Tal día
como hoy, alzó su voz en el Congreso de los Diputados la primera mujer en la historia
parlamentaria española
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Dominio público |
Hace menos de un siglo, en muchos estados el sufragio femenino se
encontraba aún en fase de proyecto; las mujeres salían a las calles a
reivindicar su derecho al voto y a poder participar en la vida política. En
España no se consiguió hasta el año 1931, pero poco antes, durante la breve
dictadura de Primo de Rivera, un puñado de mujeres pudieron participar en la
llamada Asamblea Nacional.
Se trata de nombres conocidos como María de Maeztu, Carmen Cuesta o
Natividad Rodríguez. Hasta trece mujeres se
incorporaron al hemiciclo, entre ellas, Concepción Loring Heredia, quien tuvo
el honor de convertirse en la primera mujer en hablar en un espacio en el que
actualmente lo hacen decenas de mujeres de manera habitual, cuenta Aleteia.
Concepción estaba a punto de cumplir los 60 años cuando escribió esta
página de la historia de las mujeres en España. Hasta entonces, había llevado
una vida tranquila en Úbeda. En 1893 se
casó con Bernardo de Orozco, Marqués de la Rambla y Grande de España, con el
que tuvo dos hijos. Años después, bajo la dictadura de Primo de Rivera,
Concepción Loring aceptó el reto junto a otras mujeres de ocupar un escaño en
el Congreso, donde se había formado la Asamblea Nacional,
asumiendo un cargo en la sección de Acción Social, Sanidad y Beneficencia.
El 23 de noviembre de 1927 subió al estrado para hablar sobre la enseñanza
religiosa en los estudios de Bachillerato. «Quiero que mis primeras frases sean
para saludar al Gobierno de Su Majestad y a toda la Asamblea, sintiendo después
la necesidad de encontrar disculpa por lo que pudiese parecer osadía el ser la
primera mujer que hace uso de la palabra desde este sitio, y siendo tan notoria
la superior competencia de mis compañeras». Con estas palabras, recogidas en el
Diario de Sesiones del Congreso de los Diputados, Concepción Loring iniciaba su
discurso que se centraría en una cuestión que ella misma consideró que «más que
de ciencia, puede llamarse de conciencia».
En su intervención, Concepción denunció que la Religión en el nivel de
estudios de Bachillerato solamente se consideraba una asignatura voluntaria,
algo en lo que no estaba en absoluto de acuerdo, y que suponía, en su opinión,
«una sentencia de muerte de la asignatura».
Para ella, era necesario que los jóvenes crecieran con un conocimiento
amplio de la religión para poder escoger su propia fe. Así lo explicaba: «El
fantasma de la libertad de conciencia no debe ya agitarse, porque solo la
ignorancia o la mala fe pueden confundir la obligación de estudiar con la
imposición de la creencia. El hombre debe saber por qué cree o por qué deja de
creer. Al privar a los bachilleres de estos conocimientos se les da una notable
inferioridad con las mujeres de alguna ilustración, que, aun las que no hemos
hecho estudios especiales, estamos perfectamente seguras de nuestra fe y
enteradas de por qué no creemos en Buda, ni nos identificamos con Mahoma, ni
nos hacen mella las disertaciones de Confucio».
La cuestión de la educación religiosa continuó siendo y es hoy en día, una
cuestión que provoca encendidos debates. Concepción Loring defendió su postura
con determinación.
Fuente: Alfa y Omega