En Corintios se dice que el amor es
paciente. Pero la paciencia adquiere muchas formas sorprendentes en tu vida
afectiva

Una vez a la semana Greg va
al supermercado y hace la compra. Todas las tareas domésticas restantes están
en la lista de Julia. “No soy el ama de casa perfecta, pero con dos niños
pequeños y un trabajo a jornada completa, incluso lo mínimo indispensable exige
mucho. Pero Greg no se da cuenta. Su madre crió a tres hijos y nunca se quejó.
¿Pero yo? Yo quiero gritar, quiero arrojar platos. (Pero claro, soy yo quien
limpiaría el destrozo… así que ¿para qué molestarse?)”.
Pero eso no significa que
Julia no intente ser paciente en su matrimonio. “El
amor es paciente, así lo dice mi querida carta de San Pablo a los Corintios,
así que me avergüenza mi falta de paciencia. Y no me refiero a una paciencia
angelical”, dice con una sonrisa triste. “Solamente quiero que Greg me ayude un
poco más, pero no es así como le educaron. A día de hoy su padre no sabe en qué
despensa se guarda el café”.
Pero la falta de paciencia no es necesariamente algo de lo que
avergonzarse.
Por otro lado, la división injusta de las tareas del hogar sí lo es. En el caso de Julia, el caso es que prácticamente no hay división alguna. Greg, una vez a la semana, se convierte en un valiente comprador y levantador de pesas que trae las compras a casa y se contenta sabiendo que ha cumplido con su deber y que está libre hasta el sábado próximo. Pero cuando una esposa también tiene un trabajo fuera del hogar, su marido no debería solo ayudarla, sino también asumir una responsabilidad igual en las tareas del hogar.
Por otro lado, la división injusta de las tareas del hogar sí lo es. En el caso de Julia, el caso es que prácticamente no hay división alguna. Greg, una vez a la semana, se convierte en un valiente comprador y levantador de pesas que trae las compras a casa y se contenta sabiendo que ha cumplido con su deber y que está libre hasta el sábado próximo. Pero cuando una esposa también tiene un trabajo fuera del hogar, su marido no debería solo ayudarla, sino también asumir una responsabilidad igual en las tareas del hogar.
La paciencia es trabajo en equipo, no martirio
Tú y tu marido vivís en
vuestra casa, pero probablemente a veces te comportas como si estuvierais en un
hotel, y en ocasiones como si fueras el personal de limpieza de ese hotel.
Ambos casos pueden tener malos resultados. Es
fácil tener la sensación de que tu marido e hijos son los clientes del hotel
restaurante, mientras que tú eres la chef, la pinche, la camarera y la
limpiadora.
A veces alguno trae tenedores
y cuchillos o algún vaso que falta y tú suspiras de felicidad por una cena
familiar tan maravillosa. Pero estás tan cansada que algunas noches lo único
necesario para hacerte explotar es una mirada reprobatoria o un pequeño
comentario sobre las verduras quemadas. No te has sentado en todo el día,
duermes poco y las críticas… bueno, son lo último para lo que estás dispuesta a
tener paciencia.
“Si Julia quiere estar en una relación, debería comportarse como
una compañera”
Este tipo de dinámica de
paciencia puede ser la causa de un gran estrés e interferir con las relaciones
familiares. Cualquiera que se sienta presionado hasta su límite puede ser una
persona malhumorada, pero en vez de caer en el personaje de la “esposa
irritable” que tan a menudo surge en cómics y series de televisión, mejor
podrías actuar para cambiar la forma en que tu matrimonio aborda las tareas
domésticas.
Puedes integrar a tu marido
en tu vida de hogar, en vez de ir acumulando estrés silenciosamente (o no tan
silenciosamente). Intenta
no desempeñar el papel de una mártir, porque con demasiada frecuencia ese papel
se convierte más bien en el de una tirana. Y es que si lo haces todo tú sola,
también tomas muchas de las decisiones del hogar sola.
