Para
muchos, después de la Virgen, es la representación de la santidad de la
maternidad
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Quizá
no hayas oído hablar mucho (o nada) de ella pero sí de alguno de sus hijos.
Emelia de Cesarea nació en Capadocia entre finales del siglo III y comienzos
del siglo IV. Se casó con Basilio el Mayor y con él tuvo 9 hijos (algunos
aseguran que fueron 10).
Toda su vida siguió el
ejemplo de maternidad de María y, aunque a través de este camino forjó su
santidad, es reconocida como tal tanto por la iglesia católica como la ortodoxa.
Su voluntad religiosa tuvo
como consecuencia que cuatro de sus hijos también se convirtieran en doctores y
teólogos de la iglesia hasta convertirse en santos. Sin embargo, cada uno tuvo
una personalidad y aproximación a Dios diferente, demostrando que la santa les
inculcó el camino religioso y les dio distintas herramientas, pero no les trazó
una única ruta.
Uno de los más conocidos es
San Basilio el Grande, quien fue un prominente clérigo de su época y hasta
llegó a ser obispo de Cesarea. Además, formó el primer monasterio que hubo en
Asia Menor.
Otro fue Gregorio de Nisa
que, junto a su hermano Basilio, es considerado uno de los Padres Capadocios.
También está Pedro de
Cesarea, que llegó a ser obispo de Sebaste; y por último, Macrina la Joven, con
quien Santa Emelia pasó gran parte de su vida en oración en un convento luego
de que falleciera su esposo y hasta su muerte.
Para
muchos, después de la Virgen, es la representación de la santidad de la
maternidad. Una
mujer que vivió su vida con virtudes y que, mediante la educación, pero sobre
todo el ejemplo, guió e inspiró a todos quienes la rodeaban (especialmente sus
hijos) a seguir la ruta de la cristiandad.
Adriana Bello
Fuente:
Aleteia