La hermana
Rosana trabaja en una de las comunidades más peligrosas de Caracas y ha logrado
probar que en los momentos más duros del país no todo es destrucción y caos
La religiosa tiene 42 años,
es Sierva del Santísimo Sacramento y lleva toda su vida dedicada a la
educación. Dirige la U.E. Colegio Paulo VI en la Cota 905, uno de los sectores
más conflictivos y violentos de la capital venezolana.
«En medio de esta
complejidad –cuenta Abel Saraiba, psicólogo clínico responsable del
programa Crecer sin Violencia de Cecodap (*)– ella ha
conseguido generar cambios que no son posibles en los colegios con mayores
recursos en el este de Caracas: formación profunda y sistemática a todo el
personal de la institución, reducción de los niveles de violencia dentro del
colegio, disminución de la violencia de los padres hacia los estudiantes,
minimización del hurto, reducción de los daños al patrimonio».
El punto interesante es la
manera cómo consiguió hacerlo: «A través del amor» –explica–. Así lo
describe ella misma, «nadie se resiste al amor», insiste convencida.
Dicho así, parece que
estamos hablando de una utopía, o de una fantasía romántica, pero no, se trata
de acciones concretas con personas reales.
La hermana Rosana había
completado en Cecodap el Diplomado sobre disciplina positiva y, y tras notar el
fuerte impacto de la violencia en dicho entorno decidió trabajar para la
reducción de los niveles de violencia y promoción de la disciplina positiva.
«Al principio no fue fácil
–explicó– y se burlaban de mí, ahí viene esta con su disciplina positiva, sin
embargo yo insistí y hoy, después de 3 años, las cosas son diferentes, hoy las
personas pueden creer».
Los alcances de la
violencia en Venezuela son constantemente monitoreados y sólo basta salir a la
calle para percibir el ambiente belicoso y el temor de las personas que ha
edificado un discurso agresivo desde el poder, por veinte años seguidos.
«La violencia se ha
apoderado del país –dicen desde el Observatorio Venezolano de Violencia–. La
criminalidad que antes se concentraba en unos municipios, ahora abarca a casi
toda la geografía nacional. De acuerdo a los parámetros de la Organización
Mundial de la Salud, puede afirmarse con claridad que una epidemia de violencia
se expande por el territorio nacional».
En su informe más reciente
destacan una tasa alarmante de 81,4 muertes violentas por cada cien mil
habitantes para un total de 23.047 fallecidos.
Según los resultados,
Venezuela, con una tasa de 81,4 continúa siendo el país más violento de
América Latina el cual, de acuerdo a los pronósticos sobre los países más
violentos de Centroamérica, duplicará la tasa esperada para Honduras este año
(40 víctimas por 100 mil/h) y se ubicará por encima de la que tendrá El
Salvador que se espera sea menor de 60 muertes por 100 mil/h.
En medio de este cuadro,
resalta el trabajo de esta religiosa que tiene clara conciencia de que el
camino para reducir la violencia no es sencillo, y requiere entre otras
cosas un trabajo desde el ejemplo, el testimonio personal y la
convicción de que otras formas de relación son posibles.
«Es un trabajo cotidiano,
del día a día, que se aprecia en pequeños espacios, en centímetros, en metros
para después ir mucho más allá», dice Saraiba, quien como experto sigue de
cerca el desarrollo del programa.
Esta monja católica,
venezolana, licenciada en Educación Matemática, mención Informática, Magister
en Gerencia Educacional y en Teología Bíblica Pastoral, con un Doctorado en
Educación en la prestigiosa facultad de la Universidad Católica Andrés Bello de
Caracas, decidió dar un paso al frente y plantar cara al reto descomunal de
vivir en una de las zonas más difíciles y espinosas de esta ciudad que se nos
ha vuelto salvaje y hostil, para poner sus talentos sobre la mesa en una misión
ardua por la que pocos apostaban.
Ella aporta algunas claves
que han hecho posible su trabajo en el Paulo VI: la convicción de que no
estaba sola en lo que se proponía; el trabajo en equipo, unido a las alianzas
con otras personas e instituciones; la formación del personal para sumar
aliados al proyecto; una adecuada planificación y organización y, por último,
lo primero, el amor, porque “al amor nadie se resiste”, repite machaconamente:
aun con los padres y docentes más resistentes la clave es no responder
desde la violencia.
Muchas veces con quien
hablamos necesita drenar, poder expresarse o sencillamente viene de una
historia difícil.
Desde el ejemplo y con un
trato amoroso y respetuoso se abren los caminos para relaciones diferentes.
Este es, sin duda, el punto más importante que su convicción y compromiso han
conseguido demostrar.
Gracias a este tipo de
esfuerzos podemos decir que hay reservas y potencialidades extraordinarias en
Venezuela, y que, en medio la crisis más dura que ha atravesado el país en su
historia contemporánea, ellas emergen para probar que no todo es destrucción y
caos.
«También hay historias
posibles, de aprendizaje, cambio, trabajo en equipo, construcción de ciudadanía
–asegura Saraiba- Como siempre lo digo, el Paulo VI es para mí una fuente
infinita de inspiración y ello en buena medida gracias a Rosana y su equipo».
Y coreamos con él: ¡Gracias
por atreverse a hacer lo distinto en donde más hace falta!
Macky Arenas
Aleteia