Continuando con su ciclo de catequesis sobre la oración, el Papa Francisco habló, en la Audiencia General de este miércoles 9 de diciembre, sobre la oración de petición
Continuando con su ciclo de catequesis sobre la oración, el Papa Francisco habló, en la Audiencia General de este miércoles 9 de diciembre, sobre la oración de petición.
La oración abre destellos de luz en la
más densa oscuridad
Si bien a veces podemos creer que no
necesitamos nada, que nos bastamos nosotros mismos y vivimos en la
autosuficiencia más completa, antes o después, señaló Francisco, esta ilusión
“se desvanece”. Y en estas situaciones, “aparentemente sin escapatoria”, hay
“una única salida: la oración.
La oración abre destellos de luz en la
más densa oscuridad. ¡Señor ayúdame!: esto abre el camino.
En nosotros resuena el gemido multiforme
de las creaturas
“Ora toda la creación”, afirmó también
el Santo Padre citando a Tertuliano: “oran los animales domésticos y los
salvajes, y doblan las rodillas y, cuando salen de sus establos o guaridas,
levantan la vista hacia el cielo y con la boca, a su manera, hacen vibrar el
aire. También las aves, cuando despiertan, alzan el vuelo hacia el cielo y
extienden las alas, en lugar de las manos, en forma de cruz y dicen algo que
asemeja una oración”. Y, aunque si bien los seres humanos somos los únicos
"que rezan conscientemente", nosotros “compartimos esta invocación de
ayuda con toda la creación”.
No somos los únicos que “rezamos” en
este universo exterminado: cada fragmento de la creación lleva inscrito el
deseo de Dios.
No reprimir la súplica que surge
espontánea en nosotros
Por lo tanto, continuó diciendo el Papa,
“no tenemos que escandalizarnos si sentimos la necesidad de rezar”, ni de,
cuando estamos en situación de necesidad, de "pedir”. No hay que “tener
vergüenza” de rezar: "Señor, necesito esto", "Señor, tengo esta
dificultad", "¡Ayúdame!", porque este grito llega al corazón de
Dios, que es Padre. Pero además también debemos hacerlo en los momentos
felices, no sólo en los malos, pues no debemos dar “nada por descontado o por
debido”, dado que “todo es gracia”, gracia de Dios.
Sin embargo, no reprimamos la súplica
que surge espontánea en nosotros. La oración de petición va a la par que la
aceptación de nuestro límite y de nuestra creaturalidad. […]Se puede incluso
llegar a no creer en Dios, pero es difícil no creer en la oración: esta
sencillamente existe; se presenta a nosotros como un grito; y todos tenemos que
lidiar con esta voz interior que quizá puede callar durante mucho tiempo, pero
un día se despierta y grita.
Dios responderá
Sabemos
que, hoy o mañana "Dios responderá”, aseguró Francisco, pues “no hay
orante en el Libro de los Salmos que levante su lamento y no sea escuchado:
Dios responde siempre”
La Biblia lo repite
infinidad de veces: Dios escucha el grito de quien lo invoca. También nuestras
peticiones balbuceadas, las que quedan en el fondo del corazón, que tenemos
vergüenza de expresar, el Padre las escucha.
Esto
porque el Padre "quiere donarnos su Espíritu, que anima toda oración y lo
transforma todo". Es cuestión de paciencia - dijo el Santo Padre -, de
“soportar la espera”.
Incluso la muerte
tiembla cuando un cristiano reza, porque sabe que todo orante tiene un aliado
más fuerte que ella: el Señor Resucitado.
Por
todo ello el Santo Padre animó a “aprender” a estar en espera del Señor. El
Señor – hizo presente - viene a visitarnos, no sólo en estas grandes fiestas -
Navidad, Pascua - sino que nos visita cada día en la intimidad de nuestros
corazones, si estamos a la espera. Sin embargo, “muchas veces no nos damos
cuenta de que el Señor está cerca, que llama a nuestra puerta y lo dejamos
pasar”.
"Tengo miedo de
que pase y no me dé cuenta" decía San Agustín. Y el Señor pasa, el Señor
viene, el Señor llama. Pero si tienes los oídos llenos de otros ruidos, no
escucharás la llamada del Señor.
“Estar
en espera”, concluyó el Papa: “esta es la oración”.
Ciudad del Vaticano
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