años de cultura y de
historia que los han precedido. Estamos asistiendo a un desastre cultural y mi
deber, como profesor, es hacer todo lo posible para limitar los daños".
Efectivamente,
"si dentro de treinta años alguien fuera incapaz de leer una página de Victor Hugo y de Charles Baudelaire, o de
comprender un cuadro de Leonardo
da Vinci, yo me sentiría personalmente responsable como profesor. Por
desgracia, para algunos ideólogos este es un mal necesario, porque según estos
personajes la religión es perjudicial para el hombre y, con tal de hacer tabula rasa de
la religión, es necesario aniquilar la cultura que está vinculada a ella.
Para mí es algo inaceptable".
Es
realmente paradójico que Faucher, un agnóstico, haya tenido problemas por la carta de "un
imbécil que no conoce la diferencia entre catequismo y cultura". Pero aún
más grave, en su opinión, es que sus superiores no lo hayan defendido, pues han
considerado "injustificable que yo haya introducido textos bíblicos en una
escuela pública".
"Un
pilar de la civilización"
Al profesor
de Malicornay no le cabe en la cabeza que el ministro Blanquer haya podido
recurrir su absolución en 2019. "Precisamente él, que ha declarado a la
prensa en más de una ocasión que la enseñanza cultural y laica del hecho
religioso es algo necesario. Por tanto, piensa lo mismo que yo. Tal vez ha sufrido
presiones por parte de algunos funcionarios del ministerio de Educación que son
muy hostiles a la religión", supone. De hecho, los jueces han reconocido
que "todas las acusaciones
contra mí eran ridículas: son mis acusadores los que no son neutrales, los
que están cegado por el odio a la religión cristiana".
Faucher
nunca ha dejado que las calumnias le desanimaran, pero "estos cuatro años
han sido muy difíciles. Por suerte tengo una familia muy unida: mi esposa y mis
hijos han afrontado esta lucha conmigo". Los jueces han obligado al
ministerio a devolverle al profesor su lugar de trabajo en la escuela de
Malicornay y Faucher espera con confianza, como espera también "que mis
superiores me pidan perdón por los errores que han cometido". Hoy está comprometido
en el sindicato de los docentes Action&Démocratie Cfe-Cgc y espera que su
victoria sirva para que se tome conciencia. "Es necesario que el ministro
refuerce la idea de que la
Biblia es un pilar de nuestra civilización y que el papel de los docentes es
transmitir esta cultura. Nunca seremos meros ejecutores y tenemos el
derecho de utilizar nuestra libertad pedagógica en el respeto de los programas
oficiales". Más laico que esto...
Traducido por Elena Faccia Serrano.
Fuente: ReL