El Papa abarcó diferentes campos
relacionados con la cuestión de la juventud
Una cultura de diálogo basada en la identidad y abierta a los demás, sistemas económicos injustos y la venta de armas que provoca la muerte de tantas personas, el acoso, el “corazón racista” y la cultura de la indiferencia. El Santo Padre tocó muchos temas en su discurso a los estudiantes y profesores del Instituto San Carlos de Milán, a quienes recibió en audiencia en el 150° aniversario de su fundación
La
celebración y la gran alegría, tal como suelen ser los encuentros del Papa con
los jóvenes, caracterizaron esta audiencia, en el Aula Paolo VI de la Ciudad
del Vaticano, unas 2.600 personas, a quienes el Pontífice se dirigió mediante
una reflexión articulada en forma de respuestas a cuatro preguntas.
El
Instituto, fundado en 1869, cuenta en la actualidad con 1.950 alumnos y 220
profesores, y ofrece el IB Diploma Programme, un título reconocido a nivel
internacional, válido para el acceso a la Universidad. Desde 1985 también acoge
a las chicas y entre sus conocidos alumnos se destacan Achille Ratti, quien se
convertirá en el Papa Pío XI, y Ludovico Necchi, una de las figuras que
contribuyeron a fundar la Universidad Católica del Sagrado Corazón.
También
estuvo presente en esta audiencia Monseñor Paolo Martinelli, Obispo auxiliar de
Milán. En el saludo inicial del rector, el Padre Alberto Torriani, recordó con
emoción los frutos de esta escuela que durante la Segunda Guerra Mundial
custodió a tantas personas perseguidas.
Dios no hace diferencias
entre las personas
El
Papa abarcó diferentes campos relacionados con la cuestión de la juventud.
Desde el momento de la respuesta a la primera pregunta sobre por qué Dios
parece hacer preferencias, Francisco entró resueltamente en el misterio del
sufrimiento. “Dios no hace diferencias”, “las hacemos nosotros”, tanto con
sistemas económicos injustos como con armas, explicó.
Adriano,
un joven estudiante que pasó un tiempo trabajando como voluntario en el Perú,
había hablado del impresionante sufrimiento que había conocido: muchachas de su
edad que han sufrido violencia por parte de sus padres o de extraños y que se
han convertido en madres; niños y familias enteras sin hogar; niños asesinados
y despojados de sus órganos.
En
respuesta, el Papa se inspiró en Dostoevskji: “¿Por qué sufren los niños?”.
“Hay preguntas que no tienen ni tendrán respuestas”, dijo. No hay “respuestas
pre-envasadas”. Y para hacerlo comprender Francisco recordó que los niños
cuando llegan a la edad del “por qué” no escuchan la respuesta sino que, en
realidad, buscan, por su falta de seguridad, la mirada de la mamá o del papá,
que les da la fuerza para ir adelante. “La mirada de un hombre que se ha
convertido en papá, de una mujer que se ha convertido en mamá, no se compra en
los negocios”, afirmó el Santo Padre. Y recordó que “es la grandeza de la
fecundidad la que te hace crecer, y las preguntas que no tienen respuestas los
harán crecer en el sentido del misterio”. Por lo tanto, reafirmó que somos
nosotros “con un sistema económico injusto los que hacemos la diferencia,
“¡hacer que los niños estén hambrientos!”.
Y
añadió: “Ah, Papa, no sabía que usted fuera comunista”, podría decirme alguien…
¡No! Esto nos lo ha enseñado Jesús y cuando iremos allí, ante Jesús, nos dirá:
gracias, porque estaba hambriento y me diste de comer. Y a aquellos que con
este sistema matan de hambre a los niños y a la gente, les dirá: no, tú vete,
porque estaba hambriento y ni me miraste”. Es algo bueno, añadió, esto de las
diferencias, ir con este protocolo sobre el cual nosotros seremos juzgados.
Mateo 25. Nosotros hacemos las diferencias.
También
les dijo a los estudiantes: “Estoy seguro de que todos ustedes quieren la paz”.
“¿Y por qué, padre, hay tantas guerras?” en Yemen, pensemos, o en Siria, en
Afganistán, los países de la guerra… ¿Por qué? Si ellos no tuvieran armas, no
harían la guerra. Pero, ¿por qué hacen la guerra? Porque nosotros, la rica
Europa, EEUU, venden las armas para matar a los niños, para matar a la gente.
