Terrible tentación
Hola,
buenos días, hoy Sión nos lleva al Señor. Que pases un feliz día.
EL
otro día, justo antes del desayuno, me encontré con Israel. Ella, rápidamente,
se acercó alarmada:
-¡Sión!
¿Qué te pasa en el ojo?
-¿A
mí? Nada...
-Pues
lo tienes enrojecido...
Al
llegar a la puerta del refectorio, varias hermanas se me acercaron con la misma
cara de preocupación.
-Uy,
eso no tiene buena pinta... -me dijeron.
-Tranquilas
-respondí con calma- No me duele, ni me pica, ni nada...
-Sí,
no te rasques -me recomendaron- Si es conjuntivitis, puede contagiarse el otro
ojo...
En
qué momento dijeron aquello. Basta que pienses que no debes rascarte, ¡y te
entran unos picores irresistibles! ¡Qué ganas de frotarme los ojos!
“¿Será
posible?”, pensaba, “¡Hace un minuto no sentía nada!”
Desde
luego, qué bien dice la Salve cuando nos llama “los hijos de Eva”: con la
cantidad de árboles deliciosos que tenía que haber en el Jardín del Edén,
¡justamente se les antoja comer de la manzana! Y, siglos después, aquí
seguimos: basta que te digan que no puedes hacer algo, ¡y entran ganas de
hacerlo!
Precisamente
en estos pequeños detalles es cuando más nos damos cuenta de lo mucho que
necesitamos un Salvador. ¡Nosotros solos somos muy frágiles!
Lo
mejor de todo es que Cristo cuenta con ello. No buscó personas fuertes,
irreprochables... sino que nos dice: “Sin mí, no podéis hacer nada”. Él cuenta
con nuestra pequeñez, ¡contemos nosotros con Su fuerza!
Hoy
el reto del amor es tener misericordia. Cuando veas a un hermano equivocarse,
acércate a él con cariño. A todos nos gustaría hacer las cosas bien, ¡pero
metemos la pata varias veces al día! Y, si el que cae eres tú, no dejes pasar
la oportunidad de agarrarte más fuerte al Señor, de decirle: “Mira la que he
liado hoy, ¡fíjate cuánto te necesito!” ¡Feliz día!
¡Feliz día!
VIVE DE CRISTO
Fuente: Dominicas de Lerma