En su homilía, el Pontífice recordó la importancia de la oración de adoración
Este 19 de marzo, en la Misa matutina celebrada en la
capilla de la Casa Santa Marta, el Santo Padre elevó una oración especial por
las personas que encuentran recluidas en las cárceles y en la Solemnidad de San
José recordó la importancia de la adoración, invitando a los fieles a la
Comunión espiritual.
En la Solemnidad de San José, Esposo de la
Bienaventurada Virgen María y Patrono de la Iglesia Universal y además, en el
Séptimo aniversario del inicio de su Ministerio Petrino, El Papa Francisco
celebró la Misa matutina en la capilla de la Casa Santa Marta, la misma que fue
transmitida en vivo. Al introducir la celebración Eucarística, dirige su
oración por todos los detenidos en este momento de emergencia caracterizado por
tantas restricciones debido a la pandemia del coronavirus:
“Recemos hoy por los hermanos y hermanas que están en
las cárceles: ellos sufren mucho, por la incertidumbre de lo que sucederá
dentro de la cárcel, y también pensando en sus familias, cómo están, si alguien
está enfermo, si falta algo. Estamos cerca de los detenidos, hoy, que sufren
tanto en este momento de incertidumbre y dolor”.
En su homilía, comentando el Evangelio del día, que
habla de San José, hombre justo, es decir, hombre fiel, capaz de entrar en el
misterio de Dios, el Pontífice recordó la importancia de la oración de
adoración.
A continuación el texto de la homilía según nuestra
transcripción y al mismo tiempo te invitamos a seguir la Santa Misa (video
integral) desde nuestro canal de Youtube:
El Evangelio (Mt 1:16.18-21.24) nos dice que José era
"justo", es decir, un hombre de fe, que vivía la fe. Un hombre que
puede ser enumerado en la lista de todas esas personas de fe que hemos
recordado hoy en el oficio de las lecturas (cf. Carta a los Hebreos, cap. 11);
esas personas que vivieron la fe como fundamento de lo que se espera, como
garantía de lo que no se ve, y como prueba de lo que no se ve.
José es un hombre de fe: por eso era
"justo". No sólo porque creía, sino también porque vivía esta fe. Un
hombre "justo".
Fue elegido para educar a un hombre que era un
verdadero hombre pero que también era Dios: se necesitaba un hombre-Dios para
educar a un hombre así, pero no había. El Señor eligió a un hombre
"justo", un hombre de fe. Un hombre capaz de ser un hombre y también
capaz de hablar con Dios, de entrar en el misterio de Dios. Y esta fue la vida
de José. Vivir su profesión, su vida de hombre y entrar en el misterio. Un
hombre capaz de hablar con el misterio, de interactuar con el misterio de Dios.
No era un soñador. Entró en el misterio. Con la misma naturalidad con la que
llevó a cabo su oficio, con esta precisión de su oficio: fue capaz de ajustar
un ángulo milimétrico en la madera, sabía cómo hacerlo; fue capaz de bajar, de
reducir un milímetro de la madera, de la superficie de una madera. Cierto, era
preciso. Pero también era capaz de entrar en el misterio que no él podía
controlar.
Esta es la santidad de José: llevar adelante su vida,
su oficio con rectitud, con profesionalidad; y de momento, entrar en el
misterio. Cuando el Evangelio nos habla de los sueños de José, nos hace
entender esto: entrar en el misterio.
Pienso en la Iglesia hoy, en esta Solemnidad de San
José. Nuestros fieles, nuestros Obispos, nuestros sacerdotes, nuestros
consagrados y consagradas, los papas: ¿son capaces de entrar en el misterio? ¿O
es necesario que se regulen de acuerdo con las prescripciones que los defienden
de lo que no pueden controlar? Cuando la Iglesia pierde la posibilidad de entrar
en el misterio, pierde la capacidad de adorar. La oración de adoración sólo
puede darse cuando uno entra en el misterio de Dios.
Pidamos al Señor la gracia de que la Iglesia viva en
la concreción de la vida cotidiana y también en la "concreción" – entre
comillas – del misterio. Si no puede hacerlo, será una Iglesia a mitad, será
una asociación piadosa, llevada adelante por prescripciones pero sin el sentido
de la adoración. Entrar en el misterio no es soñar; entrar en el misterio es
precisamente esto: adorar. Entrar en el misterio hoy es hacer lo que haremos en
el futuro, cuando lleguemos a la presencia de Dios: adorar.
Que el Señor dé a la Iglesia esta gracia.
Antes de concluir la Misa, el Papa exhortó a la
Comunión espiritual en este difícil momento debido a la pandemia del
coronavirus, que provocó la suspensión de las Misas en Italia con la
participación de los fieles para evitar cualquier contagio. El Papa Francisco
terminó la celebración con la adoración y la bendición Eucarística.
“Invito a todos los que están lejos y siguen la misa
por televisión a hacer la comunión espiritual”.
A tus pies, oh Jesús mío, me postro y te ofrezco el
arrepentimiento de mi corazón contrito que se abandona en su nada y en Tu santa
presencia. Te adoro en el sacramento de tu amor, deseo recibirte en la pobre
morada que mi corazón te ofrece. En espera de la felicidad de la comunión
sacramental, quiero tenerte en espíritu. Ven a mí, oh Jesús mío, que yo vaya
hacia Tí. Que tu amor pueda inflamar todo mi ser, para la vida y para la
muerte. Creo en Ti, espero en Ti, Te amo. Que así sea.
Vatican News