Experiencia
constructiva
Hola,
buenos días, hoy Sión nos lleva al Señor. Que pases un feliz día.
¡Ya
hemos terminado de poner las ventanas! La verdad es que yo no tengo ni idea de
albañilería, pero, después de esta semana, ¡tengo un máster!
Sin
embargo, no pienses que ha ido todo sobre ruedas...
Resulta
que, en uno de los espacios, pusimos el marco de la ventana y comenzamos a
levantar el muro. Yo me encargué de ir poniendo las rasillas (ladrillos finos)
y levantar la pared alrededor. Lo que no me di cuenta es que el marco se fue
inclinando ligeramente... Total que, cuando quisimos poner los cristales, ¡no
entraban!
¿La
solución? Tirar el muro recién construido y volver a levantarlo (asegurándose
de que el marco esté perfectamente recto).
Con
el tiempo que me había llevado levantarlo... ¡¡lo tiramos en menos de un
minuto!! ¡Ay, qué lástima! En fin, qué le vamos a hacer... vuelta a empezar...
Justo
entonces me vino a la cabeza aquella profecía: “Los que te reconstruyen van más
aprisa que los que te destruyen” (Is 49, 17). Sabemos que nuestro Dios es el
Dios de lo imposible, que su lógica es distinta a la nuestra... pero, después
de aquella experiencia, ¡esa Palabra parecía una locura!
Para
destruir no se necesita más que un segundo, pero, para levantar, ¡hay que
echarle paciencia!
Sin
embargo, “para Dios nada hay imposible”. Viendo aquellos escombros en el suelo,
sentía la esperanza que Cristo nos regala. Si Él promete que puede
reconstruirnos, ¡es porque quiere y puede hacerlo!
Cuántas
veces sentimos que está todo perdido, que no hay nada más que hacer... Y,
sí, si lo vemos en solitario, podemos rendirnos; ¡la clave está en mirar de la
mano de Cristo! No hay ninguna ruina que Él no pueda reconstruir. La esperanza
es en realidad la confianza de que Su amor no fallará.
Hoy
el reto del amor es tener esperanza. Cristo es el Señor del tiempo, ¡y Él
siempre tiene un plan! Te invito a que pongas en Sus manos esa parte de tu
corazón que sientes en ruinas, ¡te aseguro que Él está deseando levantarlo de
nuevo! Y hará que tu corazón tenga una hermosa ventana, por la que entre la luz
de Su amor... ¡e ilumine a los de tu alrededor! ¡Feliz día!
VIVE
DE CRISTO
Fuente:
Dominicas de Lerma