A TODAS LAS HORAS
Dominio público |
II. Cualquier hora y circunstancia son buenas para el apostolado. El ejemplo
de los primeros cristianos.
III. Todo el que haya pasado cerca de nuestra vida debería poder decir que se
sintió movido a vivir más cerca de Cristo.
“En aquel tiempo, dijo
Jesús a sus discípulos esta parábola: -«El reino de los cielos se parece a un
propietario que al amanecer salió a contratar jornaleros para su viña. Después
de ajustarse con ellos en un denario por jornada, los mandó a la viña.
Salió
otra vez a media mañana, vio a otros que estaban en la plaza sin trabajo, y les
dijo: "Id también vosotros a mi viña, y os pagaré lo debido." Ellos
fueron. Salió de nuevo hacia mediodía y a media tarde e hizo lo mismo. Salió al
caer la tarde y encontró a otros, parados, y les dijo: "¿Cómo es que
estáis aquí el día entero sin trabajar?" Le respondieron: "Nadie nos
ha contratado." Él les dijo: "Id también vosotros a mi viña."
Cuando oscureció, el dueño de la viña dijo al capataz: "Llama a los
jornaleros y págales el jornal, empezando por los últimos y acabando por los
primeros."
Vinieron los del atardecer y recibieron un denario cada uno.
Cuando llegaron los primeros, pensaban que recibirían más, pero ellos también
recibieron un denario cada uno. Entonces se pusieron a protestar contra el amo:
"Estos últimos han trabajado sólo una hora, y los has tratado igual que a
nosotros, que hemos aguantado el peso del día y el bochorno. Él replicó a uno
de ellos: "Amigo, no te hago ninguna injusticia. ¿No nos ajustamos en un
denario? Toma lo tuyo y vete. Quiero darle a este último igual que a ti. ¿Es
que no tengo libertad para hacer lo que quiera en mis asuntos? ¿0 vas a tener
tú envidia porque yo soy bueno?' Así, los últimos serán los primeros y los
primeros los últimos»” (Mateo 20,1-16).
I. Para todos los hombres
hay una llamada de parte de Dios, y si somos fieles, recibiremos como premio la
gloria eterna, la participación de la misma vida de Dios (F.M. MONSCHNER, Las
parábolas del reino de los Cielos) Unos reciben la llamada en amanecer de su
vida, cuando son muy jóvenes. Otros, cuando ya han recorrido una buena parte
del camino, y en cualquier circunstancia que presenta el mundo en que vivimos.
Para todos espera el premio del Cielo.
Trabajar
en la viña del Señor, en cualquier edad en que nos encontremos, es colaborar
con Cristo en la Redención del mundo. Quien se siente llamado a trabajar en la
viña del Señor debe, de muy diversos modos, “participar en el designio divino
de la salvación y ayudar a los demás a fin de que se salven. Ayudando a los
demás se salva a sí mismo” (JUAN PABLO II, Sobre la virtud de la prudencia) No
sería posible seguir a Cristo, si a la vez no trasmitimos la alegre nueva de su
llamada a todos los hombres.
II. El Señor llama a los
hombres en horas muy diversas de su vida. Así, para nosotros, cualquier momento
es bueno para el apostolado. Dios llama a cada uno de acuerdo a sus
circunstancias personales, con su modo peculiar, con sus defectos y también con
sus virtudes. Sin embargo, muchos morirán sin conocer a Cristo, porque nadie
les transmitió la llamada del Señor. Los primeros cristianos aprendieron bien
que el apostolado no tiene limitaciones de personas, lugares o situaciones.
Todas
las situaciones eran buenas para acercar las almas a Cristo, incluso las que
humanamente podrían parecer menos adecuadas, como la de comparecer ante un
tribunal: cuando San Pablo, prisionero en Cesarea, habla en defensa propia ante
el procurador y el rey, les desvela los misterios de la fe, de tal forma que
mientras se defendía de este modo, (Hechos 26, 24-32) anunciaba la resurrección
de Cristo. Más tarde el rey Agripa dirá a Pablo: Un poco más y me convences de
que me haga cristiano.
III. Ninguno de nuestros
parientes, de los amigos, de los vecinos..., de quien estuvo con nosotros una sola
tarde, o realizó un mismo viaje, o trabajó en la misma empresa, o estudió en la
misma Universidad... debería decir que no se sintió contagiado de nuestro amor
a Cristo.
Muchos
se sentirán movidos por nuestra palabra, por el ejemplo de nuestro trabajo bien
acabado, por la serenidad ante el dolor o por el trato cordial que hunde sus
raíces en la caridad.
Trabajar
para Cristo es reinar y motivo de acción de gracias. Pidamos ayuda a San José
para que nos enseñe a gastar la vida en el servicio a Jesús, mientras
realizamos con alegría nuestro quehacer en el mundo.
Textos basados en ideas de Hablar con Dios de F. Fernández Carvajal.
Fuente: Almudi.org