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Imagen referencial / Crédito: Dominio Público |
Santa Gertrudis la Grande
(1256-1302) es mejor conocida por su oración por las almas del Purgatorio, la
cual rezamos este mes, en su fiesta (16 de noviembre), por nuestros
queridos difuntos.
“Padre eterno, yo te ofrezco la
preciosísima sangre de tu Divino Hijo Jesús, en unión con las Misas celebradas
hoy día a través del mundo por todas las benditas ánimas del Purgatorio,
por todos los pecadores del mundo. Por los pecadores en la Iglesia universal,
por aquellos en propia casa y dentro de mi familia”.
Si estas almas son “benditas”,
¿no deberían estar en el Cielo? Y a la inversa: ¿Esas almas en el Purgatorio no
son de alguna manera no benditas?, son las preguntas que llevó a Kevin a
investigar sobre el Purgatorio.
El profesor del departamento de
estudios religiosos de la Universidad de Niágara, P. Joseph G. Hubbert, recordó
en la entrevista dada a NCRegister los tiempos difíciles en que vivió Santa
Gertrudis y comentó que para “los pobres que quedaron aquí en este Valle de las
Lágrimas, consignados a una vida de trabajo duro, trabajo pesado, enfermedades
y el estallido ocasional de la guerra, el Purgatorio fue, de hecho, un lugar
‘sagrado’. Fue visto como un respiro del sufrimiento aquí en la tierra, un
sufrimiento que era diferente del sufrimiento del Purgatorio”.
El P. Hubbert también señaló que
después de la vida en esta tierra, que inevitablemente termina en la muerte, el
Purgatorio es un lugar que tiene una sola dirección: “al Cielo”.
Lo que no quiere decir que el
viaje a través del Purgatorio sea fácil o sin dolor. De hecho, aunque los
doctores de la Iglesia desde San Agustín hasta San Gregorio Magno hablaron
sobre el fuego purificador del Purgatorio, Tomás de Aquino nos recuerda que el
dolor más pequeño en el Purgatorio es peor que el mayor sufrimiento en la
tierra. Sin embargo, esta agonía se compensa con la “certeza de la salvación”.
Estas tres palabras, “certeza de
salvación”, señala Kevin, son las que hacen que las almas del Purgatorio sean
“benditas” (aunque ciertamente también son almas “pobres”, frente a las almas
del Cielo que están experimentando la visión beatífica). Mientras están en lo
que el Catecismo llama un “fuego de limpieza”, un concepto difícil, pero que
Kevin clarifica con el recuerdo de su padre, cuando esterilizó una aguja bajo
una llama antes de quitar una astilla del pie cuando era niño.
Santa Gertrudis, quien es una de
las pocas santas con el título “la Grande”, era ciertamente una mujer adelantada
a su tiempo. Sus visiones y devoción al Sagrado Corazón de Jesús fueron
anteriores a la difusión más popular y extendida de Santa Margarita María
Alacoque en Francia por más de 300 años.
Además, su concepto de las almas
del Purgatorio no es solo una exposición de caricaturas dantescas que sufren
todos los medios y modos de castigo, sino de almas santas, almas santificadas.
Llevando a ver a una mujer cuya perspicacia en la espiritualidad mística es
relevante para nosotros incluso hoy en día.
Fuente: ACI Prensa