Palabras
del Papa antes de la oración mariana
Regina Coeli 3 mayo 2020 © Vatican Media |
En
este 4º Domingo de Pascua, Domingo del Buen Pastor, el Papa desde la biblioteca
del Palacio Apostólico del Vaticano antes del rezo del Regina Coeli nos habla
del Buen Pastor que nos llama por nuestro nombre, nos llama porque nos
ama.
También
nos dice cómo distinguir la voz del maligno de la de Dios: Está la voz de Dios,
que amablemente habla a la conciencia, y está la voz tentadora que induce al
mal. “La voz de Dios nunca obliga, se propone no impone, nos corrige y
consuela con esperanza. Sin embargo la voz del maligno nos distrae del presente
y quiere que nos centremos en el temor del futuro o en las tristezas del
pasado, no quiere la voz del presente: saca a la superficie la amargura, los
recuerdos de los males sufridos, de los que nos hicieron daño y tantos
recuerdos feos”.
He aquí las palabras del
Papa antes de la oración mariana:
Palabras del Papa
Queridos
hermanos y hermanas, ¡buenos días!
El
cuarto domingo de Pascua, que celebramos hoy, está dedicado a Jesús el Buen
Pastor. El Evangelio dice: “Las ovejas escuchan su voz; él llama
a sus ovejas, a cada una por su nombre” (Jn. 10,3). El Señor nos llama por
nuestro nombre, nos llama porque nos ama. Pero, dice el Evangelio de nuevo,
hay otras voces, que no debemos seguir: las de los extraños, ladrones y
malhechores que quieren el mal de las ovejas.
Estas
diversas voces resuenan dentro de nosotros. Está la voz de Dios, que
amablemente habla a la conciencia, y está la voz tentadora que induce al mal.
¿Cómo reconocer la voz del buen Pastor de la del ladrón, cómo distinguir la
inspiración de Dios de la sugestión del Maligno? Se puede aprender a discernir
estas dos voces: de hecho, estas dos hablan idiomas diferentes, es decir,
tienen formas opuestas de tocar a nuestros corazones, hablan lenguas
diferentes, como nosotros sabemos distinguir una lengua de otra, nosotros
podemos distinguir la voz de Dios de la del maligno.
La voz de Dios nunca obliga: Dios se propone,
no se impone. En cambio, la voz maligna seduce, agrede, obliga: despierta
ilusiones deslumbrantes, emociones alentadoras, pero pasajeras. Al principio
nos halaga, nos hace creer que somos todopoderosos, pero luego nos deja vacíos
por dentro y nos acusa: “Tu no vales nada”. La voz de Dios, por otra parte, nos
corrige, con tanta paciencia, pero siempre nos anima, nos consuela siempre,
alimenta la esperanza. La voz de Dios es una voz que tiene un horizonte, en
cambio la voz del maligno lleva a un muro a una esquina.
Otra
diferencia. La voz del enemigo nos distrae del presente y quiere que nos
centremos en el temor del futuro o en las tristezas del pasado, no quiere la
voz del presente: saca a la superficie la amargura, los recuerdos de los males
sufridos, de los que nos hicieron daño y tantos recuerdos feos. En cambio, la
voz de Dios habla al presente: “Ahora puedes hacer el bien, ahora puedes
ejercitar la creatividad del amor, ahora puedes renunciar a los
arrepentimientos y remordimientos que tienen prisionero tu corazón”. Nos anima,
nos lleva adelante, pero habla al presente.
De
nuevo: las dos voces plantean diferentes preguntas en nosotros. Aquella que
viene de Dios será: “Que es bueno para mí?” En su lugar, el tentador insistirá
en otra pregunta: “¿Qué cosa me gustaría hacer?” “¿Qué cosa me gustaría?”: la
voz malvada siempre gira en torno al yo, a sus impulsos, a sus necesidades,
al todo y de inmediato. Es como los engreimientos de los niños,
todo ahora. La voz de Dios, por otro lado, nunca promete la alegría a bajo
precio: nos invita a ir más allá de nuestro yo para encontrar el verdadero bien,
la paz. Recordemos: el mal nunca nos da paz, nos pone en un frenesí primero y
deja la amargura después, este es el estilo del mal.
Finalmente,
la voz de Dios y la del tentador hablan en diferentes “ambientes”: el enemigo
prefiere la oscuridad, la falsedad, las habladurías; el Señor ama la luz del
sol, la verdad, la transparencia sincera. El enemigo nos dirá: “¡Enciérrate en
ti mismo, porque nadie te entiende, ni te escucha, no confíes!”. El bien, al
contrario, nos invita a abrirnos, a ser claros y a confiar en Dios y en los
demás. Queridos hermanos y hermanas, en este tiempo tantos pensamientos y
preocupaciones nos llevan de vuelta a nosotros mismos. Prestemos atención a las
voces que llegan a nuestro corazón. Preguntémonos de dónde vienen. Pidamos la
gracia de reconocer y seguir la voz del buen Pastor, que nos hace salir de los
recintos del egoísmo y nos conduce a los pastos de la verdadera libertad. Que
Nuestra Señora, Madre del Buen Consejo, oriente y acompañe nuestro
discernimiento.
Raquel
Anillo
Fuente:
Zenit