Y en la paciencia está la
fuerza tras la logística de esa vida doméstica emparejada. Si Julia quiere
estar en una relación, debería comportarse como una compañera. Así que en vez
de echar chispas si no te ayuda, dale oportunidades para que participe. Déjale
que proponga algo que cocine para cenar, o que piense en una forma de
reorganizar el abarrotado recibidor. Eso le ayudará a sentirse parte del equipo
de toma de decisiones.
O lo que es aún mejor. Tómate
un día libre y que él tome las riendas de la casa para variar. Quítate el rol
de gerente familiar, supervisora o personal del departamento de saneamiento.
Todas necesitan unas pequeñas vacaciones de ser madre de vez en cuando. Un poco
de descanso y relajación puede hacer maravillas para cualquier familia.
La paciencia es dejar que conduzca el otro
Toda mujer querría tener
menos responsabilidades, pero al mismo tiempo le cuesta abdicar y crear una
democracia en el hogar. “Déjame hacerlo a mí”, decimos, y nos encargamos con
gusto, porque lo haremos mejor y más rápido. No hay tiempo para enseñar, el día
solo tiene 24 horas. O quizás sí tenemos el tiempo, pero nos falta la
paciencia.
Aprende a soltar lastre, a
delegar. Por poner un símil, pásate al asiento del copiloto, junto al
conductor. Cede al hombre el lugar que solía ser tu territorio.
Pero ojo: a veces pasa que tu
marido empieza a ayudar… y las cosas empeoran. El baño está limpio, pero más o
menos. Él está encantado pensando que incluso ha reorganizado el armario de las
medicinas, pero tú ves que la bañera no está brillante. Y frunces el ceño. Y
cuando eso sucede, tu marido siente que ha fracasado y no querrá ayudar más.
Intenta recordar que no todo
tiene por qué hacerse inmediatamente o en el mismo momento o de la misma forma
que siempre. Algunos terapeutas llaman a esto libertad emocional: aceptar que
las cosas no tienen que ser siempre a nuestra manera. Pueden hacerse peor o más
lentamente, pero mientras se hagan, ¿por qué te inquietas? Si lo aceptas,
tendrás menos cansancio, menos estrés y una mejor relación con tu marido.
La paciencia es resistir el deseo de regañar
Hay demasiadas esposas que
caen en el patrón de pensar que la paciencia debe expresarse en el tono de un
profesor regañando a un estudiante débil: “¿Cuántas veces tengo que
repetírtelo? Deberías haber cambiado los neumáticos a los de invierno”, podrías
decir. “Si te hubieras acordado antes, no estaríamos aquí helándonos en la
parada del autobús. Pero el fútbol es más importante que nuestra salud,
supongo”. (No es una imagen bonita, lo sé, a veces todas podemos llegar a sacar
un sarcasmo mordaz con nuestros esposos).
¿Estos comentarios sirven
para animar a un marido a corregir su comportamiento y a colaborar contigo?
Claro que no. Lo más probable es que lo irriten y le hagan más indiferente. Y
te dejarán en tu puesto de gestión, como la que sabe lo que es mejor, como la
previsora… y también como la que se siente cada vez más sola, enfadada y
cansada.
En vez de eso, trata de
expresarte sin el tono de reprimenda. “De verdad necesito ayuda con esto.
¿Puedes escribirlo o ponerte un recordatorio en el teléfono para que vayas
mañana?”. No me entiendas mal, esas palabras puede que no sean fáciles de
decir, pero ser paciente no es fácil. Es algo en lo que hay que
trabajar.
La paciencia es una recompensa de la paciencia
San Agustín, en sus Confesiones, escribió que la
paciencia se recompensa con paciencia. Porque ser paciente es la capacidad de
esperar sin experimentar una ira innecesaria, sin mostrar desaliento ni el
deseo de corregir. Quieres que lo haga mejor la próxima vez, así que no lo
hagas en su lugar. No critiques, corrijas ni muestres que eres mejor.
La paciencia no tiene por qué ser un acto destructivo de
sacrificio. Puede construir una mejor relación en la que él sea más paciente
contigo también. La paciencia no es la clave
para un matrimonio perfecto, pero es uno de los pasos para avanzar hacia un amor
más profundo… y es crucial para cualquier familia, esté o no repleta de tareas
olvidadas o a medio hacer.
Fuente: Aleteia