¡Ojalá
estuvieramos ya ardiendo!
Hola,
buenos días, hoy Matilde nos lleva al Señor. Que pases un feliz día.
Estos
días de tanto calor, solemos protegernos a la sombra y temperaturas más suaves
dentro del convento, que, como es un recio edificio del siglo XVII, los muros
son algunos de un metro de espesor, en piedra, y es un verdadero aislante
natural…
Pero
el otro día, tuve que recoger ropa del tendedero a las tres de la tarde y,
puesto que había bastante ropa menuda, tardé unos cuantos minutos en
descolgarla… Como no me movía mucho en esta faena, notaba que el sol era
abrasador y me rodeaba totalmente, penetrando todo mi cuerpo… y ¡si pudiera
también mi alma!…
¡Sentía
que ardía, porque eran 40 grados con los que el sol me envestía con sus rayos!…
¡Qué sensación, que si fuera posible, habría cambiado mi natural de 36 grados
en fuego!…
Cuando
entré en el convento, Jesús me hablaba muy claro y me decía con gran
insistencia y cariño:
“Así,
ya ves que ‘¡Yo he venido a prender fuego en el mundo y ojalá estuviera ya
ardiendo!’… ¡Mi Espíritu Santo es como este fuego del sol, que no se sacia de
amar y dar Amor!… ¡¡Quiero que, el mismo Amor con que yo os he creado, os
conservo en la existencia y os he redimido... os penetre, y entendáis cuánto os
ama vuestro Dios!!…”
¡Porque
en el Cielo todo es amor y fuego, y Jesús se ha hecho hombre para traernos su
Espíritu Santo, que es el que hace arder la Trinidad y todo lo que toca, que
son sus muy amadas criaturas!…
Y
pensaba que, en el verano, muchos se dejan acariciar y hasta quemar por este
sol natural y tostar sus pieles, ¡porque en verdad el sol embellece y da vida!…
¡¡Pero nuestros corazones son los que desea Jesús que ardan con su Amor!!…
Hoy
el reto del amor es hacer memoria, cuando tomes el sol, de que el verdadero Sol
que da vida, es Jesús con su Amor divino…
VIVE
DE CRISTO
Fuente:
Dominicas de Lerma