Cuando
algo te inquieta...
Hola,
buenos días, hoy Israel nos lleva al Señor. Que pases un feliz día.
Hace
poco tenía un día de esos en que sientes que algo te inquieta. Intentaba tirar
con el día, había salido ya de la oración, y, claro, se supone que uno, cuando
sale de la oración, no sale igual que entró... pero aquel día mi voz interior
no me dejaba escuchar la voz del Señor.
Hasta
que, de pronto, un simple “¿Estás bien?” me frenó en seco, y pude recomenzar de
nuevo. Era Lety, que notaba que andaba algo “taciturna”, como decimos aquí en
plan de broma...
Aquella
conversación me levantó, me volvió al Señor, y Él me hizo ver que necesitamos
al hermano para que nos recuerde lo más importante.
Y
es que el enemigo siempre está tratando de convencernos de que Dios no nos ama,
y muchas veces será por medio de esa vocecita interna que nos hace fijar la
mirada en lo desastre que somos, o en lo poca cosa...
Pero,
en un momento dado, la voz del hermano puede hacer resonar más fuerte cómo el
Señor te ama, que tu debilidad no te define, que lo que te define es que eres
amado por Dios. Que no podemos rechazar nuestra propia debilidad, porque eso
nos destruye, pero sí que podemos experimentar cómo el Señor nos ama ahí, y, si
Él nos ama, también nosotros podemos amarnos así, pobres: con debilidades, pero
también con muchos dones.
Él
me regaló experimentar lo valioso que es tener una hermana a la que acudir, o
incluso que se sepa anticipar. Y me mostró cómo con una sencilla conversación,
pero con quien sabes que es tu hermano, puede trasformar todo tu día. ¡Te puede
levantar!
Por
eso, desde mi alegría, hoy quiero ser la primera en decirte que Cristo te ama,
así como eres, tal y como estás hoy, que nada de lo que piensas de ti mismo te
define, solo te define su Amor. Y que si dejas que su Amor entre más y más en
tu vida, en tu día a día, Él te transformará en una persona libre, capaz de
amar, pues solo es capaz de amar el que primero se ha sabido amado en su
debilidad.
Hoy
el reto del amor es ser hermano para una persona. Hazte el encontradizo y
comienza la conversación. Es sencillo: si está abierto, con un sencillo “¿Estás
bien?”, podrás ser un útil instrumento del Señor para esa persona. Y el Señor
hará el resto.
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el Señor! Lo encontrarás aquí:
¡Feliz
día!
Fuente:
Dominicas de Lerma
