No
salgas corriendo
Hola,
buenos días, hoy Lety nos lleva al Señor. Que pases un feliz día.
Ayer
era la solemnidad de la Ascensión, y, en las fiestas grandes, ahora que hace
bueno, comemos en la huerta. Además, en estas ocasiones siempre disfrutamos con
una larga sobremesa. La verdad es que es una gozada.
Ayer,
al sentarme, tenía a mi izquierda a Joane y, pasada la esquina de la mesa,
estaba sentada sor Amada.
Empezamos
a comer... y apareció el gato. A mí los gatos me dan miedo; sí, no puedo con
ellos, no me siento segura y ellos me lo notan. Sin embargo, sor Amada es la
encargada de cuidarle, así que el gato venía a sentarse cerca de ella... pero
eso era igual que a mi lado, muy cerca de mis pies.
Yo
creía que se marcharía pronto, pero la cosa se alargaba y empezaba a ponerme
nerviosa.
Comenté
en voz alta que tenía al gato a mi lado, que le tengo miedo, y que no sabía qué
hacer.
Una
hermana me dijo: “Tranquila, que no hace nada”, pero esto no me quitó el miedo.
Otra
me dijo que le diese un pequeño empujoncito con el pie y se marcharía. Lo hice,
pero debí de hacerlo tan suave y con tanto miedo, que Maripo solo se movió un
poco.
Al
final una hermana me dijo: “Échale un poquito de agua; a los gatos no les gusta
mojarse. Verás cómo se va y no vuelve a tu lado”.
Total
que, fiada de esta hermana, lo hice y, ¡exacto!, el gato se alejó disparado y
no volvió a sentarse junto a mí en toda la comida.
La
verdad es que me dejó impresionada la reacción del gato ante unas gotitas de
agua. Al instante pensé: ¿qué es lo que a mí me hace correr del Señor o de los
hermanos? Porque, cuando algo no me gusta, salgo corriendo. Aunque luego vuelva
para enfrentarlo, de primeras salgo corriendo.
Y
le preguntaba al Señor qué es lo que nos puede hacer salir corriendo de las
personas. Muchas veces puede ser su forma de ser, su actitud, su manera de
pensar. Pero lo que es seguro que nos hace salir corriendo es su debilidad.
La
debilidad del otro nos hace salir corriendo, porque lo que queremos es que esa
persona sea fuerte y pueda con todo. Y no. Somos débiles y limitados.
Pero
tu grandeza reside en que Jesús te ama en tu debilidad: ya no tienes que salir
corriendo ni de ti ni de los demás. Tienes que ser tú mismo, el hombre o la
mujer que Dios ha creado, la persona frágil en su humanidad... pero con un
corazón inmenso.
Donde
no puedas amar, entrégaselo a Jesús, déjalo en su Cruz para que muera por ello
y te lo devuelva resucitado. Verás cómo ya nada te hará salir corriendo, y
nadie sentirá miedo a tu lado. El amor hace nuevas todas las cosas.
Hoy
el reto del amor es no salir corriendo, apostar por el amor y orar por la
persona que más te cuesta. Después, dale los buenos días con tu mejor sonrisa.
Porque el amor es el que hace que no salgas corriendo.
VIVE
DE CRISTO
Fuente:
Dominicas de Lerma