San
Paula de Roma disfrutaba del lujo, de las fiestas y de los banquetes pero su
vida cambió de la noche a la mañana
José Luiz Bernardes Ribeiro-(CC BY-SA 3.0) |
Paula
fue una dama romana que después de vivir una existencia acomodada, con todo
tipo de lujos, decidió dejarlo todo y seguir los pasos de Jesús de la mano de
San Jerónimo.
Después de dejar la mundana vida de Roma, Paula ayudó al santo a fundar en Belén un monasterio femenino que se convirtió en lugar de retiro y oración.
Después de dejar la mundana vida de Roma, Paula ayudó al santo a fundar en Belén un monasterio femenino que se convirtió en lugar de retiro y oración.
Desde
los primeros siglos del cristianismo, las formas de vida monacales
empezaron a definirse manera espontánea entre los seguidores de Jesús. Hacia el
siglo III, ya existían en algunos lugares de Tierra Santa, pequeños grupos de
hombres que vivían retirados del mundo dedicados a la contemplación y la
oración.
Estos hombres, conocidos como “Abbas” o “Padres del Desierto”, fueron imitados por un puñado de mujeres que abandonaron todas sus posesiones y se convirtieron en “Ammas” o “Madres del Desierto”. Era cuestión de tiempo que aquellos primeros grupos de hombres y mujeres que optaron por dedicar su vida a Dios terminaran ocupando los primeros monasterios de la historia.
Estos hombres, conocidos como “Abbas” o “Padres del Desierto”, fueron imitados por un puñado de mujeres que abandonaron todas sus posesiones y se convirtieron en “Ammas” o “Madres del Desierto”. Era cuestión de tiempo que aquellos primeros grupos de hombres y mujeres que optaron por dedicar su vida a Dios terminaran ocupando los primeros monasterios de la historia.
La
historiadora y medievalista Régine Pérnoud afirma que “fue en Belén donde se
fundó […] el primer convento de mujeres a cargo de las grandes damas romanas
que habían seguido a San Jerónimo”. La principal dama romana fue Paula,
entonces viuda, que había seguido los pasos del santo hasta Tierra Santa.
Paula
había nacido en el 347 en el seno de una rica y poderosa familia senatorial. A
los quince años se casó con Toxocio, un noble romano con el que tuvo cinco
hijos y vivió un matrimonio feliz. Paula disfrutaba del lujo, de las fiestas y
de los banquetes pero su vida cambió de la noche a la mañana cuando falleció su
marido y vio el mundo con otros ojos. Paula ya había oído las palabras de
algunos hombres santos, entre ellos San Jerónimo. Tras mucho meditar y
prepararse espiritualmente, se convenció de que los bienes materiales no tenían
sentido para ella y decidió despojarse de todos los lujos con los que había
vivido hasta entonces y vivir una vida austera.
San
Jerónimo se encontraba en Roma ejerciendo de secretario del pontífice Dámaso I
pero tras su muerte en el 384 decidió tomar el camino a Tierra Santa. Paula no
se lo pensó y siguió los pasos del santo acompañada de una de sus hijas,
Eustoquia. Jerónimo anotó minuciosamente aquel viaje en un texto conocido
como El epitafio de Paula.
Paula
visitó Chipre, Antioquía, Egipto y los principales enclaves sagrados de Tierra
Santa hasta que decidió instalarse en Belén donde trabajó con San Jerónimo para
fundar allí un monasterio para hombres y otro para mujeres en los que
instauraron una regla escrita por el santo. Paula también colaboró en la
fundación de un refugio para los peregrinos que se acercaran hasta Belén desde
cualquier lugar del mundo. Ya en aquel primer convento, las mujeres que se
unieron a Paula iniciaron una larga tradición de vida de reclusión y oración
pero también de estudio de las Sagradas Escrituras. Paula era una mujer culta
que conocía el griego y el hebreo de manera que podía leer los salmos en su
idioma original.
Desde
entonces, la vida de Paula siguió los pasos de los de aquellas damas del
desierto viviendo una existencia severamente austera, durmiendo en el suelo y
sometiéndose a duros ayunos. La amplia comunidad que se había instalado con
ella en el monasterio de Belén lloró sinceramente la muerte de su fundadora en
el 404.
Además
de Eustoquia, una nieta de Paula, bautizada con su mismo nombre, se unió a la
comunidad de Belén y, tras la muerte de su abuela, la sustituyó en la dirección
del monasterio.
Sandra
Ferrer
Fuente:
Aleteia