Me
gusta mirar a María y detenerme ante su imagen. Veo que ella, delante de mí,
antes que cualquier otra cosa, es Madre.
Quiero
que me guarde como la pupila de sus ojos, como lo más querido. Hago mías las
palabras de esa oración que rezaba el padre José Kentenich:
“Dios
te salve, María, por tu pureza, conserva puros mi cuerpo y mi alma. Ábreme
ampliamente tu corazón y el corazón de tu Hijo; dame almas, confíame a las
personas y todo lo demás tómalo para ti”.
María lo había rescatado de
su enfermedad, de su locura, de su abandono. Cuando no tenía nada más donde
sostener sus pasos. Cuando ya todo estaba perdido.
En ese momento de
desesperación apareció como Madre. Su madre salvando a su hijo. El rostro de
una madre es el primer rostro que él guardó en su corazón.
La oración siempre tendrá un efecto transformador en la vida de quien la practica, porque se basa en su comunicación con Dios. Descubre qué ...
PAPA FRANCISCO
CONFERENCIA EPISCOPAL ESPAÑOLA
OBISPO DE SEGOVIA
VIRGEN MARÍA
TESTIMONIOS DE FE
VISITA COMUNIDADES CRISTIANAS DE ZIMBABWE
ARTE AFRICANO DIÓCESIS DE GOKWE EN ZIMBABWE
LO HUMANO Y DIVINO
Dijo Dios: «Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza; que domine los peces del mar, las aves del cielo, los ganados y los reptiles de la tierra». Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó, varón y mujer los creó. (Génesis, 1,26-27)