Más de 3.500 españoles
marchan camino a los altares. La mayoría de ellos por martirio
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Un grupo de religiosas llevan las palmas, símbolo del
martirio,
Foto: Archimadrid/José Luis Bonaño
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Pocos días atrás, fueron beatificadas 14 monjas de Madrid y Toledo de la
Orden de la Inmaculada Concepción. Su testimonio «asume un destino universal»,
asegura Giovanni Angelo Becciu, prefecto de la Congregación para las Causas de
los Santos, quien presidió la ceremonia de beatificación en la catedral de La
Almudena.
En entrevista con Alfa y Omega, el cardenal ofrece detalles
sobre los procesos de canonización españoles que tiene entre manos la Santa
Sede, advierte que los mártires «nunca son ideológicos» y confirma recientes
indicaciones de Roma para que las causas por martirio, emprendidas desde las
diócesis españolas, ya no incluyan demasiadas personas por grupo.
¿Cuál es el significado de
la beatificación de estas 14 religiosas mártires?
Fue san Juan Pablo II quien
dio un fuerte impulso a la investigación y a la promoción de las causas de los
mártires cristianos del siglo pasado; no solo en España, sino también en otros países
del mundo. Sin duda, España fue escenario de un enorme baño de sangre y de odio
fratricida. La beatificación une a estas religiosas a la gran legión de
testigos que, al ofrecer sus vidas, han mostrado cómo se puede responder
cristianamente con el amor a la ceguera del corazón humano.
El perdón de los asesinos y
el amor a los enemigos –verdadero sello de toda auténtica reconciliación–
parecen humanamente imposibles; seguramente no son fruto de una simple actitud
filantrópica, sino que son gestos hechos posibles tras haber tomado como
referencia al crucificado.
¿Qué le ha llamado más la
atención de la historia de estas religiosas?
La humildad, la sencillez y
su vida hecha de oración, de servicio, de ocultamiento. También en la muerte:
los restos mortales de la mayoría jamás fueron encontrados. Incluso teniendo la
oportunidad de escapar de la muerte, las monjas no lo hicieron para no
abandonar a las hermanas más ancianas o enfermas. Una mercedaria habría
asistido desde un balcón, en una calle de Madrid, al fusilamiento de las
religiosas, contando que la madre abadesa animó hasta el final a las otras,
preparándolas para el martirio y muriendo al grito de: «¡Viva Cristo Rey!». En
lo ordinario de la vida religiosa, vivida con convicción y constancia, nace también
la extrema fidelidad a Dios, hasta derramar la propia sangre.
¿Qué mensaje pueden dar
ellas a los fieles de hoy?
El ejemplo de los beatos y
los santos, sobre todo el de las víctimas inocentes de la violencia y del odio,
asume también un significado y un destino universal, fuera del ámbito eclesial,
porque estos hermanos y hermanas, en su desarmada docilidad, muestran una
humanidad rica también en los valores y las virtudes sociales de respeto, de
pacífica convivencia y de servicio a todos. Los beatos españoles son semilla de
reconciliación y de sanación de las heridas que la historia muestra de su
pasado.
Hablando más en general de
las causas de los futuros santos, ¿cuántas son las españolas?
Hay muchas causas en curso
que provienen de todo el mundo. Es verdad que, entre ellas, las españolas
constituyen un buen número, lo cual confirma la edificante tradición de la
santidad en esta tierra. Los datos actualizados establecen que son más de 500
las causas en curso de España, subdivididas en más de 300 causas de confesores
y casi 180 de mártires, sobre todo grupos. De los confesores, unos 40 son
beatos, más de 100 son venerables siervos de Dios (que ya tienen el decreto de
reconocimiento de sus virtudes heroicas) y casi 180 son siervos de Dios. En el
caso de los martirios, más de 100 corresponden a beatos y más de 70 (sobre todo
los grupos) a siervos de Dios (para un total de más de 3.200 siervos de Dios
individuales).
¿Qué significa esto para la
Iglesia española?
