EL EXAMEN PARTICULAR
II. Fin y materia del
examen particular.
III. Constancia en la lucha.
La fidelidad en los momentos difíciles se forja cada día en lo que parece
pequeño.
«Jesús, conociendo en su
interior que sus discípulos murmuraban de esto, les dijo: ¿Esto os escandaliza?
¿Pues y si vierais al Hijo del Hombre subir a donde estaba antes? El espíritu
es el que da la vida, la carne de nada sirve: las palabras que yo os he hablado
son espíritu y son vida. Sin embargo, hay algunos de vosotros que no creen.
En
efecto, Jesús sabía desde el principio quiénes eran los que no creían y quién
era el que le iba a entrega. Y decía: Por eso os he dicho que ninguno puede
venir a mí si no le fuera dado por el Padre. Desde entonces muchos discípulos
se echaron atrás y ya no andaban con él. Entonces Jesús dijo a los doce:
¿También vosotros queréis marcharos? Le respondió Simón Pedro: Señor ¿a quién
iremos? Tú tienes palabras de vida eterna; y nosotros hemos creído y conocido
que tú eres el Santo de Dios.» (Juan 6, 61-69)
I. Muchos discípulos
abandonaron al Señor cuando les habló de la Sagrada Eucaristía. Los Doce
permanecen, son fieles a su Maestro y Señor. Tampoco comprendieron mucho, pero
permanecieron junto al Señor. ¿Por qué se quedaron? ¿Por qué fueron leales en
momentos de deslealtades? Porque les unía a Jesús una honda amistad, porque le
trataban diariamente y habían comprendido que Él tenía palabras de vida eterna,
porque le amaban profundamente.
Mientras
estemos en este mundo, la vida del cristiano es una lucha constante entre amar
a Cristo y el dejarse de llevar por la tibieza, las pasiones o un
aburguesamiento que mata el amor. La fidelidad a Cristo se fragua cada día en
la lucha contra todo lo que nos aparta de Él, en el esfuerzo por progresar en
las virtudes. El examen particular nos ayuda a luchar con eficacia contra los
defectos y obstáculos que nos separan de Cristo y de nuestros hermanos los
hombres, nos facilita el modo de adquirir virtudes y limar asperezas, y nos
concreta las propias metas de la vida interior.
II. Mediante el examen
general llegamos a conocer las razones últimas de nuestro comportamiento; con
el examen particular buscamos los remedios eficaces para combatir determinados
defectos o para crecer en las virtudes. Es muy importante que nos conozcamos y
nos demos a conocer en la dirección espiritual, que es donde habitualmente
fijaremos el tema de este examen.
Muchos
pueden ser los temas: cuidar la presencia de Dios, la puntualidad desde la hora
de levantarnos, tener paciencia con nosotros mismos y con los que convivimos,
suprimir la murmuración, evitar la brusquedad, ser más agradecidos, más
ordenados, o aumentar el trato con nuestro Ángel Custodio. Un examen particular
que dejará una profunda huella, si luchamos, puede ser el amar y vivir mejor la
Santa Misa y la Comunión. Debemos pedir luces al Señor para conocer en lo qué
Él quiere que luchemos: Domine, ut videam! (Marcos 10, 48), ¡Señor, que vea! Le
decimos como el ciego de Jericó. Y pedir ayuda en la dirección espiritual.
III. No nos debe extrañar si
alcanzar con nuestra lucha el objetivo propuesto en el examen particular nos
lleva tiempo. Lo normal es que se trate de un defecto arraigado, y que sea
necesaria una lucha paciente, recomenzando una y otra vez sin desánimos, con
humildad, fortaleza y constancia. La fidelidad llena de fortaleza en los
momentos difíciles se forja cada día en lo que parece pequeño. A Nuestra
Señora, Virgo fidelis, le pedimos que nos ayude a ser fieles, luchando cada día
por quitar los obstáculos, bien concretos, que nos separan de su Hijo.
Textos basados en ideas de Hablar con Dios de F. Fernández Carvajal.
Fuente: Almudi.org