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Sor Mara Grace lleva 14 años como dominica de Santa Cecilia y ahora es directora de vocaciones |
Ahora, como responsable de
vocaciones, afirma que “mirando hacia atrás me doy cuenta de que a lo largo de
mi discernimiento el Señor continuó revelándome los verdaderos deseos
de mi corazón”. Y esta experiencia propia le sirve ahora para ayudar a
discernir a las decenas de jóvenes que siguen llamando a la puerta de su
convento en Nashville.
El primer cuestionamiento
interior
“Tuve la suerte de crecer
en una familia amorosa y presenciar un hermoso matrimonio. Ver el amor de mis
padres el uno por el otro y por el Señor naturalmente me hizo soñar con
un futuro esposo y mi propia familia”, relata a Catholic News Service.
Un elemento fundamental en
su camino vocacional se produjo cuando para su “sorpresa”, siendo ella
adolescente, su hermano mayor anunció a la familia que Dios le estaba
llamando a ser sacerdote.
“Me quedé atónita”, reconoce
Mara Grace, porque “en ese momento, los únicos sacerdotes que conocía tenían
más de 60 años, así que no me daba cuenta todavía que los hombres se unieran al
sacerdocio. Así que imaginé que debía haber algo mal con mi hermano”.
Sin embargo, dos años más
tarde cambió completamente de opinión. “Cuando presencié su primera profesión
de votos y especialmente la postración ante el altar supe en el fondo
de mi corazón que mi hermano estaba respondiendo a entregar su vida”,
agrega.
Además, la “alegría
manifiesta” de su hermano también le ayudó a ver que sólo un amor verdadero
hace que uno ofrezca así su vida entera. Por ello, afirma que este hecho
“despertó en mi corazón un profundo deseo de hacer algo radical por
Dios”.
“Este deseo siguió
resonando en mi corazón mientras el Señor me atraía hacia él a través de los
sacramentos, la adoración eucarística, la catequesis y las buenas
amistades. Mis prioridades comenzaron a cambiar y mi enfoque cambió”, explica
esta dominica.
Su perspectiva sobre la
vida cambió. Si antes cualquier decisión se basaba en la pregunta “¿qué
quiero?” ahora lo hacía en oración con un “Señor, ¿qué
quieres?”.
La visita a las dominicas
de Nashville
De este modo, Sor Mara
recuerda que su “primer encuentro con la vida religiosa fue durante mi primer
año de secundaria. Mi padre me habló sobre un retiro que estaba teniendo lugar
en la casa madre de las Hermanas Dominicas de Santa Cecilia en Nashville, Tennessee. Al
principio me intimidaba la idea de pasar tiempo en un convento. Pero
decidí llamar a la directora de vocaciones para preguntar sobre el retiro. La agradable
voz y la cálida personalidad de la hermana me dieron el valor para
inscribirme”.
Su experiencia en aquel
retiro fue una “gracia tremenda”. Allí descubrió que las monjas “estaban llenas
de alegría y vida” y le impresionó que “cada hermana fuera ella misma,
con su propia personalidad y sus dones, y que cada hermana poseyera una
libertad inconfundible. Al final del retiro quería ser religiosa”.
Pero una vez volvió a su
casa ese deseo “se desvaneció” o “pareció hacerlo” por su sueño de ser
esposa y madre en el futuro. Sor Mara recuerda que cuando su último
año de instituto y tenía que tomar una decisión con su vida “decidí ir a la
universidad y dejar la cuestión del discernimiento en un segundo plano”.
Estudiaba en una pequeña
universidad católica y allí también fue profundizando en su relación con Dios y
la fe tanto en las clases como en la vida universitaria. De aquellos años, la
ahora monja evoca lo “maravilloso que fue estar rodeado de la fe, y de
hecho, durante mi segundo año me sorprendí cuando comencé a sentirme
inquieta”.
“No estaba seguro de cuál
podría ser la fuente de esta inquietud, pero sabía que necesitaba un cambio.
Decidí cambiarme a una universidad diferente, pero ese verano el pensamiento de
la vida religiosa siguió aflorando. Al acercarme más a Cristo en la
universidad, había comenzado a aprender más profundamente cómo escuchar su voz,
y no podía negar que me estaba invitando a considerar la vida religiosa
nuevamente”, explica Sor Mara.
"No puedo imaginar mi
vida de otra manera"
Entonces decidió acudir
nuevamente al convento de las dominicas de Santa Cecilia en Nashville. Afirma
que allí recibió “la gracia de comprender mejor mis deseos” y vio claro que “Cristo
me invitaba a entregarme sólo a Él”.
Por ello, esta religiosa
asegura que “esta comprensión me dio tanta alegría que se convirtió en una
fuente de paz. Entré en Santa Cecilia como postulante ese verano. Ahora, después
de 14 años como hermana dominica, no puedo imaginar mi vida de otra manera”.
“En su voluntad, al
permitir que sus deseos sean nuestros, ¡está nuestra paz!”,
concluye.
Javier
Lozanio
Fuente: ReL
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