Pontificia Academia para la Vida |
En
la carta titulada “La comunidad humana” (humana communitas) publicada este 15
de enero, el Santo Padre asegura que “la comunidad humana ha sido el sueño de
Dios desde antes de la creación del mundo”.
Por ello pide “restaurar la
evidencia de esta pasión de Dios por la criatura humana y su mundo”.
La
misiva anticipa la próxima Asamblea General que se llevará a cabo del 25 al 27
de febrero con el tema de “Robótica. Personas, máquinas y salud” en el Aula
Nueva del Sínodo.
“En
nuestro tiempo, la Iglesia está llamada a relanzar vigorosamente el humanismo
de la vida que surge de esta pasión de Dios por la criatura humana. El
compromiso para comprender, promover y defender la vida de todo ser humano toma
su impulso de este amor incondicional de Dios”, escribe el Papa.
Añade que “la belleza y el atractivo del
Evangelio nos muestran que el amor al prójimo no se reduce a la aplicación de
unos criterios de conveniencia económica y política o a ‘algunos acentos
doctrinales o morales que proceden de determinadas opciones ideológicas’”.
El
Papa Francisco dijo que esta pasión ha animado la actividad de la Pontificia
Academia para la Vida desde su fundación hace veinticinco años, por San Juan
Pablo II, siguiendo la recomendación del siervo de Dios y gran científico
Jérôme Lejeune. “Este último, claramente convencido de la profundidad y
rapidez de los cambios que se producen en el ámbito biomédico, consideró
oportuno sostener un compromiso más estructurado y orgánico en este frente”,
subrayó.
En estos años, el Santo Padre destacó que
la Academia “ha podido desarrollar iniciativas de estudio, formación e
información para que quede de manifiesto que la ciencia y la técnica, puestas
al servicio de la persona humana y de sus derechos fundamentales, contribuyen
al bien integral del hombre y a la realización del proyecto divino de
salvación”.
Por
lo tanto, el Papa aseguró que “es urgente intensificar el estudio y la
comparación de los efectos de esta evolución de la sociedad en un sentido
tecnológico para articular una síntesis antropológica que esté a la altura
de este desafío de época” y alertó que el área de su experiencia calificada
“no puede limitarse, pues, a resolver problemas planteados por situaciones
específicas de conflicto ético, social o legal”.
El
Santo Padre señaló que “la pasión por lo humano, por toda la humanidad
encuentra en este momento de la historia serias dificultades”, y denuncia que
“la distancia entre la obsesión por el propio bienestar y la felicidad
compartida de la humanidad se amplía hasta tal punto que da la impresión de
que se está produciendo un verdadero cisma entre el individuo y la comunidad
humana”.
Por
ello, el Papa dijo que “una nueva perspectiva ética universal, atenta a los
temas de la creación y de la vida humana, es el objetivo que debemos perseguir
a nivel cultural” porque “la diversidad de la vida humana es un bien absoluto,
digno de ser custodiado éticamente y muy valioso para la salvaguardia de toda
la creación”. “Es hora de relanzar una nueva visión de un humanismo fraterno
y solidario de las personas y de los pueblos”, exhorta.
San Juan Pablo II
En
su carta, el Santo Padre también destacó signos de la acción de Dios en este
ámbito realizados por San Juan Pablo II, como “los gestos de acogida y defensa
de la vida humana, la difusión de una sensibilidad contraria a la guerra y a
la pena de muerte, así como un interés creciente por la calidad de la vida y
la ecología”.
“La
comunidad científica de la Pontificia Academia para la Vida ha demostrado, en
sus veinticinco años de historia, cómo precisamente desde esta perspectiva
puede ofrecer su alta y calificada contribución. Prueba de ello es el compromiso con la promoción y
protección de la vida humana en todo su desarrollo, la denuncia del aborto y
de la supresión de los enfermos como males gravísimos que contradicen el
Espíritu de vida y nos hunden en la anti-cultura de la muerte”, aseguró el
Papa.
El Pontífice pidió continuar en esta
línea, pero “prestando atención a otros desafíos que la coyuntura
contemporánea presenta para la maduración de la fe, para una comprensión
más profunda de la misma y para una comunicación más adecuada a los hombres
de hoy”.
“Debemos, ante todo, hacer nuestro el
lenguaje y la historia de los hombres y mujeres de nuestro tiempo, incorporando
el anuncio del Evangelio en la experiencia concreta, como el Concilio Vaticano
II ya nos indicó con determinación. Para captar el sentido de la vida humana,
la experiencia a la que se hace referencia es aquella que puede reconocerse en
la dinámica de la generación. De esta manera, se evitará reducir la vida a
un concepto puramente biológico o a una idea universal abstraída de las
relaciones y de la historia”, subrayó.
En ese sentido, el Papa pidió a la
Pontificia Academia para la Vida que “sea un lugar lleno de valentía de esta
interacción y este diálogo al servicio del bien de todos. No tengan miedo de
elaborar argumentos y lenguajes que puedan ser utilizados en un diálogo
intercultural e interreligioso, así como interdisciplinar. Participen en la
reflexión sobre los derechos humanos, que son un punto central en la búsqueda
de criterios universalmente compartidos”, animó.
Asimismo, Francisco recordó que Benedicto
XVI insistió mucho en la importancia de “urgir una nueva reflexión sobre los deberes
que los derechos presuponen, y sin los cuales éstos se convierten en algo
arbitrario” porque hoy se da “una profunda contradicción”. “Mientras, por un
lado, se reivindican presuntos derechos, de carácter arbitrario y superfluo,
con la pretensión de que las estructuras públicas los reconozcan y promuevan,
por otro, hay derechos elementales y fundamentales que se ignoran y violan en
gran parte de la humanidad”, entre los que el Papa Emérito denunció “la
carencia de comida, agua potable, instrucción básica o cuidados sanitarios
elementales”.
Al finalizar, el Papa propuso inspirarse
en el testimonio de San Francisco de Asís “con su capacidad de reconocerse
como hermano de todas las criaturas terrenas y celestiales”, porque “son
hermosos los pies de aquellos que llevan el anuncio gozoso del amor de Dios por
la vida de cada uno y de todos los habitantes de la tierra”.
POR
MERCEDES DE LA TORRE
Fuente:
ACI