"La peor de todas las armas
de destrucción masiva ha sido juzgada durante mucho tiempo como inmoral. Ahora
también es finalmente ilegal". Con estas palabras, los obispos católicos
de todo el mundo, desde Europa a Japón, de Filipinas a Sudáfrica, a los que se
han unido laicos, religiosos y religiosas de una veintena de países, han
acogido la entrada en vigor del Tratado aprobado en 2017, que hace ilegal el
uso, la amenaza, la posesión y el almacenamiento de armas atómicas.
Esperanzas y temores
Es alentador, escriben, que la
"mayoría de los Estados miembros de las Naciones Unidas apoyen activamente
el nuevo tratado mediante la adopción, las firmas y las ratificaciones" y
que las encuestas muestren que la opinión pública está convencida de que las
armas nucleares deben ser abolidas. Pero la preocupación expresada por los
prelados se refiere a los riesgos que quedan de un eventual uso cuyas
consecuencias son catastróficas para la humanidad y el medio ambiente, como
también recordó el Papa en la audiencia del pasado miércoles.
"Dos ejemplos que hablan a
todas las personas - escriben los obispos - son los impactos desproporcionados
de la radiación en las mujeres y las jóvenes y los graves efectos en las
comunidades indígenas cuyas tierras han sido utilizadas para pruebas nucleares".
Con el Papa en la condena del
nuclear como arma de guerra
Los obispos reiteran su apoyo al
papel de liderazgo desempeñado por el Papa en este ámbito, con sus continuas
intervenciones a favor del desarme, y recuerdan la histórica visita de 2019 a
las ciudades bombardeadas de Hiroshima y Nagasaki con la condena que elevó el
Pontífice "a la posesión de armas nucleares por parte de cualquier
Estado". La paz -recuerdan citando a Francisco- no puede lograrse mediante
"la amenaza de la aniquilación total", y es necesario apoyar
"los principales instrumentos jurídicos internacionales de desarme y no
proliferación nuclear, incluido el Tratado de las Naciones Unidas sobre la
Prohibición de las Armas Nucleares".
La voz de los obispos se
convierte en una sola al instar a la cooperación internacional,
"esencial", subrayan, para hacer frente no sólo a la amenaza de la
pandemia, los cambios climáticos y la brecha entre ricos y pobres, sino también
a la "amenaza universal de las armas nucleares". Y en conjunto, todos
ellos, sea cual sea su procedencia, incluso de los países que poseen arsenales
nucleares o que son limítrofes, exhortan "a los gobiernos a firmar y
ratificar el Tratado", agradeciendo a los que ya lo han hecho.
El esfuerzo de la Iglesia:
verificación y desinversión
Seguidamente, la invitación a los
colegas líderes de la Iglesia para "debatir y deliberar sobre el
importante papel que la Iglesia puede desempeñar en la construcción del apoyo a
esta nueva norma internacional contra las armas nucleares". "Es
especialmente importante", escriben, " para las conferencias
episcopales nacionales y regionales, así como para las instituciones y
fundaciones católicas, verificar si los fondos relacionados con la Iglesia se
invierten en compañías y bancos implicados en la producción de armas nucleares.
Si es así, se deben tomar medidas correctivas poniendo fin a las relaciones de
financiación existentes y buscar formas de desinversión".
"Creemos - concluyen - que
el don de la paz de Dios actúa para disuadir la guerra y superar la violencia.
Por ello, en este día histórico, felicitamos a los miembros de la Iglesia
católica que durante décadas han estado al frente de los movimientos de base
para oponerse a las armas nucleares y a los movimientos católicos en favor de
la paz que forman parte de la Campaña Internacional para la Abolición de las
Armas Nucleares, ganadora del Premio Nobel (Ican)".
Gabriella Ceraso - Ciudad del
Vaticano
Vatican News