Ya está
disponible en español Desde lo más hondo de nuestros corazones (Palabra),
el libro cuya autoría dio lugar a mediados de enero a una grave crisis en el
Vaticano
Una nota aclara
al principio, según fue la voluntad definitiva de Benedicto XVI, que la introducción y la conclusión "las
ha escrito el cardenal Robert
Sarah y las ha leído y
aprobado el Papa emérito".
Con lo cual tenemos cuatro partes en el libro: una del propio Joseph Ratzinger (El sacerdocio católico) y tres del
cardenal Sarah respaldadas por el Papa emérito, una implícitamente (la que
firma el purpurado: Amar hasta el
fin) y dos explícitamente (la introducción y la conclusión, es
decir, la síntesis del mensaje transmitido).
De la primera página a la última, se trata de una
obra que arroja mucha luz al objeto en cuestión, el celibato sacerdotal, defendido con una argumentación inapelable,
tanto desde el punto de vista teológico como pastoral. Y, sobre todo, enérgica: no hay concesiones a
la posición contraria, porque ambos son conscientes de que lo que está en juego
es la misma naturaleza de la Iglesia.
Pero, más allá de su peso doctrinal, la lectura
ilumina desde el punto de vista informativo la virulencia de los ataques desatados contra sus autores.
1. Incluye una petición al Papa
Al final del texto que firma (y que Benedicto
respalda), el cardenal Sarah concreta su petición, que es, de hecho, conjunta :
"Suplico humildemente al
Papa Francisco que nos proteja definitivamente de esta posibilidad
vetando cualquier debilitamiento de la ley del celibato sacerdotal, ni siquiera
restringiéndolo a una u otra región".
Es evidente que esa petición ha sido escuchada,
pues Querida Amazonia no
ha debilitado dicha ley, aun con la ambigüedad de pedir la aplicación de la declaración final del sínodo
(n. 4). Es más: la recomendación de Querida Amazonia a los obispos de la región, de que
para remediar la falta de sacerdotes incidan en la oración por las vocaciones,
se encuentra en el texto de Sarah, cuando pide "mucha prudencia" a la
hora de crear "ministerios laicos" y afirma que "hemos de tener
el valor de perseverar en
la oración por las vocaciones" ("promover la oración por las
vocaciones sacerdotales", dice Francisco).
2. Es,
inequívocamente, una obra conjunta
La polémica por
la autoría del libro le costó al arzobispo Georg Gänswein el apartamiento en sus labores como
prefecto de la Casa Pontificia. Y sirvió para una campaña contra el cardenal Sarah en la que él pudo
demostrar su proceder transparente. Pero dicha polémica se deshace con el texto
de Desde lo más hondo de nuestros corazones en
la mano
"En los últimos meses... hemos mantenido
varios encuentros. Hemos intercambiado ideas e inquietudes. Hemos rezado y
meditado en silencio. En cada uno de esos encuentros nos hemos confortado y
tranquilizado mutuamente. Nuestras reflexiones, guiadas por dos voces
diferentes, nos han llevado a cruzarnos algunas cartas.
La semejanza de
nuestras inquietudes y la coincidencia de nuestras conclusiones nos han
decidido a poner el fruto de nuestro trabajo y de nuestra amistad espiritual a
disposición de todos los fieles", dice la Introducción. Que al final Benedicto XVI,
sometido a una presión insoportable, transigiese en una modificación, leve pero
importante, en la presentación de la autoría (la palabra "con" en
el título, que no aparece en las ediciones inglesa y francesa pero sí en la
española), no cambia un ápice la realidad.
De hecho, la parte del cardenal Sarah se presenta como comentario y
glosa a la de Benedicto XVI, con varias referencias a "la meditación
del Papa emérito" o al "texto que precede a estas líneas". Y al
inicio de su trabajo Ratzinger ratifica: "Agradezco al estimado cardenal
Sarah haberme brindado la
ocasión de volver a saborear los textos de la Palabra de Dios que han
guiado mis pasos cada día de mi vida sacerdotal".
3. El libro se hace a causa del
sínodo amazónico y para influir en el Papa
Los autores de Desde lo más hondo de nuestros
corazones podrían haber lanzado su escrito conjunto como
una reflexión sobre el celibato solo cronológicamente vinculada al sínodo amazónico, pero
sin mencionarlo.
Sin embargo, en varios momentos queda
declaradamente claro que lo
publican a causa del sínodo y para influir en la exhortación apostólica
postsinodal. Esto último es evidente en la petición que dirigen al Papa. Y
lo primero queda anunciado desde la Introducción: el libro fue concebido
"mientras en el mundo resonaba el estruendo generado por un extraño sínodo mediático que se
imponía sobre el sínodo real".
