Mensaje secreto
Ayer, como todos los días, a
primera hora de la mañana, fui a sacar a Jubi de su caseta para cepillarla.
Pero, nada más verme, empezó a hacer unos sonidos extraños...
-¿Jubi? ¿Qué te pasa?
Digamos que era una especie de
gimoteo, lloriqueo, gruñido...
-Jubi, ¿qué tienes? Me estás
preocupando...
Y ella, erre que erre con su
“auuuu” extraño. Pero entonces, gimoteando de aquella manera, se acercó a mí
tan contenta y se puso a frotar su cabeza contra mi pierna... ¡Entonces lo
entendí! ¡¡Me estaba imitando!!
Resulta que, por las mañanas,
siempre la saludo diciéndole mil cosas, poniendo cada vez un tono más agudo. Me
hace mucha gracia porque, cuanto más agudo es el sonido de mi voz, ¡más rápido
mueve el rabito!
¡Al final, todos aprendemos por
imitación! Mejor o peor, con soltura o de forma cómica, ¡pero todos podemos
aprender el lenguaje del amor! Y por eso Cristo insiste en saludarte cada
mañana. Cada amanecer, cada rayo de luz, ¡cada respiración!, es toda una
declaración del amor que el Señor siente por ti.
La clave está en saber actuar
como Jubi. En mi caso, yo soy de las que salen de la “caseta” a galope tendido,
dispuesta a exprimir el día desde el minuto 1... En cambio ella sale con toda
calma, deteniéndose un rato a mis pies a recibir caricias, ¡y voces agudas!
Efectivamente, el amor necesita
cierto ambiente, un clima de acogida, de detenerse a disfrutar. Porque Cristo
es un caballero: no impone su amor, sino que lo ofrece, aun arriesgándose a
pasar desapercibido. Y, eso sí, ¡nunca se rinde! Si hoy no te has detenido,
¡igualmente mañana volverá!
Hoy el reto del amor es detenerse
a los pies de Cristo. Dedica unos minutos a estar con Él, empápate de su amor,
¡para luego transmitirlo! Aunque no sea tan perfecto como el Suyo, ¡ama! Si
Jubi es capaz de “gimotear en agudo”, ¡tú también puedes “amar en estado puro”!
VIVE DE CRISTO
Fuente: Dominicas de Lerma