A
la hora del Ángelus del cuarto domingo de Cuaresma el Papa reflexionó sobre el
tema de la luz relatado en el evangelio hodierno e instó a manifestar la luz
divina con toda la propia vida
“Cada
uno de nosotros está llamado a recibir la luz divina para manifestarla con toda
la propia vida”: fueron las palabras del Papa a la hora del Ángelus dominical
de este cuarto domingo de Cuaresma. Reflexionando una vez más, desde la
Biblioteca del Palacio Apostólico, Francisco centró su pensamiento en el tema
de la luz del Evangelio hodierno de Juan, que habla de la curación de un ciego
de nacimiento, a quien Jesús dona la vista.
Jesús, luz del mundo
Francisco afirma que Jesús, “luz del mundo”, es la luz la luz que aclara nuestras tinieblas. Y esto hizo con el ciego, a quien iluminó “en dos niveles, físico y espiritual”, con el propósito de conducirlo a la fe a través de un camino de transformación interior:
En
medio de la desconfianza y la hostilidad de los que lo rodean y lo interrogan
incrédulos, él realiza un itinerario que lo lleva a descubrir gradualmente la
identidad de Aquel que le abrió los ojos y a confesar su fe en Él.
Este
camino interior, que el ciego recorre de la mano de Jesús, lo lleva a
comprender que “al darle la vista, Jesús manifestó las obras de Dios”.
En la Biblioteca Apostólica, el Papa
expresó también el deseo de que cada uno vuelva al leer el Evangelio del día:
Hoy
sería hermoso que todos ustedes tomaran el Evangelio de Juan, capítulo noveno,
y leyeran este pasaje: ¡es tan bello y nos hará bien leerlo otra vez, o dos!
¡Que nosotros también podamos tener esta experiencia!
El Santo Padre explica que el ciego con la
luz de la fe es ahora una criatura nueva, con una nueva identidad, y es capaz
de ver el mundo con una nueva luz, fruto de la comunión con Cristo. Y ya no es
más “esclavo de la ceguera y del prejuicio”.
Su
camino de iluminación es metáfora del camino de liberación del pecado al que
estamos llamados. El pecado es como un velo oscuro que cubre nuestro rostro y
nos impide vernos claramente a nosotros mismos y al mundo; el perdón del Señor
nos quita este manto de sombra y de tinieblas y nos da nueva luz.
Cuaresma, tiempo de acercarse al Señor
El Papa también expresa su deseo de que
esta Cuaresma sea un “tiempo oportuno y precioso para acercarnos al Señor,
pidiendo su misericordia, en las diferentes formas que la Madre Iglesia nos
propone”.
El ciego es imagen de todo bautizado
“El ciego sanado, que ahora ve con los ojos
del cuerpo y del alma, es imagen de todo bautizado, que inmerso en la Gracia ha
sido arrancado de las tinieblas y puesto en la luz de la fe”, afirma también el
Pontífice, precisando que no basta con recibir la luz, sino que hay que
“convertirse en luz”.
“La semilla de la nueva vida puesta en
nosotros en el Bautismo es como la chispa de un fuego, que nos purifica primero
a nosotros, quemando el mal que tenemos en el corazón, y nos permite brillar e
iluminar”
Ser "misterio de la luna"
Dejando de lado el texto preparado, el Papa
Bergoglio relata que los primeros cristianos y los teólogos de los
primeros siglos, decían que la comunidad de los cristianos, es decir, la
Iglesia, es el “misterio de la luna” porque daba luz per no era luz propia, era
la luz que recibía de Cristo. Y por ello exhorta:
También
nosotros debemos ser “misterio de la luna”: dar la luz recibida del sol, que es
Cristo, el Señor.
De la mano de María
En la conclusión, Francisco se dirige a
María Santísima para que “nos ayude a imitar al hombre ciego del Evangelio,
para que podamos ser inundados por la luz de Cristo y encaminarnos con Él el
camino de la salvación”.
María Cecilia Mutual - Ciudad del Vaticano
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