Y ello, independientemente de que Joseph Ratzinger
ya hubiese comenzado "hace tiempo", como él mismo dice, "un
trabajo de reflexión teológica". Porque acto seguido confiesa que lo había
abandonado por "la edad y cierta fatiga": "Mis conversaciones
con el cardenal Sarah me han proporcionado la energía necesaria para retomarlo y concluirlo".
En su trabajo, el cardenal Sarah confiesa que
"hemos sido testigos de mucha precipitacion y mucho nerviosismo en torno al sínodo de la Amazonia",
con un "feroz cuestionamiento de la doctrina de la Iglesia" que
inquieta su "corazón de obispo" y deja a muchos sacerdotes que acuden
a él "desorientados, agitados y heridos en lo más profundo de su vida
espiritual".
Y luego, recalca que ha querido "estar presente en la sala sinodal en
todos y cada uno de los debates".
Pero hay además un detalle significativo e
inequívoco: la mención al salesiano uruguayo Martín Lasarte, que es prácticamente la única que se hace en
todo el libro a una fuente no patrística, dogmática o pontificia, y no en nota
al pie, sino en el texto.
A nadie se le escapó la importancia que revistieron
durante la celebración del sínodo los dos amplios trabajos del padre Lasarte (uno al principio y otro al final), de gran experiencia misionera en
África y América, con una inequívoca defensa del celibato sacerdotal. El
cardenal Sarah consagra dos
páginas a glosar su aportación, y esa aportación resuena también justo en
los pasajes de Querida Amazonia donde
se plantea la necesidad de sacerdotes y el reforzamiento del papel
evangelizador de los laicos en las áreas recónditas de la región.
4. El libro lo entienden los
autores como un imperativo moral
En la introducción se recoge como motivación del
texto una cita de San
Agustín que los autores hacen suya. "¡No puedo callar! Sé cuán
pernicioso sería para mí el
silencio... No puedo
callar ni fingir ignorancia".
Es decir, Benedicto XVI y el cardenal Sarah no
escriben solo para ilustrar a los demás, sino también porque es su deber moral "como obispos", una
exigencia de conciencia ante la evidencia de que muchos de sus hermanos en el
episcopado callan o fingen
ignorancia.
5. Ese imperativo moral se debe a
la urgencia vital de la cuestión
No se ahorran
frases contundentes sobre lo que está en juego con la conservación del
celibato:
-"Nuestro celibato es una cuestión de fe... Nuestro
celibato es testimonio, es decir, martirio".
-"El debilitamiento del celibato hace que se tambalee el edificio eclesial en
su conjunto".
-"El celibato es la muralla que permite a la Iglesia evitar la emboscada
que supondría comprenderla como una institución humana cuyas leyes son la
eficacia y la funcionalidad... [El celibato] protege la iniciativa del Espíritu
Santo e impide que nos creamos dueños y creadores de la Iglesia".
6. No solo es un texto académico,
sino militante
A pesar de la profundidad teológica de Desde lo más hondo de nuestros
corazones, en particular del estudio de Benedicto XVI, el tono del libro no es académico,
sino militante, más en las páginas que son directamente obra de Sarah y que
el Papa emérito asume. Se hace, pues, para una misión, y se busca producir en
el lector una reacción de alarma y emergencia: la ordenación de hombres casados
sería "una catástrofe
pastoral" y "una catástrofe personal".
Y hay un adversario al que derrotar: "Nos
enfrentamos a ideologías elaboradas por algunos teólogos dispuestos a servirse
de las carencias de los pueblos pobres como un laboratorio experimental de sus
proyectos de aprendices de brujo. No soy capaz de dejarles hacer en silencio", dice
Sarah.
Pero también Ratzinger apunta a responsables: el "abandono de la interpretación
cristológica del Antiguo Testamento" y la "oposición entre ministerios y sacerdocio" propia del
luteranismo y planteada "en los años del Vaticano II", la cual
"se ha apoderado de nosotros con una urgencia sin precedentes,
transformándose en una crisis del sacerdocio que se prolonga hasta nuestra
Iglesia de hoy".
Además, se tilda sin ambages de "falsas" (y así se
demuestra) ideas como que el celibato es una disciplina tardía en la Iglesia
latina o que en las Iglesias orientales se vive "desde siempre" o
"no ha supuesto problema alguno".
Ordenar hombres casados provocaría una "clericalización del laicado"
y "una verdadera confusión de
los estados de vida", "enturbiaría el
significado del matrimonio y debilitaría el
apostolado de los bautizados".
Las supuestas excepciones no serían tales, sino
"una brecha, una herida infligida
a la coherencia del sacerdocio". Y además, en las comunidades jóvenes
"impediría suscitar... vocaciones de sacerdotes célibes". Si se
optase por yuxtaponer un clero casado y un clero célibe, se correría "el
peligro de que se instale entre los fieles la idea de un alto clero y un bajo clero", expresión que evoca el
desastre que han supuesto esos conceptos -más allá de la cuestión del celibato-
en la comunidad anglicana.
