Acotando
el espacio
Hola,
buenos días, hoy Joane nos lleva al Señor. Que pases un feliz día.
El
terrario de las tortugas está metido dentro de un cuadrante, en el que se
encuentra el pequeño huerto que hemos puesto este año. La zona en la que viven
está cubierta y delimitada para protegerlas de las cigüeñas y otros animales
que puedan atacarlas.
Hace
unos días fui y, por donde les echo la comida, estaban todas en fila esperando,
¡qué formales! Era como si me estuviesen esperando (o eso creí).
Pero
ayer solo había dos... ¿dónde estarían las demás?
Jubi,
que siempre me acompaña, se encargó de señalarlas. ¡Se habían escapado por un
agujero! Y ahí estaban, comiendo fresas y lechugas del huerto, ¡tan contentas!
Y eso a pesar de que este año me he esmerado de forma especial para crear un
hábitat seguro y bonito para ellas. Hemos puesto hasta una pequeña cascada, un
lago y un buen espacio, para que estén a gusto a la vez que protegidas.
Cuántas
veces ponemos un terreno acotado a esas personas que tanto queremos: que tengan
de todo, que estén bien y, sobre todo, protegidos. Tememos verles sufrir, que
se expongan a situaciones que les causen dolor. Pero hay un momento en que es
inevitable verles escapar por una rendija de ese recinto de seguridad; han
crecido o, simplemente, necesitan tener su propia vivencia.
En
el momento en que se escapan del recinto, es cuando entra la incertidumbre:
“¿Con quién estarán? ¿Cómo estarán...”?
¿Cómo
seguir cuidando de ellos? La oración va más allá de las barreras que puedas
poner para que esa persona que quieres no sufra; tu oración es pedirle a Cristo
que le cuide, que le proteja y se haga presente en esa situación por la que
pueda estar pasando tu hijo o ese joven que te preocupa. Es la manera que tienes
de darle la mano y seguir caminando con él esta etapa en que está teniendo sus
propias vivencias.
Orar
por esa persona a la que no puedes llegar como te gustaría, supone dejarla a
los pies de Cristo con toda su situación y circunstancias, dejarla en Sus manos,
porque Él llega donde tú no llegas, Él la acompaña donde tú no puedes
acompañarla. Pero esto no es una teoría para tranquilizarnos, es una realidad.
Jesús dice: “Yo estaré con vosotros todos los días hasta el fin del mundo”. Él
está, y si nuestra fe es débil o pequeña, pidamos al Señor, como el centurión,
“aumenta nuestra fe”. Deja que tu corazón y preocupación descansen en Él.
Hoy
el reto del amor es que vayas a una iglesia y hables a Jesús de tu hijo, de tu
hija... Pídele que le cuide y le proteja en este momento.
VIVE
DE CRISTO
Fuente:
Dominicas de Lerma