Los
datos de Francia muestran una realidad de la que por seguridad se habla poco
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Cada año decenas de personas provenientes del islam se bautizan durante la Vigilia Pascual en Francia / Foto referencial |
La
conversión de musulmanes al catolicismo es una realidad, pero difícil de
cuantificar en los países musulmanes pero también en otros lugares como Europa.
Estos conversos pueden ser perseguidos y asesinados por su decisión, y en el
mejor de los casos ser rechazados por sus propias familias. Por ello, existe
una gran cautela en el seno de la Iglesia sobre esta cuestión.
Sin
embargo, estas conversiones se dan y son cada vez más numerosas. Un ejemplo
claro es el de Francia, con vínculos históricos con países de mayoría
musulmana. En este país europeo sí hay estadísticas sobre el bautismo de
personas que vienen del islam. Según los datos del servicio nacional de
catequesis y catecumenado de la Conferencia Episcopal de Francia, en 2018
el 7% de los adultos que se bautizó en la pasada Vigilia Pascual provenían del
ámbito musulmán. Esto supondría casi 300 personas de los 4.258 catecúmenos.
Pero
a estas cifras habría que sumar los bautizados fuera de esta fecha y que
reciben los sacramentos de una manera más discreta en las parroquias, lo que
eleva considerablemente esta cifra.
Una realidad pequeña pero
a tener muy en cuenta
Aunque
sea una realidad casi marginal, es algo que existe y que según los datos va en
aumento y no en disminución. Según los responsables de la Iglesia francesa
para esta cuestión es algo “impresionante” pues todos los musulmanes que son
recibidos en la Iglesia aseguran que en ella han descubierto la “libertad”.
El
semanario Famille Chretienne ha
publicado un especial sobre este tipo de conversiones y rescata algunos
testimonios de personas que han llegado a la Iglesia, algunos jugándose la vida
por ello o perdiendo el afecto de su entorno. Además, entran en los
desafíos que se dan en la propia Iglesia con estas personas y los problemas que
estos conversos luego viven ya en el seno del catolicismo.
Un
elemento fascinante que se da en las conversiones de los musulmanes es el de los sueños.
Tanto en países islámicos como en países cristianos abundan casos de
conversiones iniciadas con sueños sobre Jesús, la Virgen o algún santo que les
hace fijarse en la fe cristiana.
El sueño de Farida que
mostró a Cristo como el Mesías
Algo
parecido es lo que vivió Farida en Francia. Esta francesa llegó con su familia
desde el norte de África cuando tenía 4 años. Asegura que vivió su infancia “en
una familia muy practicante, feliz y amorosa…”. Sin embargo, según fue
creciendo empezó a cuestionarse su fe musulmana. Entonces su padre, al que
estaba muy unida, falleció. En el tanatorio y frente al cuerpo de su padre ella
le dijo: “Si el islam es la religión verdadera, ven y cuéntamelo”.
La
noche siguiente Farida tuvo un sueño. “Vi a mi padre guiándome e invitándome a
mirar hacia una fuente de luz. Él me dijo: ‘Jesús es el Mesías’”. Tras este
suceso estuvo un tiempo preguntándose sobre la fe cristiana hasta que en su
interior sintió una poderosa llamada a hablar con un sacerdote. Ahí empezó su
proceso de conversión al catolicismo. “Un bautismo por inmersión. Era eso
o nada. Quería a toda costa ser lavada de mi vida anterior”, cuenta
Y
no ha sido sencillo dar ese paso. Esta conversa advierte que “no sé si se
mide lo que significa para un musulmán abrazar otra religión, incluso en
Francia. Hoy en día, soy considerada una traidora. Si algunas personas de
mi familia se enteran de que me he convertido en cristiana, realmente podría
preocuparme por mi seguridad”. A pesar de que, a tenor de su país de origen,
sería “volver a la fe de sus ancestros”.
