“Quiso ser fiel a Jesucristo y su Iglesia antes que a las autoridades
judiciales; ellas no tienen derecho a exigir que un sacerdote viole el sigilo
de la confesión”
El Obispo de Pamplona –
Tudela (España), Mons. Francisco Pérez, habló en su carta pastoral semanal
sobre la nota publicada por la Penitenciaría Apostólica que recuerda la
inviolabilidad del secreto de Confesión y que no admite excepciones ni en el
ámbito eclesial ni en el civil, ya que “proviene directamente del derecho
divino revelado y está enraizado en la naturaleza misma del sacramento”.
Según explicó en su carta el
Obispo de Pamplona, existe un “sentimiento social” que parece que quiere
“someter todo al juicio humano, como si no hubiera juicio divino”, por eso
afirma que el secreto “del sacramento de la confesión no puede ser
violado”.
En ese sentido Mons. Pérez
recordó algunos puntos del Código de Derecho Canónico que destaca que “dada la
delicadeza y la grandeza de este ministerio y el respeto debido a las personas,
la Iglesia declara que todo sacerdote que oye confesiones está obligado a
guardar un secreto absoluto sobre los pecados que sus penitentes le han
confesado, bajo penas muy severas” y que “este secreto, que no admite
excepción, se llama sigilo sacramental, porque lo que el penitente ha
manifestado al sacerdote queda sellado por el sacramento”.
El Prelado explicó que este
secreto o sigilo sacramental “tiene su razón puesto que si hay una confidencia
hay un sigilo por derecho natural, en virtud del cuasi contrato establecido
entre el penitente y confesor. Por derecho divino, en el juicio de la
confesión, establecido por Jesucristo, el penitente es el reo, acusador y único
testigo; lo cual supone implícitamente la obligación estricta de guardar
secreto”.
Además, destacó que el secreto de confesión es obligatorio “incluso en el caso
de que el sacerdote no haya dado la absolución de los pecados o la confesión
resulte inválida”.
Mons. Pérez subrayó también
que si un sacerdote viola este secreto de confesión “es automáticamente
excomulgado” y explica que si el penitente se confiesa, por ejemplo de un
crimen, el presbítero debe “ayudar al penitente a una verdadera contrición la
cual incluye arrepentimiento, reparar en lo posible -comunicar a las instancias
judiciales- y propósito de la enmienda”.
Pero insistió en que “si el
penitente no sigue sus consejos, el confesor debe guardar sigilo de
confesión”.
Por eso puso grandes ejemplos
de la historia de la Iglesia de confesores a quienes mantener el secreto de
confesión les costó la vida, como fueron “San Juan Nepomuceno, primer mártir
que prefirió morir antes que revelar el secreto de la confesión” o el Beato
Fernando Olmedo Reguera de la Orden Capuchina de los Frailes Menores que “fue
fusilado, en una fortaleza del siglo XIX fuera de Madrid por un tribunal
popular, el 12 de agosto del año 1936. Sus restos están sepultados en la cripta
de la Iglesia de Jesús de Medinaceli en Madrid. Fue beatificado en Tarragona el
13 de octubre del año 2013”.
Además, Mons. Pérez recordó
la visita de un misionero durante sus primeros años en el Seminario Menor de
Burgos.
Este sacerdote misionero “por no desvelar el secreto de la confesión, se había
cortado o amputado la lengua”, recuerda en su carta.
Con el tiempo, a través de la
logopedia, el sacerdote logró volver a hablar, pero todavía el Obispo de
Pamplona-Tudela recuerda cómo le impresionó la valentía del misionero que “no
permitió vender su alma por muchos halagos y ofertas económicas que le ofrecían
si desvelaba el secreto. Prefirió guardar silencio sin pronunciar palabra y
para ello utilizó su propia lengua”.
“Quiso ser fiel a Jesucristo
y su Iglesia antes que a las autoridades judiciales; ellas no tienen derecho a
exigir que un sacerdote viole el sigilo de la confesión”, aseguró y por eso
destacó que aunque sea amenazado “el sacerdote no puede quebrantar el sigilo de
la confesión bajo ningún pretexto”.
Fuente: ACI