En cuanto al pretexto amazónico, afirmar que
"los pueblos de la Amazonia no comprenden el celibato" implica
"una mentalidad
despectiva, neocolonialista e infantilizadora". En ese sentido, Sarah
hace uso en varias ocasiones de su experiencia misionera (como hijo de padres
paganos y como misionero él mismo) justo de lo contrario. Incluye páginas muy
emotivas al evocar la alegría que supone para los pueblos no evangelizados la
figura del hombre célibe entregado solo a su evangelización, celibato que entienden
perfectamente y valoran por su radicalidad de servicio y amor.
De hecho, las crisis en la Iglesia se resuelven
"regresando a la radicalidad del Evangelio, y no adoptando criterios mundanos".
La posición de fondo adoptada por Benedicto y Sarah
tiene también implicaciones
ecuménicas y en la relación con los judíos, y no se han detenido ante
ellas. Ratzinger recuerda que "los ministerios sacerdotales de Israel
quedan 'anulados'" por
el sacrificio redentor de Cristo en la Cruz. Y Sarah, al abordar el tema de las
Iglesias orientales, recuerda los problemas que ha traído la posibilidad del
matrimonio, que han tenido que paliarse con la creación de "familias de sacerdotes" o
la "presencia dominante de monjes" (célibes), sin que ello haya evitado que
"el clero casado oriental [esté] en crisis". Esto, que él dice
respecto a las Iglesias católicas orientales, vale con mayor motivo para las
comunidades ortodoxas.
Por último, en el libro se aborda, aunque solo en
algunas páginas, la ordenación de mujeres como diaconisas, mostrando el cardenal Sarah que las mujeres
jamás recibieron el orden en la Iglesia primitiva: "No hay nada en la
Tradición que justifique la propuesta actual de ordenar 'diaconisas'. Ese deseo
es fruto de una mentalidad nacida de un falso feminismo que niega la identidad profunda de las
mujeres" y procede de "la tentación de clericalizar a las
mujeres". "¡A las mujeres hay que asignarles todo su lugar de
mujeres, y no conocederles un poquito del lugar de los hombres!", añade.
7. El punto fundamental del libro
lo señala Benedicto XVI
¿Por qué ese imperativo moral? ¿Por qué esa
combatividad? Aunque el lenguaje más fuerte lo pone el cardenal Sarah,
realmente la razón de fondo
y la argumentación fundamental en la defensa del celibato sacerdotal la pone
Benedicto XVI en su capítulo, sosegado en la forma pero demoledor por la
trascendencia de lo afirmado.
"Se puede decir que la abstinencia sexual, que
antes [en el sacerdocio levítico del pueblo de Israel] era funcional, se
convierte por sí misma [en el sacerdocio cristiano] en una abstinencia ontológica": es la afirmación clave de Desde lo más hondo de nuestros
corazones, y no es de Sarah sino de Ratzinger. El Papa
emérito ha mostrado antes -no hay que ir muy lejos: está en la Biblia- cómo en
el sacerdocio judío estaba permitido el matrimonio, pero era obligada la
abstinencia de relaciones íntimas en los periodos de culto divino. Pero ahora,
en el sacerdocio, el sacerdocio ya no es una función, sino algo que identifica al sacerdote con la
persona de Jesucristo en una donación que es intrínseca al alma del hombre que
ha sido ordenado.
Sarah reivindica luego esta idea al afirmar
"el vínculo
ontológico entre el ministerio sacerdotal y la continencia" y la
reitera en la conclusión: "Entre el sacerdocio y el celibato existe un vínculo ontológico-sacramental".
En el fondo, toda la polémica generada por el libro
se sintetiza ahí, porque esa afirmación es respaldada por textos del magisterio
de los dos Papas
anteriores y, justo por su carácter "ontológico", no da pie
a adaptaciones supuestamente "pastorales".
Además, Benedicto XVI añade que menoscabar el
sacramento del sacerdocio renunciando al celibato implica menoscabar también el sacramento
del matrimonio: "Dado que el estado conyugal concierte a la totalidad
del hombre y el servicio al Señor exige también la entrega total del hombre, no
parece posible simultanear ambas vocaciones". No porque las obligaciones
del sacerdocio y del matrimonio en una misma persona colisionarían funcionalmente -lo cual es
evidente-, sino porque ambas constituyen "un don concedido por Dios" al que hay que responder con
la vida entera.
Es precisamente en la oración y en la adoración ante el sagrario donde
encontramos el apoyo indispensable para nuestra virginidad y nuestro celibato
sacerdotal".
Carmelo
López-Arias
Fuente:
ReL