Luis
Miguel encontró un punto de encuentro entre periodismo y sacerdocio
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opusdei.org |
El padre Luis Miguel Bravo Álvarez, nacido en
Medellín, al noroeste de Colombia, es un recalcitrante aficionado al fútbol,
por esa razón afirma con franqueza que Dios le dio la vocación de ser sacerdote
a sabiendas de que sufría de “futbolitis aguda”.
Cuando era
niño, su sueño estaba fijado en meterse al mundo del fútbol porque “anhelaba ir
por los estadios del mundo y vivir la magia de los partidos en primera
persona”.
En la
adolescencia siguió pensando en la pelota y cuando le tocó escoger una carrera
se inclinó por la Comunicación Social, una profesión en la que veía la
posibilidad de combinar el fútbol y la literatura, sus dos grandes pasiones.
En la Universidad de La Sabana, en Chía,
Colombia, lo recuerdan como “un alumno distinguido”. Adriana Guzmán, exdecana
de Comunicación de ese claustro, lo retrata como “un muchacho muy ‘pilo’
[inteligente, hábil, juicioso], con gustos corrientes como los de cualquier
otro”.
En entrevista
con Aleteia,
Guzmán relató que el estudiante Bravo Álvarez, como hincha y deportista,
era muy aficionado al fútbol y que gracias a este deporte hizo muchos amigos.
Poco antes de
ordenarse de su ordenación en Roma, el reciente 4 de mayo, Luis Miguel hizo
evidente su ‘fanatismo futbolero’ y la relación de este deporte con su vocación
sacerdotal. En una entrevista con el portal electrónico del Opus Dei en
Colombia, sus planteamientos y frases llamaron la atención:
- «Dios me hizo entender esto: ‘Ya hay mucha gente que habla de fútbol… ¿por qué no te dedicas mejor a hablar de mí?’»
- “Llegó un momento en el que el entrenador (Dios) decidió que las circunstancias del partido exigían un cambio de mi posición dentro de la cancha: seguiría jugando para el mismo equipo (el Opus Dei) pero ahora en un lugar distinto (como sacerdote)”.
- “Para un cristiano, cada nuevo día es un nuevo Mundial. Así, podemos afrontar cada instante con la ilusión de quien comienza un nuevo partido, pero que afrontamos con la conciencia de que el campeonato está ganado hace siglos: cuando Cristo nos redimió con su pasión, muerte y resurrección”.
- “Dios gana todos los títulos y casi siempre con jugadores sin mucho talento”.
Luis Miguel, que se graduó como comunicador
en La Sabana y fue periodista deportivo de la cadena Blu Radio durante algunos
meses, también cree que hay una clara afinidad entre el periodismo y la
evangelización.
Su reflexión
sobre estas dos actividades es muy práctica: “Al predicar el Evangelio, el sacerdote debe
hacerse las mismas preguntas que se hace un periodista al producir una pieza
informativa: ¿Qué voy a decir? ¿A quién lo voy a decir? ¿En qué se fundamenta
lo que voy a decir? ¿A través de qué medio se transmitirá el mensaje? ¿Qué
reacción espero?”.
Para él es
fundamental la manera como debe comunicarse la palabra de Dios, porque “ni el
periodista ni el sacerdote hablan para sí mismos, y si no
se entiende lo que dicen, la culpa nunca será de la audiencia”.
En este
sentido explica que, si un sacerdote no sabe transmitir el Evangelio de manera
atractiva, muchas personas no recibirán bien el mensaje, “por tanto, —recalca— se
debe pensar en el otro e intentar transmitir las ideas de tal manera que el
receptor las reciba de manera abierta”.
De igual
manera, considera que periodistas y sacerdotes están para relatar la verdad y
sostiene que el comunicador no va a un lugar para contar sus teorías, sino para
referir los hechos y que “el sacerdote no está para contar sus teorías, sino
para hablar de Cristo”.
San
José y Francisco
En su diálogo con www.opusdei.org, el nuevo ministro contó
que admira a san José de una manera muy particular, especialmente por la forma
como el actual Papa se refiere a él “como un hombre que sabía soñar los sueños
de Dios”.
Para Luis Miguel esa es la mejor definición
de una vocación como la suya porque esos sueños “siempre serán más grandes, más
ambiciosos, más ilusionantes que los nuestros”.
De su encanto
por san José afirma que, como otros santos, supo descubrir “la gran diferencia
entre la grandeza de la vocación que Dios les asignó y la pequeñez e
incapacidad personales”.
También cree
de manera ferviente en lo expresado por el Papa en relación con la tarea de los
sacerdotes: ser personas que escuchen, alienten, comprendan, sonrían y
apliquen la medicina en el momento oportuno.
Vicente Silva Vargas