Fue
el sucesor de Santo Domingo de Guzmán, y el gran propagador de la Comunidad de
Padres Dominicos
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Dominio público |
El
caso de Jordán de Sajonia es uno de los más impresionantes de la historia. Un
hombre que entra a una comunidad y a los solos tres años de estar de religioso
reemplaza al santo Fundador y llega a ser Superior General de toda la
Comunidad.
Jordán
sobresalía por su gran elocuencia y por la eficacia maravillosa de su palabra
para conmover los corazones de los creyentes.
Primero
fue nombrado superior Provincial de la región más difícil de gobernar que tenía
esa comunidad, que era la Lombardía, Italia. Luego al morir santo Domingo, en
1222, los delegados de toda su Orden religiosa lo eligen como Superior General
y reemplazo del fundador. Y en este cargo dura 15 años, hasta su muerte en
1237. Santo Domingo tiene el honor de haber sido el fundador de la Comunidad de
Padres Dominicos, pero Jordán de Sajonia fue el gran propagador de esta
comunidad. Basta con recordar que durante su mandato se fundaron 249 Casas de
Congregación y se hicieron seis nuevas provincias de religiosos.
Dicen
que Jordán de Sajonia es el Patrono de los Capellanes de Universidades, porque
este santo sacerdote recibió de Dios unas cualidades admirables para lograr
ejercer influencia entre los universitarios. Por nueve años había estudiado en
la más famosa Universidad de La Sorbona en Paría, y allí aprendió muchas
técnicas para lograr influir en favor de los estudiantes. Su gran preocupación
fue siempre lograr hacer mejores a los que estudiaban en las Universidades. Un
año predicaba la cuaresma en la Universidad de París y al año siguiente en la
concurridísima Universidad de Bolonia y al tercer año se dirigía a predicar a
la Universidad de Oxford, en Inglaterra, y en todas partes los frutos
espirituales que cosechaba eran admirables.
En
la Universidad de Alemania conquistó para su comunidad al más grande sabio en
ciencias naturales de su época, a San Alberto Magno. Y conquistó también a
Pedro de Tarantasia, que llegó a ser después el Pontífice Inocencio Quinto. Un
famoso profesor de universidad previno a sus alumnos para que no se dejaran
convencer por los discursos de Jordán, pero al oírle uno de sus elocuentes
sermones, se convirtió él también en uno de sus más fervientes admiradores.
Uno
de los antiguos biógrafos, compañero suyo, dice: "Las casas religiosas
donde habitaba el Padre Jordán parecían colmenas, por los muchos jóvenes que
entraban a hacerse religiosos, y por los muchos que de allí salían para ser
superiores de otras casas religiosas. Por eso él al llegar a un convento
mandaba hacer muchos hábitos religiosos, teniendo confianza en que Dios le
enviaría muy numerosas vocaciones, y así le sucedía en todas partes".
El
Padre Jordán no sólo se iba a las universidades a conseguir jóvenes muy bien
instruidos, para que se hicieran religiosos, sino que también se iba a los
campos y a los barrios obreros a invitar muchachos sanos, aunque fueran
ignorantes, a que entraran en la comunidad. Y esto le valió la acusación de que
él recibía a gentes que no le iban a dar gloria a su Congregación.
Y
sucedió una vez que recibió a unos 60 muchachos tan poco estudiados que casi no
eran capaces ni de leer los salmos en la oración de la comunidad. Y a quienes
lo criticaban por recibir esta clase de gentes, les respondió con unas palabras
que resultaron ser una profecía o anuncio de lo que iba a suceder en el futuro:
"Ténganles paciencia por ahora y concédanles tiempo para instruirse poco a
poco, que un día se convertirán en grandes predicadores". Y esto se
cumplió exactamente varios años después.
Cuando
Dios le confía a una persona un oficio especial, le concede las cualidades que
para ese oficio necesita. Y al Padre Jordán le confió Dios el oficio de
conseguir muchísimas vocaciones para la vida religiosa, y por eso le concedió
unas cualidades admirables. Recordemos algunas:
El
Padre Jordán tenía unas cualidades que excedían a las que posee el común de las
gentes. Dicen los que vivieron junto a él que la austeridad en el dominio de su
lengua, de sus ojos y de la gula era algo impresionante, pero que sobre todo
llamaba la atención el modo heroico como dominaba su ira para no ofender a
nadie ni amargar la vida a ninguno.
Y no
es que no fuera valiente. Cuando el emperador Federico II empezó a atacar
ferozmente al Sumo Pontífice y a la religión, el Padre Jordán se fue al palacio
y le dijo frente a frente al Emperador que ésta conducta era reprensible y que
si no cambiaba de modo de proceder le llegarían desgracias muy grandes.
