ORACIÓN HUMILDE Y PERSEVERANTE
II. Confianza
de hijos y perseverancia en nuestras peticiones.
III. En la
oración debemos pedir gracias sobrenaturales, y también bienes y ayudas
materiales en la medida en que sean útiles a la salvación propia o del prójimo.
Pedir para los demás. Ayuda del Ángel Custodio. El Rosario, «arma poderosa».
«Y partiendo de allí se fue hacia la región de
Tiro y de Sidón. Y habiendo entrado en una casa deseaba que nadie lo supiera,
pero no pudo permanecer oculto. Al punto, en cuanto oyó hablar de él una mujer
cuya hija tenía un espíritu inmundo, entró y se echó a sus pies. La mujer era
griega, sirofenicia de origen. Y le rogaba que expulsara de su hija al demonio.
Y le dijo: Deja que primero se sacien los hijos, porque no está bien tomar el
pan de los hijos y echárselo a los perrillos. Ella respondió diciendo: Señor
también los perrillos comen debajo de la mesa las migajas de los hijos. Y le
dijo: Por esto que has dicho, vete, el demonio ha salido de tu hija. Y al
regresar a su casa encontró a la niña echada en la cama, y que el demonio había
salido» (Marcos 7,24-30).
I. En el Evangelio de la
Misa (Marcos 7, 24-30) contemplamos a Jesús que se conmueve ante la mujer
cananea que le pide la curación de su hija. Aquella mujer alcanzó lo que quería
y se ganó el corazón del Maestro. Es un ejemplo para nosotros; en su oración se
hallan resumidas las condiciones de toda petición: fe, humildad, perseverancia
y confianza. Enseña Santo Tomás que la verdadera oración es infaliblemente
eficaz, porque Dios, que nunca se vuelve atrás, ha decretado que así sea (Suma
Teológica)
El
Señor mismo nos dijo que siempre y en todo lugar nuestras oraciones hechas con
rectitud de intención llegan hasta Él y las atiende: si entre vosotros un hijo
pide pan a su padre, ¿acaso le dará una piedra? O si pide un pez, ¿le dará una
serpiente? ¡Cuánto más vuestro Padre, que está en los cielos... ! (Lucas 11,
11-13) Cuando pidamos algún don, hemos de pensar que somos hijos de Dios, y Él
está infinitamente más atento hacia nosotros que el mejor padre de la tierra
hacia su hijo más necesitado.
II. A medida que
intensificamos nuestra petición identificamos nuestra voluntad con la de Dios,
que es Quien verdaderamente conoce nuestra penuria y escasez. Él nos hace
esperar en ocasiones para disponernos mejor, para que deseemos esas gracias con
más hondura y fervor; otras veces rectifica nuestra petición y nos concede lo
que verdaderamente necesitamos, y otras veces no nos concede lo que pedimos
porque, sin darnos cuenta quizá, estamos pidiendo un mal que nuestra voluntad
ha revestido de bien.
Nuestra
oración debe ser confiada, como quien pide a su padre; y serena, porque Dios
sabe bien las necesidades que padecemos. La confianza nos mueve a pedir con
perseverancia, aunque aparentemente el Señor no nos escuche. Al pedir, nos
confortan las palabras de Jesús: En verdad os digo que cuanto pidiereis al
Padre en mi nombre, si tenéis fe, os lo concederá (Juan 16, 23)
III. El Señor sabe de
nuestras necesidades materiales, Él mismo nos enseñó a rogar: el pan nuestro de
cada día dánosle hoy... El primer milagro que hizo Jesús fue de carácter
material. Sin embargo, por muchas y muy urgentes que sean las limitaciones y
privaciones materiales, tenemos siempre más necesidad de los bienes
sobrenaturales. Pedimos los bienes temporales en la medida que son útiles para
la salvación y en la medida que están subordinados a los sobrenaturales.
La
Virgen Nuestra Madre enderezará todas las peticiones que no sean del todo
rectas. En el Santo Rosario tenemos una arma poderosa. No lo dejemos.
Textos basados en ideas de Hablar con Dios de F. Fernández Carvajal.
Fuente: Almudi.org