Fátima y su visión de
Jesús
Otra
conversa al catolicismo es Fátima, nacida y criada en los suburbios de París y
de familia argelina. Para ella Jesús nunca fue alguien completamente extraño en
su vida, pues desde pequeña le gustaba frecuentar un cementerio cercano a su
casa. “Me parecía muy hermoso, había fotos de los muertos, flores y cruces. Vi
el nombre de Jesús en todas partes… Y comencé a hablarle. Al final se hizo mi
amigo. Un día, entré en una iglesia. Un sacerdote me preguntó qué estaba
haciendo. Simplemente le expliqué que estaba hablando con mi ‘amigo
imaginario’. Me dijo que estaba muy bien y que debía continuar”.
Pero
cuando era adolescente tuvo que mudarse con su familia a Argelia. Allí
descubrió una vida muy diferente a la que llevaba en Francia, y donde además
era humillada constantemente. A Fátima le tocó trabajar duramente en la panadería
abierta por su padre, incluso en pleno verano. “Estaba muy cansada y deprimida.
No podía soportarlo más pero entonces era necesario limpiar el suelo. De
repente, vi frente a mí los pies de un hombre, y ambos agujerados… No tuve
miedo porque entendía que fue Él quien vino a mí. Jesús me pidió que fuera
paciente”.
Tiempo
después pudo volver a Francia y un día en una tienda perdió el conocimiento y
se desplomó. “Sentía que me iba. Pero entonces oí una voz que me decía:
‘todavía no’. Era Jesús nuevamente delante de mí”.
El día que hizo la señal
de la cruz
Un
día yendo al hospital, Fátima vio una capilla y decidió entrar. No sabía las
oraciones, pero asegura que se sintió acompañada durante todo el tiempo. “Al
final hice la señal de la cruz. Me sentí muy bien”, recuerda.
A
la salida se topó con un sacerdote católico. “Yo quería hablar de fe, pero
temía que pensara que estaba loca. Me dejó sus datos y le devolví la llamada.
Me invitó a una peregrinación. Fue durante el Ramadán, pero finalmente pude ir.
¡Era demasiado bueno para mí! Los peregrinos llevaban una gran cruz de
madre y yo también quería portarla. Hablé largamente con uno de los
sacerdotes de la peregrinación. Me hubiera gustado ser bautizada de inmediato
pero al final comencé a recibir el Catecismo en 2017 en su parroquia”, explica.
"¡En Cristo hay tanto
amor!"
En
ese instante, Fátima cuenta que hizo su primera misión. En plena calle dio su
testimonio a una mujer musulmana. “’¿Por qué te hiciste cristiana?’, me
preguntó. Entonces le expliqué mi conversión: “¡En Cristo, hay tanto
amor!”.
Este
celo misionero no la ha abandonado pese a las dificultades que le puede
generar, tanto fuera como dentro de la propia Iglesia. “Cerca de mi nueva casa,
conocí a un sacerdote que me recibió bien. Pero cuando le expliqué que me iban
a bautizar y que estaba dando testimonio abiertamente me dijo que era
peligroso. Respondí rápidamente: ¡Si Jesús murió por nosotros, no podemos
estar en silencio!”.
Conversión a la religión
de María
También
se dan casos como el de Mohamed, que se convirtió en su país, en el norte de
África, y que ha tenido que huir a Francia para ser bautizado allí. Este hombre
será católico en la próxima vigilia pascual. “Estoy esperando ese día, ¡entraré
en una nueva vida como si fuera un bebé!”.
Se
convirtió “a la religión de la Señora María” gracias al contacto con
un vecino, que también se había convertido al cristianismo. “Dejó el Magreb un
tiempo antes que yo y desde entonces no tengo contacto con él”.
Pero
cuando se supo que creía en Cristo –explica- “mis vecinos comenzaron a decir
que estaba saliendo con cristianos. De la noche a la mañana, ya no querían que
sus hijos jugaran con mi hija. Mi esposa y mi familia me rechazaron, Mi
padre me dijo: ¡Fuera de aquí!”. Así tuvo que abandonar su patria y llegar a
“Francia para ser libre para caminar con Jesús”. En Pascua al fin lo será.
Fuente:
ReL