El
jesuita, a la luz del Libro del Éxodo, del Evangelio de Mateo y de la oración
de los Salmos, el jueves por la tarde se ocupó del tema "Intercesión"
Casa Divin Maestro, ejercicios espirituales (Vatican Media) |
En
la octava meditación de los Ejercicios Espirituales de Cuaresma en Ariccia, que
Francisco sigue desde el Vaticano, el predicador, padre Pietro Bovati, se ocupa
del tema "Intercesión". En su oración, dice, el intercesor obtiene la
misericordia de Dios y la transmite. El que tiene responsabilidad en la Iglesia
está llamado a "defender, promover y edificar a los pequeños".
Cuanto
pecado hay, más se multiplica la misericordia de Dios: es la reflexión del
padre Pietro Bovati, secretario de la Pontificia Comisión Bíblica, en la octava
meditación de los Ejercicios Espirituales en Ariccia para la Curia Romana, que
el Papa Francisco sigue desde la Casa Santa Marta. El jesuita, a la luz del
Libro del Éxodo, del Evangelio de Mateo y de la oración de los Salmos, el
jueves por la tarde se ocupa del tema "Intercesión", entendida como
"esa intervención de auxilio amorosa" que se ejerce hacia las
personas que "necesitan el perdón y la reconciliación con Dios".
El servicio de la misericordia
Se
trata, explica el sacerdote, del "ministerio más espiritual", sea
porque tiene por objeto una necesidad y una finalidad que "tocan el
corazón", "el secreto de la persona", como porque "más que
cualquier otro" presupone una "verdadera familiaridad con Dios",
ya que se dirige a aquellos que están "espiritualmente en dificultad
porque están en pecado".
Los
sacerdotes, recuerda el Padre Bovati, están llamados al "ministerio de la
reconciliación", ejerciéndolo en el Sacramento, que debe ser vivido con
"compromiso, dedicación y amor". El servicio de la misericordia,
precisa, también implica "la existencia de una entera comunidad",
"de cualquiera que en la Iglesia en oración" se haga "disponible
para el ejercicio profético de la reconciliación".
El
padre jesuita invita a examinar el capítulo 32 del Éxodo, versículos 7-14,
reiterando que el pecado "sólo se conoce verdaderamente en la oración, en
el encuentro cara a cara con el Señor": es mirando el rostro de Dios,
escuchando su voz, que se comprende "la gravedad del pecado", como un
acto contra Dios y contra los demás. El pecador, además, "no se da cuenta
de lo que ha hecho" por ignorancia, superficialidad o por "una
terrible adicción al mal", cuando se es "prisionero de vicios
compulsivos" que impiden "decisiones sensatas".
La oración de intercesión
Quien
reza, al sentir precisamente el "peligro" del pecado, percibe
"mirando y escuchando a Dios" la necesidad que tiene Dios mismo de
"hacer misericordia". Es mirando al Señor que uno se siente
"llamado a un amor por el pecador visto con los ojos de Dios". El
orante, "precisamente porque mira el rostro" del Señor, es llevado a
"identificarse" con el pecador, terminando por "llevar sobre sí
el mal de los demás", según el ejemplo de Cristo. "La oración que
hace comprender la gravedad del pecado" y el "deber urgente" de
auxiliar a dicho pecado "introduce, impulsa y promueve" una
"oración especial hacia el Señor", la de intercesión.
Ofrecer nuestra miseria a
Dios
En
los textos bíblicos, explica el teólogo, la oración que el intercesor dirige a
Dios es un "pedido" una "súplica" para que el Señor
perdone. Al examinarlo más de cerca, toda petición a Dios parece
"impropia", como si Dios tuviera que hacer "lo que el orante
pide". O "impertinente", porque parece "sugerir que el
Señor no se acuerda del bien que debe hacerse". Pero, observa el
predicador, la Escritura enseña que "Dios concede antes de que la petición
llegue a los labios", pues "Él sabe lo que necesitamos”. Sin embargo,
debemos pedir – exhorta padre Bovati – porque así tomamos conciencia de
nuestras necesidades, experimentamos la necesidad, le presentamos nuestras
heridas, nuestros sufrimientos, para que así se nos conceda el sentir su
compasión, gustar su amor, que escucha y cumple.
