La Epifanía del Señor (Ciclo C)
Buenos días, hoy celebramos la Solemnidad de la Epifanía del Señor, la
Manifestación de Jesús a los pueblos paganos.
En efecto, en Navidad celebramos que Dios ha venido a nuestro mundo para
salvarnos; pero de nada serviría la encarnación del Hijo de Dios, si no se nos
hubiera manifestado. Hoy, justamente celebramos esta manifestación. 2000 años
después del nacimiento de Jesús, son multitud los pueblos que han reconocido al
hijo de María como el Hijo de Dios. Entre esos pueblos, nos encontramos
nosotros.
Celebremos con gozo que el Señor nos ha iluminado con la gracia de la fe
y lo hemos reconocido como nuestro Salvador y dejemos nacer en nosotros un
espíritu misionero que nos lleve a testimoniarlo a quien no le conocen.
MONICIÓN A LAS LECTURAS
Jesús es el Enmanuel, el Dios-con-nosotros. Y
sin embargo muchas veces no logramos verle presente ni en nuestra historia ni
en nuestras vidas.
¿Cuáles son los signos de su presencia? ¿Cómo
reconocerlos? ¿Qué actitud debemos tener para abrirnos a la salvación que Jesús
nos trae?
Escuchemos la Palabra de Dios. Contemplemos
las figuras de los magos de Oriente y dejémonos aleccionar por la actitud que
tienen ante el Niño Dios.
ORACIÓN DE LOS FIELES
A cada suplica respondemos: ¡Ilumínanos,
Señor!
- Por la Iglesia,
para que sea en Cristo luz de las gentes. OREMOS.
- Por los poderosos del mundo, para que
reconozcan el único señorío de Dios. OREMOS.
- Por los buscadores de la verdad,
para que la gracia divina les ilumine y puedan reconocer los signos que Dios
les ofrece. OREMOS.
- Por los inmigrantes, para que sean
reconocidos en su dignidad en los países de acogida. OREMOS.
- Por los que ejercen el ministerio de
la catequesis en los países de misión, para que sirvan la Palabra divina con
generosidad y entrega. OREMOS.
-
Por todos nosotros, para que a la luz de la fe busquemos los signos de amor que
Dios nos ofrece. OREMOS.
ORACIÓN FINAL
Gracias, Jesús, Hijo de Dios y de María,
porque no solo has puesto tu tienda entre nosotros,
sino que además te nos has revelado
como nuestro Salvador y Señor.
Sí, la gracia de tu Espíritu nos ha abierto los ojos
y nos ha permitido reconocer los signos
que manifiestan que estás cerca de nosotros
y que nos amas con el amor de tu Padre, Dios.
Jesús, Señor y Hermano nuestro.
¡Cómo deseamos reconocerte una y otra vez!
¡Cómo queremos saber de tu amor
y experimentar la suavidad de tu gracia!
¡Cómo queremos que tu rostro
se imprima en nuestro corazón!...
Te pedimos, ¡Oh buen Jesús!,
que nos siga iluminando la gracia de tu Espíritu,
y que su unción bendita nos haga reflejar tu luz
a tantos hombres y mujeres que viven en tinieblas.
Señor, haznos testigos tuyos para que tu amor alcance
a la gran multitud de pueblos que aun no te conocen.
Amén.