Pero
con los pequeños sabía hacerse pequeño y con los débiles era
extraordinariamente comprensivo. El tenía por cierto lo que más tarde afirmará
y repetirá San Francisco de Sales, que "más moscas se logran cazar con una
cuchara de dulce miel que un barril de amarga hiel".
Sus
contemporáneos alababan mucho "las dotes de buen amigo" que poseía el
Padre Jordán. Comprensivo, lleno de caridad, con deseos continuos de amoldarse
a los demás para poder hacerles mayor bien. El mismo lo dice en uno de sus
escritos: "Siempre me esforcé por tratar de estar de acuerdo con los demás
en todo lo bueno y por tratar de no chocar contra nadie. Quise colocarme en el
sitio de los otros para poder comprenderlos mejor. Nunca preferí mis propios
gustos en contraposición de los de los demás. Con los soldados traté de
amoldarme a ellos como si yo fuera un soldado. Con los campesinos como si fuera
un campesino. Y sobre todo me propuse ser extremadamente comprensivo con los
que sufren tentaciones, angustias y depresiones".
San
Pablo recomienda a los seguidores de Cristo: "Rían con los que ríen, y
lloren con los que lloran" (Rom. 12, 15). Es lo que hizo siempre Fray
Jordán. Leamos un ejemplo: Una noche estaba rezando los salmos con un grupo de
jóvenes recién llegados a su Comunidad, y de pronto a uno de ellos le vino una
risa nerviosa y no fue capaz de controlarla, y enseguida los demás compañeros
se contagiaron también y empezaron a reír todos, y no se pudo seguir el rezo.
Uno de los superiores quiso regañarlos, pero el Padre Jordán les dijo:
"Mis buenos jóvenes: tenemos que reírnos alegremente porque hemos logrado
salirnos de la esclavitud del pecado y de los vicios en que nos tenía presos el
mundo y ahora hemos llegado a ser del grupo de los preferidos de Dios.
¡Riámonos pues alegremente! Y él personalmente participó de aquella alegría
juvenil.
Alguien
le preguntó si un Padrenuestro rezado por un ignorante valía menos que uno
rezado por un gran doctor de la Teología, y él respondió: "Un diamante
valo lo mismo si está en manos de un sabio, que si está en manos de un
analfabeta". Otro le preguntó: ¿Qué es más necesario para la vida del
alma: rezar o meditar? Y le dijo: "Eso es como preguntar qué es más
necesario para la vida del cuerpo si comer o beber. Ambas cosas son sumamente
necesarias". Alguien le dijo: ¿Cuál es la posición mejor para rezar,
sentado, arrodillado, de pies o postrado? Y respondió: "La mejor posición
para rezar es aquella en la cual cada uno se siente mejor, con más fervor y con
más inclinación a rezar bien".
(Esta
frase la repitió textualmente el Papa Pío XI, 700 años después de haber sido
pronunciada por nuestro santo). El superior de una Comunidad le pidió que le
quitara aquel cargo, aduciendo que ese oficio le traía cuatro males: orgullo,
honores, trabajos y humillaciones. El Padre Jordán le respondió: "Los dos
primeros sí son males y de ellos te libre Dios, y esfuérzate por evitarlos. Los
otros dos, el trabajo y las humillaciones, son grandes bienes que te
conseguirán un puesto altísimo en el Reino de los cielos".
El
Padre Jordán, aprovechando que Dios le había concedido tal eficacia de la
palabra que dondequiera que predicaba o hablaba la gente, conseguía vocaciones,
fue recorriendo ciudades y países predicando y consiguiendo que muchísimos
jóvenes entraran de religiosos. El Señor le concedió la inmensa alegría de que
el fundador de la Comunidad, Domingo de Guzmán, fuera declarado santo por el
Sumo Pontífice en 1234. Con esta bella noticia ya Jordán podía irse al cielo
tranquilo. Y dispuso viajar a Jerusalén para visitar los Santos Lugares donde
vivió y murió Nuestro Señor Jesucristo, y para visitar a los Padres Dominicos
que trabajaban en esas tierras.
Pero
en el viaje de regreso, el barco que lo transportaba fue lanzado por una
violenta tempestad a las costas de Siria, frente a la ciudad de Tolemaida y
Fray Jordán y los demás pasajeros murieron ahogados. Era el 13 de febrero del
año 1237.
Las
olas llevaron a las orillas del mar el cadáver del Padre Jordán y sus
religiosos lo sepultaron con toda solemnidad. Después las gentes empezaron a conseguir
milagros por su intercesión, y el Papa León Doce lo declaró Beato.
Fuente: EWTN