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Beverly McMillan es médico |
Finalmente, experimentó una fuerte conversión
al cristianismo que a su vez le fue llevando a una visión provida, primero
dejando de hacer abortos y más tarde convirtiéndose en activista. Durante años
ha sido la presidenta de Pro-Life Mississippi.
En
ese periodo empezó a salir con el que ahora es su marido. Se casaron en 1965.
Él era agnóstico y su visión del mundo era muy liberal. Este hecho y el entorno
universitario influyeron mucho en McMillan. Al salir de la universidad estaba completamente secularizada.
Abortos
ilegales en hospitales
En la
universidad no se hablaba del aborto, pero una vez licenciada lo conoció de
primera mano. En su época de residencia en 1969, McMillan fue enviada al
Hospital del Condado de Cook en Chicago. Rotó en tres puestos: una fue de
obstetricia para ayudar en los partos. Otro fue en el ámbito quirúrgico donde
realizaban cesáreas. El
tercero fue algo llamado “infected OB”.
Fue aquí donde
McMillan vio por primera
vez el aborto. Durante la noche llegaban mujeres embarazadas y entonces se
dio cuenta que allí realizaban abortos ilegales. Cuando concluyeron estas
prácticas –asegura esta mujer- “no tenía otro punto de vista que el del
humanismo secular en ese momento. Pensé: 'Esto debe ser lo mejor’. Y me pareció razonable
legalizar el aborto y dejar que la comunidad médica comenzase a asumir alguna
responsabilidad para que estas mujeres no tuvieran que acudir por una vía
ilegal”.
McMillan
estaba convencida que ayudándolas a abortar estaba ayudando a las mujeres. Una
vez terminada su formación se trasladó junto a su marido a Kentucky. En 1972,
ella y una residente que había conocido abrieron su propia clínica privada.
“Fue divertido, ya sabes, dos chicas contra el mundo”. Y entonces llegó 1973 y
la histórica sentencia Roe v Wade que legalizó el aborto
en los 50 estados.
Su
propia clínica abortista
“Cuando nos dimos cuenta de que
realmente era legal, pensamos en comenzar a ofrecer el aborto en nuestra
clínica. Empezamos a realizar abortos en el primer trimestre. Solo
íbamos a hacer abortos en el primer trimestre porque las complicaciones
aumentan exponencialmente a medida que avanza el embarazo. No queríamos
meternos en grandes problemas".
McMillan
ejerció en Kentucky desde 1972 hasta 1974, cuando le ofrecieron a su esposo una
maravillosa oportunidad de trabajo en Jackson, Mississippi. Así que en
1975 esta doctora abrió su clínica en Jackson en 1975. También asumió un
trabajo en el University Medical Center. Mientras trabajaba en la Universidad, conoció a un grupo de
personas que querían abrir un centro de abortos en el estado.
“Esto
fue en 1975, dos años después de Roe y no había ninguna clínica de
abortos en el estado. Tenían
todo lo que necesitaban, excepto un abortista. Nadie quería presentarse y
ser identificado, supongo. Entonces me preguntaron si estaba interesada",
relata.
Ella
sabía que este trabajo no era popular, porque los médicos que practican abortos
no están especialmente bien vistos entre sus compañeros. Pero le dio igual y aceptó la oferta.
El
encuentro con una cristiana
Sin
embargo, ese verano McMillan conoció en una charla sobre educación para el
parto a una mujer, Bárbara, que acabaría convirtiéndose en fundamental en su
vida. “No tardamos mucho tiempo
en darnos cuenta de que ella era cristiana y yo una pagana. Ella era
simplemente encantadora. Me estaba preguntando sobre mi consulta y cuando le
dije que me estaba preparando para abrir esta clínica de abortos se horrorizó.
Pero ella se fue a casa después de eso y llamó a su mejor amiga e hicieron una
cadena de oración por teléfono para rezar por mí”. Seis meses después, esta
doctora se encontraría con Cristo.
