Indicadores
de falta de sintonía con la voluntad de Dios son la ausencia de gratitud y de
alegría

Cuando el pueblo de
Israel es conducido por Moisés a través del desierto hacia la tierra prometida
experimenta muchos episodios de rebeldía. Éste período de travesía por el
desierto, que no es muy hermoso, retrata muchas cosas ciertas para nosotros
actualmente.
El pueblo es la imagen
de la Iglesia y el desierto de la vida humana, y seguramente las rebeldías que
tuvo el pueblo de Dios son las que acompañan el transcurso de nuestras vidas.
Hoy no nos quejamos y no nos rebelamos a Dios exactamente por los mismos
motivos que ellos, pero estos pasajes bíblicos se encuentran más vigentes que
nunca y los tomamos como guía para aprender a conocer nuestra condición humana,
para estar en guardia y hacer frente a nuestras propias rebeliones y caprichos.
¿Estás en sintonía con
lo que Dios tiene para ti o eres un caprichoso?
La palabra capricho es
útil para describir lo que sucede al pueblo de Dios y que nos trae la Palabra
en el Libro de Los Números (11, 4b-15), cuando los Israelitas se quejaban
de que sólo tenían maná para comer y extrañaban el pescado, pepinos y cebollas
que comían en Egipto mientras eran esclavos. No les bastaba el alimento que
Dios les daba en libertad y en camino hacia la tierra prometida, sino que
añoraban la comida que recibían en esclavitud. Ellos exclamaban: « ¡Quién
pudiera comer carne! Cómo nos acordamos del pescado que comíamos gratis en
Egipto, y de los pepinos y melones y puerros y cebollas y ajos. Pero ahora se
nos quita el apetito de no ver más que maná ».
El pueblo tenía lo
suficiente para vivir, pero no era a gusto de ellos. No se estaban muriendo de
hambre como en otros pasajes parecidos, el problema tiene que ver con el sabor,
con el gusto. Pues, aunque el maná según la descripción de la escritura suple
la necesidad de nutrición, es un sabor que ya los tiene saturados.
Nosotros no somos muy distintos de ellos, pensemos en cuantas circunstancias de nuestra vida, más que tener necesidades lo que en realidad tenemos son caprichos, y el hecho de imponer o querer imponer nuestro capricho, nos vuelve como niños mal educados, malcriados, lo mismo que este pueblo. El problema es de falta de sintonía, yo quiero llevar mi camino, quiero hacer las cosas a mi gusto, yo prefiero mi estilo y Dios quiere llevarme por otra parte, descubro que lo que Dios me ofrece si es suficiente para la necesidad pero no es suficiente para mi propio gusto, desprecio el plan de Dios y creo que mis apetencias son mejores.
La fiebre del capricho
nos enferma, pone en peligro nuestra relación con Dios, va atacándonos poco a
poco y nos hace más susceptibles a caer en las redes del pecado. Para ello
debemos estar constantemente midiendo la temperatura de nuestra relación con
Dios.
Los dos termómetros de
tu relación con Dios: La gratitud y la alegría
1. ¿Soy agradecido?
Si queremos saber la
temperatura de nuestra relación con Dios, empecemos por preguntarnos por
nuestros propios caprichos. ¿Soy una persona agradecida con lo que he recibido
de Dios?
La gratitud se vuelve
escasa o tal vez inexistente en el pueblo de Dios, estas personas no sienten
que tengan que agradecer, es un pueblo ingrato porque no les llegan las cosas
como quisieran. Para saber si somos caprichosos es bueno hacernos esa pregunta
¿Qué tan agradecido soy?
La falta de gratitud
denota siempre que el capricho se está adentrando en el corazón humano, si
damos gracias pocas veces o no el número de veces que deberíamos, es porque en
realidad cuando las cosas no son a nuestro gusto seguramente no las agradecemos
2. ¿Soy alegre?
Llama la atención que
en el pasaje de Caín y Abel, lo primero que perdió Caín mucho antes de cometer
el homicidio fue la alegría, y Dios lo llama y lo interroga y le dice: “¿Qué
paso con tu alegría? ¿Por qué andas con el rostro sombrío?”
La falta de alegría es
el primer síntoma de que se ha perdido la sintonía con Dios. El corazón gozoso
en la voluntad de Dios, agradecido por lo que recibe de Él, es un corazón
en plena sintonía. Mientras que el corazón que ya no se alegra, que empieza a
volverse apagado y sombrío, muy pronto va a pasar de esa sombras a las
tinieblas, y va a pasar de ese aspecto simplemente serio o ausente a otro mucho
más terrible, probablemente ya de envidia como Caín, ya de lujuria como David
ya de venganza como Saúl, eventualmente terminará cayendo en las redes del
pecado.
Para evitar que el
pecado haga nido en nuestra vida y ponga en peligro nuestra relación con Dios
hay que vigilar el rostro, hay que vigilar la alegría, hay que tener control de
la gratitud. No se trata de ponernos una máscara que tenga una sonrisa, se
trata de utilizar esas dos actitudes, la gratitud y la alegría, como
termómetros que nos permiten examinar si tenemos esa fiebre terrible que se
llama capricho, ver si me he enfermado de ingratitud y esa enfermedad hay que
curarla con urgencia.
Realmente el pecado no
sucede de manera tan inesperada como a veces uno lo describe. Una vocación, por
ejemplo, no se pierde de manera tan inesperada. Normalmente lo que sucede es
que se empieza a resbalar, se empieza a ceder: de las cosas pequeñas se va
pasando a otras más grandes, y de las grandes a las terribles, y de las
terribles a las espantosas, uno va descendiendo, uno va resbalando. Entonces,
estos termómetros de la alegría y la gratitud sirven para que el corazón se
despierte y me pregunte ¿qué estoy haciendo? ¿Qué está pasando conmigo? ¿A
dónde voy a llegar si sigo por este camino? Esos indicadores son muy
importantes, cuando estamos atentos al estado de salud de nuestra docilidad y
de nuestra sintonía con Dios, indudablemente podemos tomar medidas correctivas
en el momento en el que son necesarias.
¿Cómo curarme de la
fiebre del capricho y mejorar mi relación con Dios?
Revisa tu comunicación
con Dios. Si de repente notas que estas estresado, enojado o agotado, es una
señal de que te estás comunicando menos con Dios y más con el mundo. Es algo
parecido a lo que sucede con la comunicación moderna a través del teléfono
celular, si por algún motivo en medio de una llamada empiezas a perder la
señal, la voz se empieza a entrecortar, no entiendes lo que te dicen. Esto
mismo sucede en nuestra comunicación con Dios, apenas empecemos a sentir que se
está perdiendo la comunicación, quiere decir, que me he alejado demasiado de la
antena, me he alejado de esa emisión de la palabra de Dios que quiere
llegar a mi vida, posiblemente me he alejado de mi libro de oraciones, de la liturgia
de las horas, probablemente me he alejado del sagrario que me inspira tanto, me
he distanciado de mi comunidad que es el lugar natural de crecimiento y de
florecimiento de mi vocación.
¿Qué hacemos cuando en
el celular se pierde la señal? Caminamos hasta encontrarla, vamos al lugar
donde la señal se recupera. Pues eso es lo que también debemos hacer en la vida
de la fe, en la vida del espíritu, si ves que la señal esta interrumpida, esta
entrecortada, es el momento de dar unos pasos, es el momento de buscar
plena conexión con Dios que te da vida.
Por: Fray Nelson Medina, O.P.