Desde el punto de vista de
la Iglesia muestran una riqueza de santidad, un florecer de ejemplares
testimonios de Cristo; desde el punto de vista de la colocación histórica y
cronológica, ofrecen también las grandes pruebas vividas por innumerables
cristianos españoles en el siglo XX, en el cual se encuentran todos los
componentes del martirio cristiano. La Iglesia ha tenido mártires en cada siglo
de su historia; también en el que nos ha precedido, y en el siglo que estamos
viviendo.
Con tantas causas
españolas, ¿se han dado indicaciones particulares sobre cómo tratarlas, por
ejemplo, en las diócesis?
Las causas de grupos de
mártires están unidas por el contexto martirial común: el mismo lugar, el mismo
tiempo y perseguidor; y pertenecen a la misma realidad eclesial, por ejemplo,
la misma diócesis o instituto religioso, o quizás la misma condición
(religiosas, seminaristas, etc.). En los últimos tiempos se sugiere que los
grupos no sean demasiado numerosos para hacer emerger mejor –en lo posible– la
identidad y lo específico de cada mártir individual.
Muchas de estas causas se
refieren al periodo turbulento de los años 80 en España. En el pasado la
Iglesia fue muy prudente al presentar las beatificaciones de este periodo.
¿Cómo es la situación ahora? ¿Se superó esa prudencia?
La prudencia es una
constante en todos los procesos de beatificación y canonización, justamente con
el fin de verificar la presencia de cada elemento, sea del ejercicio heroico de
las virtudes, sea del martirio. En este proceso se requiere de un tiempo
adecuado para alcanzar un juicio sereno y comprobado como garantía de un seguro
conocimiento de los datos solicitados. El mártir es, sobre todo, un testigo de
Jesucristo. Este es el significado original del término, aunque desde los
primeros tiempos de la Iglesia las circunstancias llevaron a muchos cristianos
hasta el sacrificio de la propia vida. La figura y el significado de un mártir
no tiene jamás un sentido ideológico, ni tiene el objetivo de emitir juicios
sobre las culpas históricas de una u otra parte: lo confirma el testimonio
impresionante de la muerte de tantos, aceptada y sufrida por amor y por
fidelidad a Jesús, acompañada por el perdón de los asesinos. Seguramente, el
tiempo transcurrido desde los hechos materiales ayuda a valorarlos, desde
muchas partes, en modo más sereno.
Usted ya ha cumplido varios
meses a cargo de la Congregación de las Causas de los Santos, ¿qué le ha
impactado más de este nuevo cargo?
«La santidad es el rostro
más bello de la Iglesia». Es la expresión sintética y eficaz del Papa Francisco
en su reciente exhortación sobre la llamada a la santidad. En estos meses en la
congregación he vivido esta experiencia acercándome a las figuras de los beatos
y los santos, pero también a su contexto, a sus comunidades locales (en
Eslovaquia, Francia, Rumanía, Italia, España, Guatemala, Argelia, Argentina,
México); y de 20 celebraciones, incluidas las próximas tres programadas para
este año, siete corresponden a España.
¿Qué puede significar la
santidad para las personas de hoy, no solo dentro sino fuera de la Iglesia?
Es difícil hablar hoy de
santidad en una sociedad cada vez más secularizada. Dios ha sido removido no
solo de la literatura, del cine, de los medios en general… también del pensar
común. Se afrontan temáticas vitales para el género humano, como las éticas,
sin referencia alguna a Dios. Se confeccionan sobre el escritorio teorías y
respuestas a las cuestiones esenciales fundamentales del ser humano.
La gente perdió el sentido
de la vida, se repliega sobre sí misma, sin empujes ideales y preocupada por
defender con las uñas y con los dientes el poco bienestar económico
conquistado. Ante tanta tristeza y mezquindad, la propuesta de la santidad
sería la solución mejor para dar brillo a la vida. Por mi parte no tejería
tantas teorías sobre la santidad; más bien propondría, como la Iglesia hace
desde sus orígenes, a hombres y mujeres, jóvenes y esposos que han encontrado
el sentido profundo de su existencia en descubrir en su propia carne la belleza
del amor de Dios que te empuja a recorrer, hasta el final, la aventura de
confiar en Él y dejarse envolver por su amor.
Andrés Beltramo Álvarez
Ciudad del Vaticano
Fuente: Alfa y Omega