De la ira a la
misericordia
La
intercesión, por lo tanto, "mira el rostro de Dios" y es testigo de
un "cambio": el pasaje de la ira "a la misericordia", a la
"ternura", de modo que uno hace un "cambio radical" en el
propio corazón. La oración de intercesión – subraya el Padre Bovati – expresa
una "progresiva docilidad del mediador en el acoger la infinita bondad de
Dios". Y, acogiéndola en sí mismo, se convierte en "testigo e
instrumento de esa misericordia". La intercesión, en resumen, ve "el
surgimiento del deseo de Dios de salvar al hombre", para que en el mundo
"todos puedan ser atraídos por la luz de la misericordia beneficiándose
del mismo perdón".
Una transmisión de
misericordia
El
intercesor "obtiene de Dios" la misericordia en su oración: a partir
de allí pone en práctica una serie de "acciones",
"modalidades", "actitudes" y "operaciones"
necesarias "para que los pecadores accedan al don de la misericordia
divina". Para ilustrar el proceso "concreto" del ejercicio de la
misericordia divina "mediada por su ministro" y "actuada con el
perdón", el predicador propone el discurso de Jesús en el capítulo 18 del
Evangelio de Mateo. Parte de la atención "al pequeño", es decir, a la
persona vulnerable, frágil, débil, la cual no debe ser despreciada. "El
que tiene responsabilidad en la Iglesia" está llamado a tener una
"actitud paternal", con atención a "quien es más pequeño".
En
estos días, reflexiona el padre Bovati, en los que es más actual que nunca la
problemática de los abusos sobre menores, sobre personas frágiles, se hace más
aguda y necesaria la atención de “los grandes”, llamados a “defender, promover
y edificar a los pequeños". Pero también en la parábola de la oveja
perdida, Jesús indica "la pérdida de la responsabilidad activa del pastor,
del grande que debía cuidar del pequeño". Faltó a la
"vigilancia", al "cuidado personal", a la "atención
cuidadosa". La "fragilidad del pequeño se conjuga con el descuido del
pastor", pero esto "no determina el resultado infeliz de la parábola,
sino que es precisamente la oportunidad de activar la iniciativa del pastor que
va a buscar la oveja perdida". Es decir, "traer de vuelta al
pecador".
Los mediadores
La
búsqueda de la oveja perdida, aclara el predicador, se explica en el mismo
pasaje del Evangelio, cuando Pedro pregunta al Señor cuántas veces debe
perdonar a su hermano en caso de pecado contra él. Jesús - recuerda – hace
emerger la responsabilidad tanto del pecador como del ofendido. "La
búsqueda del hermano que se ha extraviado se realiza, según este texto de
Mateo, con el ejercicio del diálogo", del hablar, del emprender un
"proceso gradual" que convenza al pecador pasando de la
"conversación personal" a la "implicación de los testigos",
de "mediadores que apoyen el deseo de reconciliación y lo favorezcan",
hasta la implicación "de toda la comunidad". El objetivo alcanzado
por la misión de reconciliación – subraya el teólogo – se hace visible en la
oración comunitaria. El Salvador cumple su misión precisamente porque los
pastores son "mediadores", "unen" a la comunidad.
Artífices del perdón
Cuando
el Apóstol Pedro pregunta: "¿Cuántas veces debo perdonar a mi
hermano?" Jesús insta a "no cansarse", haciendo así, en cierto
sentido, "permanente" el "ministerio de la reconciliación".
El número 70 veces 7 se entiende como "multiplicación", casi como si
a cada límite le fuera contrapuesto una "superación inimaginable",
"cuanto más pecado hay, más se multiplica la misericordia". Pedro es
en la Iglesia el testigo de esta misericordia. De él, de hecho, se recuerda el
pecado de la "negación", su llanto, su arrepentimiento "para que
su experiencia se convierta en el emblema de la Iglesia y de todo cristiano que
perdonado, se convierte en artífice del perdón".
Giada
Aquilino - Ciudad del Vaticano
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