¡Somos nosotros los que hacemos las diferencias! Y esto ustedes deben decirlo
claramente, en la cara, sin miedo”.
El
Pontífice afirmó además que “sobre la conciencia de un pueblo que fabrica armas
y las vende está la muerte de cada niño, de cada persona, está la destrucción
de las familias”. Y dijo que en el mundo hay más de novecientos millones
de minas antipersonales. Y que cuando un pobre campesino va a trabajar la
tierra, morirá o quedará mutilado. Y que esto no lo ha hecho Dios, “tú lo has
hecho, nosotros, mi patria, mi país”, subrayó recordando la experiencia de un
joven ingeniero en el Sínodo: había ganado la candidatura para trabajar en una
fábrica donde se hacían armas, pero no quiso poner sus manos y su inteligencia
para hacer cosas que habrían matado a otros.
Anche el acoso es una
declaración de guerra
El
Papa comentó que “éstos son los jóvenes valerosos de los que nosotros tenemos
necesidad y a continuación se refirió a la vida concreta de los jóvenes con el
ejemplo del acoso.
“Hablemos
de la escuela, de tu clase. Cuando llega un niño, un muchacho, tal vez un poco
petulante, que no sabe jugar. ¿Quién es el que inventa y organiza el acoso? ¿Es Dios?
¡Son ustedes! Y cada vez que ustedes acosan, cada vez, ustedes con esto hacen
una declaración de guerra. Todos nosotros tenemos dentro la semilla de la
destrucción de los demás. Porque tenemos siempre esa tendencia a hacer
diferencias y a enriquecernos con la pobreza de los demás.
Se necesita identidad para
una cultura de diálogo
El
Papa Francisco también les dijo a los estudiantes y profesores de este
Instituto milanés que no se puede hacer una cultura de diálogo “si no tenemos
identidad”, es decir, sin conocer la propia pertenencia a un pueblo. Pero
añadió que hay que estar atentos a la tentación de hacer “una cultura de
los muros” y a la cultura de la indiferencia. Es la síntesis de cuanto
respondió a la segunda pregunta, de una profesora, Silvia, que se interrogaba
acerca de cómo transmitir de la mejor manera posible a los estudiantes los
valores enraizados en la cultura cristiana y, al mismo tiempo aconsejarlos con
la educción al encuentro con las demás culturas.
Atentos ante el corazón
racista
El
Pontífice también aludió a la dimensión esencial que es la de no tener miedo
del encuentro con el otro, de la multietnicidad, de la multiculturalidad. Y
afirmando que el agua destilada es la cosa más pura, pero de la que no se
siente el sabor y no sirve para beber, Francisco dijo que no hay que tener
miedo de los migrantes.
De
ahí que haya exhortado a los profesores a ayudar a los jóvenes a crecer en la
“cultura del encuentro”, a ser capaces de encontrarse con gente diversa,
confrontándose con las diferencias.
La cultura de la
indiferencia genera integrismos
También
recordó que cultura de la indiferencia genera integrismos. Y dijo que en el
mundo occidental ha crecido tanto otra cultura: la de la indiferencia, “una
tiranía”, que proviene del relativismo.
Enseñar e iniciar
procesos, y no a ocupar espacios
Además
les dijo que para ser buenos maestros hay que “poner toda la carne en el
fuego”, es decir jugándose todo de sí mismos. En su tercera respuesta a un
maestro de apoyo, el Papa recordó algunas características fundamentales para
ser un buen educador: ofrecer el testimonio, puesto que para educar es
imprescindible. Y después el amor, la capacidad de acariciar a las almas, con
la paciencia de la persuasión. Y, sobre todo, recordar que “educar es
introducir en la vida, y la grandeza de la vida es iniciar procesos”.
Los jóvenes deben ir
adelante en grupo
Por
último, respondiendo a la pregunta de una madre, el Obispo de Roma exhortó a
estar cerca, sobre todo de los niños más pequeños. Y a los jóvenes, en cambio,
enseñarles a caminar, no solos, sino en grupo. En fin, a los educadores cuando
los jóvenes del último curso se van definitivamente y, sobre todo, a los padres
cuando los hijos se casan, el Papa les recordó lo que los psicólogos llaman “el
síndrome del nido vacío”. “No tengan miedo de la soledad – les dijo – es una
soledad fecunda, porque los hijos están haciendo otros nidos, culturales,
científicos, sociales. El nido en la familia se llenará con nietos”, concluyó
Francisco.
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