Prefacio del Papa Francisco al libro: “Mujeres
crucificadas. La vergüenza de la trata relatada desde la calle” (Rubbettino) de
don Aldo Buonaiuto, de la Comunidad Papa Juan XXIII. El volumen ya está en
librería
Audiencia del Papa a los participantes en el Día Mundial contra la Trata de Personas
el 12 de febrero 2018 (Vatican Media)
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Cuando en uno de los Viernes de la Misericordia,
durante el Año Santo Extraordinario, entré en la casa de la Comunidad del Papa
Juan XXIII, no pensé que allí adentro encontraría a mujeres tan humilladas,
afligidas y exhaustas. Realmente mujeres crucificadas. En la habitación donde
encontré a las muchachas liberadas del tráfico de la prostitución forzada,
respiré todo el dolor, la injusticia y el efecto de la opresión. Una
oportunidad para revivir las heridas de Cristo. Después de escuchar los relatos
conmovedores y humanísimos de estas pobres mujeres, algunas de ellas con el
niño en brazos, sentí un fuerte deseo, casi la necesidad de pedir perdón por
las verdaderas torturas que tuvieron que soportar a causa de los clientes,
muchos de los cuales se definen cristianos. Un impulso más para rezar por la acogida
de las víctimas de la trata de la prostitución forzada y la de la
violencia.
Una persona no puede ser nunca puesta en venta. Por
eso me alegra poder dar a conocer la preciosa y valiente labor de rescate y
rehabilitación que Don Aldo Buonaiuto viene realizando desde hace muchos años,
siguiendo el carisma de Oreste Benzi. Esto también implica la voluntad de
exponerse a los peligros y las represalias de la delincuencia que han
convertido a estas muchachas en una fuente inagotable de ganancias ilícitas y
vergonzosas.
Me gustaría que este libro fuese escuchado en el más
amplio ámbito posible para que, conociendo las historias que hay detrás de las
escandalosas cifras de la trata, se pueda entender que sin detener una demanda
tan alta de los clientes no se podrá contrastar eficazmente la explotación y la
humillación de vidas inocentes.
La corrupción es una enfermedad que no se detiene por
sí sola, sirve una toma de conciencia a nivel individual y colectivo,
también como Iglesia, para ayudar realmente a estas desafortunadas hermanas
nuestras y para impedir que la iniquidad del mundo recaiga sobre las más
frágiles e indefensas criaturas. Cualquier forma de prostitución es una
reducción a la esclavitud, un acto criminal, un vicio repugnante que confunde
hacer el amor con desahogar los propios instintos torturando a una mujer
indefensa.
Es una herida a la conciencia colectiva, una
desviación del imaginario corriente. Es patológica la mentalidad por la cual
una mujer debe ser explotada como si fuera una mercancía para ser utilizada y
luego desechada. Es una enfermedad de la humanidad, una forma equivocada de
pensar de la sociedad. Liberar a estas pobres esclavas es un gesto de
misericordia y un deber para todos los hombres de buena voluntad. Su grito de
dolor no puede dejar indiferentes ni a los individuos ni a las instituciones.
Nadie debe darse vuelta para el otro lado o lavarse las manos de la sangre
inocente que es derramada en los caminos del mundo.
Francisco
Vatican News