McMillan
encarnaba el ideal del éxito. Tenía una casa enorme, coches, varias posesiones
y dinero. Pero se sentía
profundamente deprimida, así que decidió acudir a una librería a comprar el
libro de Norman Vincent Peale, El poder del pensamiento positivo, el que se puede
considerar el primer libro de auto-ayuda.
Leyó
la lista de pasos a seguir y trató de ponerlos en práctica. Todos menos uno. El
número siete en la lista afirmaba: “Hacer todas las cosas en Cristo, que me
fortalece". “Pensé, ¿qué
tipo de basura compré en esta librería? Creía que había comprado un
libro de psicología y esto era de un chiflado religioso”, cuenta esta mujer.
Sin embargo,
tras posponerlo todo lo que pudo, McMillan finalmente se rindió decidió poner
en práctica ese punto. Y entonces sintió la presencia de Dios con ella. Comenzó
a llorar y se sintió abrumada por la emoción. Ese fue el catalizador que la llevó a buscar a Dios. Al
final del libro, Peale recomendaba leer la Biblia todos los días y encontrar
compañerismo cristiano. Por ello, decidió comprar una Biblia y pasar más tiempo
con la única amiga cristiana en la que podía pensar: Bárbara. Y así acabó yendo
a la iglesia.
El
trabajo del Señor
Pero
Beverly McMillan todavía no era provida, aún deberían pasar dos años antes de
que dejara de trabajar en la clínica de abortos. “Hubo mucho trabajo que el Señor tuvo que hacer. Lo primero
de lo que el Señor comenzó a hablarme no fue el aborto, fue mi relación con mi
esposo. Mi vida necesitaba una rehabilitación total", reconoce.
Si bien no se convirtió en provida de inmediato, comenzó a sentirse cada vez más incómoda trabajando en la clínica de abortos. Lo que solía ser fácil, comenzó a volverse cada vez más difícil. Una noche, cuenta que le estaba mostrando a una empleada cómo contar las partes fetales para asegurarse de que el aborto fuera completo.
Al mirar aquellos restos del bebé de 12 semanas abortado, McMillan
vio el brazo y el músculo bíceps del bebé abortado sobre la mesa. “Pensé en mi hijo menor y cómo
solía andar mostrando sus músculos. Esto fue un momento de Dios, un
momento del Espíritu Santo”. Se dio cuenta de que aquellos restos podían ser
perfectamente de su hijo. Desde ese momento no realizó ni un aborto más aunque
siguió de momento actuando como directora de la clínica.
A su
vez continuaba yendo a la iglesia y, al sentarse bajo la predicación de la
Palabra de Dios y escuchar el Evangelio supo que necesitaba hacer una profesión pública de fe y ser bautizada,
además dejar la clínica de abortos.
El
problema es que ella todavía "no
era provida" sino que "simplemente ya no podía hacer abortos".
Y
entonces una cita del Génesis la tocó de tal manera que fue ahí cuando se
convirtió en plenamente provida. Era la siguiente: “Quien vertiere sangre de
hombre, por otro hombre será su sangre vertida, porque a imagen de Dios hizo Él al
hombre". (Gn 9, 6).
También
se dio cuenta de que a pesar de que había dejado de hacer abortos, seguía recetando métodos
anticonceptivos como los DIU que causan "miniabortos". Y así
su historia avanzaba.
Una
incansable activista provida
Desde
entonces, ella ha compartido su historia con muchas personas, educándolas sobre
la vida en el útero y las realidades del aborto. Ha ayudado a bebés que se
salvaron del aborto. Ha testificado en la corte a favor de proyectos de ley
pro-vida y contra abortistas que han herido a mujeres. También ha participado en
activismo en las calles asesorando a mujeres y rescatando a mujeres que acudían
a abortar. Esta abortista se acabó convirtiendo en un auténtico referente
provida, gracias a Dios.
J. Lozano
Fuente: ReL