El
Papa preside la Vigilia Pascual en la noche del Sábado Santo y pide dar un
lugar central en nuestra vida a “Jesús resucitado”, no dejarnos llevar por el
mar de los problemas y mirar la vida como Dios la mira
En
la noche del 20 de abril, Sábado Santo, el Pontífice preside la Vigilia Pascual
en una Basílica de San Pedro envuelta en silencio y reflexión y asegura durante
su homilía que al contrario que aquellas mujeres que llevaron los aromas a la
tumba y temieron que el viaje fuera en vano – pues una gran piedra sellaba la
entrada al sepulcro – nosotros hoy, en cambio, “descubrimos que nuestro camino
no es en vano y que no termina delante de una piedra funeraria”.
La Pascua es la fiesta de
la remoción de las piedras
“Dios
quita las piedras más duras, contra las que se estrellan las esperanzas y las
expectativas: la muerte, el pecado, el miedo, la mundanidad” ha proseguido el
Papa Francisco, puntualizando que “la historia humana no termina ante una
piedra sepulcral, porque hoy descubre la «piedra viva»” que es – dice Francisco
– “Jesús resucitado”. Además, ha pedido que nos preguntemos cuál es la piedra
que tenemos que remover en nosotros, asegurando que esta noche cada uno de
nosotros “está llamado a descubrir en el que está Vivo a aquél que remueve las
piedras más pesadas del corazón”, porque es Él – ha dicho el Papa – “quien
viene para hacerlo todo nuevo, para remover nuestras decepciones”.
La piedra de la
desconfianza
Francisco
ha explicado que, a menudo, la esperanza se ve obstaculizada por “la piedra de
la desconfianza”: “Cuando se afianza la idea de que todo va mal y de que, en el
peor de los casos, no termina nunca, llegamos a creer con resignación que la
muerte es más fuerte que la vida y nos convertimos en personas cínicas y
burlonas, portadoras de un nocivo desaliento”.
Pero
también ha hablado de otro concepto: “el sepulcro de la esperanza”; un
monumento que en ocasiones construimos dentro de nosotros debido a la
insatisfacción: “quejándonos de la vida, hacemos que la vida acabe siendo
esclava de las quejas y espiritualmente enferma” ha dicho el Papa, explicando
que se va abriendo paso así una especie de psicología del sepulcro: “todo
termina allí, sin esperanza de salir con vida”. Y aquí entra en juego la
pregunta hiriente de la Pascua – dice el Papa – “¿Por qué buscáis entre
los muertos al que vive?” y a la cual responde firmemente: “El Señor
no vive en la resignación. Ha resucitado, no está allí; no lo busquéis donde
nunca lo encontraréis: no es Dios de muertos, sino de vivos” y exclama: “¡No
enterréis la esperanza!”.
La piedra del pecado
Junto
a la piedra de la desconfianza – ha continuado el Pontífice – está “la piedra
del pecado” que “sella el corazón”: “El pecado seduce, promete cosas fáciles e
inmediatas, bienestar y éxito, pero luego deja dentro soledad y muerte”.
Además, el pecado es – ha puntualizado – “buscar la vida entre los muertos, el
sentido de la vida en las cosas que pasan”.
Levantemos la mirada, el
Señor está con nosotros
Recordando
de nuevo a las mujeres que fueron al sepulcro de Jesús y se quedaron asombradas
ante la piedra removida y con las caras mirando al suelo, el Papa explica que
al igual que a ellas, también a nosotros muchas veces nos sucede lo mismo y
“preferimos permanecer encogidos en nuestros límites, encerrados en nuestros
miedos”. Y esto lo hacemos – dice Francisco – “porque es más fácil quedarnos
solos en las habitaciones oscuras del corazón que abrirnos al Señor”. Ante
esto, afirma el Santo Padre, “el Señor nos llama a alzarnos, a levantarnos de
nuevo con su Palabra, a mirar hacia arriba y a creer que estamos hechos para el
Cielo, no para la tierra”.
La mirada de Jesús nos
infunde esperanza
Francisco
también ha exhortado, por un lado, a mirar la vida como Dios la mira: “En el
pecado, él ve hijos que hay que elevar de nuevo; en la muerte, hermanos para
resucitar; en la desolación, corazones para consolar”. Por otro lado, el Papa
ha invitado a no quedarnos mirando el suelo con miedo, sino a mirar “a Jesús
resucitado” porque su mirada “nos infunde esperanza” y nos dice “que siempre
somos amados y que, a pesar de todos los desastres que podemos hacer, su amor
no cambia”. Además, el Papa ha señalado que podemos cumplir la Pascua con Él,
es decir, el paso: “de la cerrazón a la comunión, de la desolación al consuelo,
del miedo a la confianza”.
Estar atentos al riesgo de
tener fe de museo y no la fe de pascua
Si
no tenemos un amor vivo con el Señor, se corre el riesgo de tener “una fe de
museo, no la fe de pascua” ha puntualizado el Papa. Y en ese sentido, ha
explicado que Jesús “no es un personaje del pasado” sino “una persona que vive
hoy” y que “no se le conoce en los libros de historia” sino que “se le
encuentra en la vida”.
“A
veces nos dirigimos siempre y únicamente hacia nuestros problemas, que nunca
faltan, y acudimos al Señor solo para que nos ayude” ha dicho el Papa
concluyendo su homilía y ha puntualizado que “entonces no es Jesús el que nos
orienta sino nuestras necesidades”. Ante esto, Francisco asegura que la Pascua
nos enseña que el creyente está llamado a caminar al encuentro del que Vive y a
darle un lugar central en la vida y pide dejar que el Resucitado nos
transforme, pues – finaliza – cuantas veces luego de habernos encontrado con el
Señor, “volvemos entre los muertos, vagando dentro de nosotros mismos para
desenterrar arrepentimientos, remordimientos, heridas e insatisfacciones”.
Mireia
Bonilla – Ciudad del Vaticano
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